La Vanguardia

‘Demos’ y ‘kratos’

- Pilar Rahola

Recuerdo poco de mi año de griego, más allá de la curiosidad por el origen de muchas palabras y de intentar en vano traducir algunas páginas de la Ilía

da. Pero me queda intacta la pasión por los clásicos, hasta el punto de que cada verano retorno a la Bernat Metge para bucear entre griegos y romanos. Nunca decepciona­n, quizás porque no hay nada más moderno que lo clásico.

De aquellas viejas clases de griego me quedó lo del demos y el kratos, los dos vocablos que dan sentido a la palabra democracia. Es decir, el pueblo y el poder o, dicho en propiedad, el poder del pueblo.

Por mucha evolución del concepto a lo largo de los siglos, permanece intacta la idea original: la democracia es el sistema político que sitúa el poder en la ciudadanía y de ella emana la representa­ción pública.

Cualquier vulneració­n severa de ese principio jerárquico, de abajo arriba, quiebra su esencia.

¿Habrá estudiado griego Rajoy? Quién sabe, pero si lo estudió no lo entendió. Ni él, ni Pedro Sánchez, ni el resto de amigos del festín del 155, obcecados en mantener una estrategia de represión sistemátic­a como único lenguaje político, al tiempo que desprecian los resultados electorale­s. ¿En qué democracia solvente se ha visto que un dirigente político convoque forzadamen­te unas elecciones, las pierda sonorament­e y las ignore ale- gremente? Y con el ignorar, añada el gobernar por encima de la voluntad ciudadana, en una vulneració­n tan severa de la democracia que la cosa pierde el nombre para adquirir su reverso.

Catalunya ha dicho no al 155, un no rotundo e inapelable. Y, sin embargo, tanto el PP como el PSOE, a tenor de las declaracio­nes de los Zoidos y los Ábalos, y a tenor de las decisiones tomadas después del 21-D (mayor asfixia económica de las cuentas de la Generalita­t, persecució­n de ediles por delitos de opinión, uso del Tribunal de Cuentas para perseguir la acción del Govern, inicio de una causa general contra Catalunya, amenazas de toda índole, etcétera), parece claro que las elecciones sólo las convocaron para destruir a sus adversario­s y, fracasado el intento, las ignoran de la manera más soez.

Señor Rajoy, señor Sánchez, ¡perdieron! Hicieron el intento de preguntar a los catalanes y la respuesta fue clara: la represión no es la vía, los líderes políticos no deben ser encarcelad­os, no queremos el 155, volvamos a los cauces del respeto institucio­nal. Hubo, pues, democracia, pero viendo la reacción de los dirigentes españoles, parece claro que fue utilitaria, usada para acallar las voces discordant­es y no para escuchar al pueblo. Y cuando el mensaje no gustó, la ignoraron.

¿Ese va a ser el método, despreciar los resultados electorale­s, imponer el poder autárquico por encima del poder ciudadano, mantener el velado estado de excepción en el que estamos? Valiente estafa la suya, apelaron al de

mos, pero en realidad sólo querían imponer el kratos.

Convocaron las elecciones para destruir a sus adversario­s y, fracasado el intento, las ignoran

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