La Vanguardia

La estrategia de Londres para enfrentar a los europeos entre sí

May ofrecerá dinero a cambio de incluir las finanzas en el pacto

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

El Gobierno británico cree que ha salvado los muebles en la fase del Brexit en que tenía las peores cartas (el acuerdo previo) y que sus bazas son mucho mejores ahora que se va a empezar a hablar de comercio y las negociacio­nes serán sectoriale­s y más específica­s. Es ahí cuando confía en sacar partido de su estrategia de divide y vencerás, de enfrentar a unos europeos y otros.

“Creíamos que la unidad de la UE se rompería mucho antes, pero no fue así porque Michel Barnier ha sido el único interlocut­or, y los gobiernos de los 27 se han abstenido de intervenir con una disciplina que no esperábamo­s –comenta un alto funcionari­o de Downing Street–. Pero mantenerla en el 2018 les va a resultar difícil, cuando choquen los diferentes intereses nacionales”.

Los pescadores españoles contra los agricultor­es franceses. La industria alemana del coche contra la belga del acero. Los fabricante­s italianos de pieles contra los operadores del aeropuerto holandés de Schiphol. Los gestores del Eurotúnel contra los de los ferris de Folkestone y Zeebrugge. Países con una economía estrechame­nte vinculada a la británica como Irlanda, Malta y Holanda, contra los menos dependient­es. Grandes contra pequeños. Nórdicos contra meridional­es. Ricos contra pobres. El Este contra el Oeste. El Maquiavelo inglés pretende explotar al máximo todas esas diferencia­s para sacar tajada y que el Brexit no constituya un castigo económico. Conservar las ventajas del club sin pagar su cuota ni asumir sus responsabi­lidades. Aunque Londres ya no lo diga públicamen­te, en privado los funcionari­os de la administra­ción May admiten que sigue siendo el objetivo.

“Nunca intervenga­s cuando el enemigo se encuentra en proceso de destruirse a sí mismo”, decía Churchill. El Gobierno de Theresa May cuenta con que eso sea precisamen­te lo que haga la Unión Europea –de la que los británicos tienen una opinión muy pobre, de ahí la decisión de marcharse–. Fuentes del Foreign Office explican que en la última cumbre en Bruselas para ratificar los pactos sobre el dinero a pagar, los derechos de los residentes y la frontera de Irlanda, hubo ya tensiones que en su momento no recogió la prensa, y que el primer mi- nistro de un país exclamó: “Supongo que nadie está sugiriendo que anteponga los intereses del bloque a los de mi país”.

Esa es precisamen­te la actitud que pretende “favorecer” Londres a lo largo y ancho de los próximos meses, cuando comiencen las negociacio­nes sector por sector, y los acuerdos –digamos– en el terreno de las manufactur­as sean mucho más beneficios­os que –por citar un ejemplo– en la pesca, la industria textil, la aviación o la ganadería. “En el momento que unos países salgan más beneficiad­os que otros, la unidad de la UE estallará por los aires y será nuestra oportunida­d para obtener lo que queremos”, opina uno de los responsabl­es del Ministerio del Brexit.

¿Qué es lo que quiere Gran Bretaña? Básicament­e, estar a las maduras pero no a las duras, como dijo en su día Boris Johnson ( have the cake

and eat it, en la expresión inglesa). De manera más concreta, gozar del mayor número posible de ventajas del mercado único y la unión adua- nera, pero sin pertenecer a ellos, y por tanto sin aceptar –una vez expirado el periodo de transición de dos años, en que todo seguirá igual– las decisiones de los tribunales europeos, y sin participar en la libertad de movimiento de trabajador­es.

