El decaer de los cines
La exhibición tradicional afronta un año de renovación decisivo frente al empuje de las plataformas digitales
La gran pantalla pierde espectadores año tras año en beneficio del consumo doméstico, donde la oferta de canales temáticos, internet y la piratería están ganando la partida a los cines tradicionales, obligados a reinventarse con la última tecnología para sobrevivir.
Muchos años después, frente a una de las dos grandes pantallas de la Filmoteca, sentado en una butaca como las de antes, cómoda, resistente y poco ruidosa, Esteve Riambau, director de la Filmoteca de Catalunya, revive lo que significaba el cine...
“Los años sesenta y setenta fueron mágicos”, dice el director de esta institución, cuyo cometido es doble, como la de todas las grandes filmotecas. Por un lado, preservar las películas: conservar la historia del cine. Tarea la que, cada vez más, se le suma otra nueva: mantener viva la manera de ver esas películas, en una gran pantalla frente a la que se reúne la gente.
“Hubo un tiempo –señala Riambau– en el que cine era comparable a las grandes manifestaciones culturales del momento. Fellini, Buñuel, Bergman y tantos otros cineastas tenían estatus de artistas, jun- to a los escritores, pintores y arquitectos del momento. Pero en estos momentos, como arte, el cine pierde relevancia cultural y vuelve a ser lo que había sido en sus inicios”, dice el director de la Filmoteca. Y hablamos, en realidad, de sus verdaderos inicios.
El 31 de agosto de 1897 Edison patentó el kinestoscopio, el primer aparato en el que se podía ver imágenes en movimiento. Era aquel un instrumento de consumo individual, para un sólo espectador. Opuesto al modelo colectivo imperante durante más de cien años; por lo menos desde que los Lumière realizaron una de sus aportaciones, quizá la más importante, al arte cinematográfico: el invento de la taquilla. Y de paso, inventaron la exhibición y la audiencia. “En estos tiempos el cine ha vuelto a ser como en sus inicios, un asunto solitario y personal”, dice Riambau.
El cine está dejando de verse en las salas. Según la contabilidad del Ministerio de Cultura, en España el llamado hasta ahora séptimo Arte convocó cerca de 147 millones de espectadores en el año 2001. En el 2016 los datos son otros muy diferentes. Hablan de tan sólo cien millones de espectadores en total. En quince años, pues, se ha perdido un tercio de la audiencia de las salas.
Y no obstante, se consume más ficción cinematográfica que nunca. A la televisión tradicional se suman desde hace años las plataformas digitales, con Netflix y HBO a la cabeza, y Filmin, entre otras, en el ámbi- to español. Además está YouTube, con su oferta multiplicada de películas, y sigue la descarga de material audiovisual de forma más o menos alegal. Todo apunta a que, en 2018, acabará por tener razón Edison. ¿Cómo afrontará los nuevos tiempos el cine tradicional?
“Cómo si viviéramos instalados en una montaña rusa”, dice Pere Sallent, impulsor de los HD Cinemas del centro comercial Splau, en Cornellà de Llobregat. Veintiocho salas que ofrecen lo mejor en tecnología de proyección y sonido a su más de un millón de espectadores anuales, lo que convierte estos multicines en los más taquilleros de Catalunya.
Para Sallent, “las grandes plataformas –en las que hay que incluir a gigantes como Google y Amazon, con fondos que parecen inacabables– llevan al publico a dónde quieren”. Mediante sus algoritmos y el uso del big data, estas nuevas formas de consumo no parecen buscar el beneficio. Están creando nuevos hábitos de consumo, marcados por su oferta multipantalla. El objetivo a medio plazo es dominar la exhibi- ción. Es un pulso a la tradicional forma de ver películas, y la exhibición se siente amenazada. Las grandes cadenas concentran cada vez más sus esfuerzos: la inversión necesaria para mantener el paso de la innovación tecnológica es brutal. La vida de los proyectores digitales es mínima comparada con los proyectores de 35 mm., que eran para toda la vida. Una nueva renovación, además, se otea en el horizonte, cuando todavía muchos cines no han acabado de pagar la anterior. A todo esto, el público percibe los precios de la entradas como elevados...
“Sólo nos queda ofrecer una experiencia superior”, afirma Sallent. O sea, grandes y mejores pantallas, sonido inmersivo, lujosas butacas. “Debemos encontrar nuestro lugar”, dice Sallent. Lo cierto es que la sala ya no ocupa el centro de la experiencia audiovisual, que se ha desplazado a las pantallas domésticas. El 2018 puede ser un año decisivo para saber hacia dónde va la exhibición futura. Antes de que unos a otros nos preguntemos, ¿te acuerdas de cuando íbamos al cine?
El cine vuelve a los tiempos del kinestoscopio de Edison, un aparato de consumo individual