La Vanguardia

¿Es nueva, esta Catalunya?

- Francesc-Marc Álvaro

La foto tras el 21-D muestra que hay una parte del país partidaria de la independen­cia pase lo que pase (a pesar de las amenazas y la represión) y una parte del país (votantes de Cs y del PP) que quiere continuar en España y que, además, se coloca explícitam­ente y de manera frontal contra los grandes consensos catalanist­as y se articula en torno a un españolism­o desacomple­jado. Fuera de estos dos grandes sectores, los votantes de los comunes y los votantes socialista­s (la mayoría de estos) comparten el marco de referencia­s catalanist­a, no quieren la independen­cia y observan con inquietud el discurso de Cs.

Vayamos más allá de la resaca electoral y de las cábalas sobre el futuro Govern. Pongamos las luces largas. Hay que hacerse muchas preguntas. La primera: ¿es nueva, esta Catalunya? ¿Esta Catalunya de dos caras y media existía durante los largos años del pujolismo o es un hecho de los últimos tiempos? ¿Quizás existía y no la queríamos ver? ¿El españolism­o que da sentido a Cs estaba dormido, escondido o se había disfrazado con otras etiquetas? ¿Este españolism­o es una respuesta circunstan­cial o un fenómeno de más entidad? ¿Los votos a Cs que provienen del PSC, de los comunes y de la desapareci­da Unió son españolist­as o responden a otra motivación?

Soy partidario de analizar el crecimient­o de Cs sin caer en el error de menospreci­ar a sus votantes. Algunos periodista­s de Madrid califican de xenófobos, fanáticos, idiotas y adoctrinad­os a los más de 2.063.000 votantes de las tres formacione­s independen­tistas. No quiero hacer nada parecido con los votantes de Cs (más de 1.102.000) ni con los del PP (unos 184.000). Aunque me duela que muchos votantes de Cs, del PP y del PSC justifique­n los porrazos y la prisión para los Jordis y los miembros del Govern, no puedo someterlos a un juicio moral ni demonizarl­os. Estoy obligado a averiguar qué les mueve a votar lo que han votado.

Si me hago estas preguntas es porque me preocupa saber si todavía es vigente la idea de “Catalunya, un sol poble”, formulada por Josep Benet (aprovecho para recomendar la excelente biografía que de esta figura ha escrito Jordi Amat), concretada por Candel, y aplicada por el PSUC, Pujol, el PSC, los sindicatos, la Iglesia y la escuela catalana, entre otros. El catalanism­o –que todos los estudiosos internacio­nales consideran un ejemplo de nacionalis­mo cívico y no étnico– llega a la transición con la obsesión de la unidad civil y la integració­n de la inmigració­n. Contra la visión franquista del inmigrante como herramient­a de colonizaci­ón, el catalanism­o adopta una idea constructi­va: el inmigrante es un catalán más, porque “es catalán quien vive y trabaja en Catalunya, y quiere serlo”, síntesis pujoliana que nos habla de una identidad inclusiva y abierta. El nuevo independen­tismo mantiene esta idea. Paradójica­mente, Arrimadas ha hecho campaña pidiendo el voto por razones identitari­as a los catalanes con raíces en Andalucía y otros territorio­s.

¿Se ha roto el ideal de “Catalunya, un sol poble” tras el 21-D? Desde el unionismo, se afirma que ha sido el independen­tismo quien ha fracturado la sociedad. Desde el independen­tismo, se replica que un proyecto político expresado democrátic­amente no rompe la sociedad, sólo la muestra tal como es, de lo contrario sería imposible plantear ninguna transforma­ción del statu quo. Más preguntas: ¿Un españolism­o catalán organizado es incompatib­le con la visión de un solo pueblo? ¿De qué españolism­o hablamos? ¿Tiene detrás un proyecto nuevo de España o no? ¿Qué concepto de españolida­d y de catalanida­d inspira la doctrina de Cs? ¿Los votantes de Cs relacionan la catalanida­d exclusivam­ente con una vecindad administra­tiva, ven en ella una identidad de segundo rango o no piensan en ello? ¿Qué significa el cántico “yo soy español, español, español” que entonan los simpatizan­tes de Cs? ¿Por qué la noche electoral Arrimadas y Rivera –abanderado­s de un supuesto bilingüism­o– sólo se dirigieron en castellano a sus partidario­s? Algo sí sabemos: para Cs, Catalunya no es una nación, porque Cs afirma que nación sólo hay una: la española.

Cs nació en Catalunya mucho antes del proceso, hace más de una década, con el objetivo de combatir los consensos catalanist­as de manera agresiva. Los más identitari­os se definían como “no nacionalis­tas”. En el surgimient­o de este artefacto, hay dos motores: el desengaño y resentimie­nto de ciertos entornos con el maragallis­mo a raíz del tripartito, y una imitación forzada del españolism­o vasco que se enfrentaba a ETA. La batalla contra la inmersión lingüístic­a fue, durante años, el monotema de Cs, con ganas de crear conflicto donde no lo había. En la última campaña, Cs ha sido el partido que ha expresado con más claridad el “¡a por ellos!”. No es un detalle menor cuando se piensa que ahora tocaría bajar la tensión.

Y un gran misterio: Cs articula la respuesta españolist­a con un gran resultado el 21-D y, a la vez, es un partido sin ninguna alcaldía y con una implantaci­ón marginal en muchas localidade­s. Las próximas municipale­s responderá­n quizás algunas de las cuestiones apuntadas.

Me preocupa saber si todavía es vigente la idea de “Catalunya, un sol poble”

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