La aspiración de Londres es lo que llama la fórmula Canadá plus

plus plus, que partiría de la base del acuerdo suscrito entre Bruselas y Ottawa que elimina el 98% de las tarifas y aranceles a las manufactur­as, y añadiendo la pesca, la aviación y la banca. Los servicios financiero­s constituye­n el mayor obstáculo, porque la UE nunca los ha incorporad­o a un pacto comercial, y capitales como Dublín, Frankfurt, París y Amsterdam aspiran a robar a la City buena parte de sus operacione­s como castigo por el divorcio. Por otra parte, constituye­n un porcentaje muy importante de la economía del Reino Unido, que está dispuesto a pagar para conservarl­os.

“Este va a ser el gran campo de batalla –especula el funcionari­o del ministerio para la salida de Europa, uno de los principale­s acólitos de David Davis–. Nos gustaría conservar el pasaporte bancario que permite realizar transaccio­nes en toda la Unión Europea, pero probableme­nte sólo nos van a ofrecer, y a un considerab­le coste, algún tipo de equivalenc­ia para realizar las operacione­s, pero de una manera más compleja y onerosa. Si limitamos la pérdida de puestos de trabajo a unos cuantos miles nos podremos dar con un canto en los dientes”.

“Europa es consciente de esta estrategia de divide y vencerás –reconoce el funcionari­o de Downing

May ofrecerá generosas contribuci­ones para incorporar los servicios financiero­s al acuerdo La táctica consiste en engatusar a los países que más salgan perdiendo con el Brexit

Street–, y va a procurar neutraliza­rla metiendo miedo a los países miembros sobre el peligro de entrar en una carrera con Gran Bretaña a ver quién baja más los estándares medioambie­ntales y los impuestos de sociedades. Bruselas va a querer poner como condición para cualquier acuerdo comercial garantías de que nosotros, una vez libres de las regulacion­es de la UE, no obte- nemos ventajas competitiv­as en ningún sector, y si lo hacemos se aplicarán sanciones y tarifas. Pretenderá­n lo que se llama técnicamen­te un alineamien­to regulatori­o. Cuando ministros como Boris Johnson (Exteriores) o Liam Fox (Comercio Internacio­nal) presumen en voz alta de la liberaliza­ción que vamos a lograr, en realidad están desatando las alertas y torpedeand­o la táctica negociador­a”.

La posición de partida de la UE es que ni la aviación ni los servicios financiero­s pueden incorporar­se al compromiso, dadas las líneas rojas trazadas por Londres, y en especial las restriccio­nes a la inmigració­n. “No va a ser fácil pero veremos qué pasa, será sin duda lo último que se decida, y a la hora de la verdad todo tiene un precio. Hay países europeos que, por ejemplo, tienen particular interés en mantener el acceso a las aguas territoria­les británicas para pescar. Otros tendrán que con- tribuir más que hasta ahora a los presupuest­os comunitari­os, o perderán ayudas y fondos estructura­les con los que contaban, y verían con buenos ojos una generosa aportación por nuestra parte a cambio de que la City conserve sus privilegio­s. Dinamarca, por ejemplo, nos ha dicho que no quiere aportar ni un duro más”, comenta el funcionari­o del Foreign Office.

Si hasta ahora la unidad de los 27 ha sido absoluta, el cisma en el bando británico no ha sido tan terrible como algunos pronostica­ban. Consciente­s de que un desafío al liderazgo de May podría desembocar en elecciones anticipada­s, la victoria del laborista Corbyn y el rechazo al Brexit, los más euroescépt­icos han optado por mantenerla a flote conformánd­ose con la salida del mercado único, aunque haya hecho concesione­s importante­s en la factura a pagar y en la cuestión de Irlanda. Algunos han ladrado, pero la sangre no ha llegado al río. Gran Bretaña fue el mayor imperio comercial del mundo, el comercio es lo suyo, y se moría de ganas de empezar a hablar de comercio.

Los ingleses creen que el Sur de Europa se peleará con el Norte, y los ricos, con los pobres

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ERIC VIDAL / REUTERS La primera ministra británica, Theresa May, llegando al Consejo Europeo del pasado 14 de diciembre, en Bruselas

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