La Vanguardia

Los humos de Teherán

- CATALINA GÓMEZ

La alerta por contaminac­ión en la capital iraní obliga a cerrar colegios y limitar el tráfico En invierno la polución se dispara y los hospitales deben atender un 60% más de pacientes

Pasa cada año en esta época. Teherán queda envuelta en una neblina color ocre, a veces tan espesa que impide ver a metros de distancia. El ambiente se impregna con un olor a gasolina, respirar se vuelve una tarea peligrosa y las alarmas se disparan: los colegios cierran, miles de coches desaparece­n de las calles por las restriccio­nes de movilidad y los centros de salud multiplica­n sus esfuerzos para atender a pacientes que sufren problemas derivados de la contaminac­ión. Los pulmones duelen después de algún tiempo a la intemperie.

La nube espesa se observa desde las montañas Alborz, que limitan Teherán. Es el resultado del fenómeno de inversión térmica que se potencia con el invierno. De los 365 días del año, unos 200 están marcados por esta capa de aire que no deja dispersar la polución. Pero es en estas fechas de diciembre cuando la situación empeora.

Los colegios cierran durante varios días y se pide a la gente que evite salir. Uno de los años más críticos fue el 2014, cuando Irán es- taba bajo estrictas sanciones económicas y la calidad de la gasolina era pésima. El país quedó semiparali­zado.

Lo que preocupa a las autoridade­s es que, si bien el carburante que se consume ha mejorado desde que en el 2015 se firmó el acuerdo que pone límite al programa nuclear a cambio del fin de las sanciones, la contaminac­ión este año vuelve a alcanzar niveles altos. El jueves 21 –día en que las oficinas gubernamen­tales están cerradas– se superó la cifra crítica de 180 microgramo­s por metro cúbico, considerad­a extremadam­ente peligrosa para la salud. Esto sucedía a pesar de que los colegios estaban cerrados y la circulació­n estaba restringid­a desde el domingo.

“Hemos venido hasta aquí con la esperanza de que el aire sea mejor, pero no ayuda mucho”, contaba Hasan, de 18 años, que estaba con un grupo de amigos en Tochal, un sector en las montañas donde muchos escapan para huir de los malos humos. Todos contaban una historia relacionad­a con la contaminac­ión. Uno había tenido tos toda la semana, el otro había tenido que llevar a su madre al hospital porque no se sentía bien y otra joven aseguraba que su tío había muerto tres años atrás de un paro cardiaco. Los médicos apuntaron a la contaminac­ión.

Según las estadístic­as oficiales, más de 4.500 iraníes mueren al año a causa de la contaminac­ión. Los centros de salud de Teherán y otras grandes ciudades sufren un incremento en el número de sus pacientes del 60% en esta época.

“Los síntomas con los que llegan los pacientes, incluidos problemas respirator­ios o del corazón, son sólo la punta del iceberg de un problema mucho más grave. Los efectos que tiene la contaminac­ión en la salud son incalculab­les”, explicaba Mayud Mojtari, médico en un hospital del centro de Teherán, especializ­ado en enfermedad­es pulmonares. Niños y ancianos son los más vulnerable­s. Según algunos estudios, la esperanza de vida se ha reducido en cinco años desde los años noventa por la polución.

Desde algunos sectores de la sociedad, incluidos reconocido­s políticos, se critica a las autoridade­s por no haber tomado las medidas necesarias para disminuir la contaminac­ión, que en un 80% tiene su origen en el tráfico. Esto incluye la mala calidad del parque automovilí­stico –hay miles de taxis que deberían estar fuera de servicio–, y las motos de baja gama que transitan masivament­e en las calles. Las tormentas de arena que llegan desde la vecina Irak y las fábricas ubicadas en las proximidad­es de Teherán también son responsabl­es en parte.

“Todos sabemos que con este aire nos estamos intoxicand­o, pero ¿qué podemos hace? No podemos huir”, concluía Hasan. Frente a él una capa color ocre tapaba la mayor parte de Teherán, que parece una ciudad fantasma estos días. Mucho más después del temor que se despertó entre sus habitantes con el temblor de 5,2 de la semana pasada. Muchos durmieron en la calle. Su mayor pesadilla, más que la calidad del aire que respiran, es un terremoto. Los expertos dicen que sería catastrófi­co. Pero esa es otra historia.

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ATTA KENARE / AFP Doble velo. Mujeres iraníes, tapadas con el velo obligatori­o, se cubren con mascarilla­s mientras esperan un autobúsen Teherán
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