La Vanguardia

Políticas de ideas cambiantes

- Lluís Foix

La política ha salido del ámbito del control de los partidos. Está en la calle , en las redes sociales, en programas de televisión apresurado­s, en tertulias populistas y en personajes que salen en solitario y ganan elecciones en países como Estados Unidos o Francia. Donald Trump y Emmanuel Macron no son hombres de partido sino líderes casi instantáne­os, imprevisto­s, que han conquistad­o el poder al margen de la rigidez de las organizaci­ones.

Son el resultado de sociedades cambiantes, rápidas, en las que lo que más cuenta es el espectácul­o y el impacto de ideas y actitudes fáciles de digerir, breves y cortas, que son asumidas por inesperada­s mayorías.

Los partidos tienen que ponerse al día, buscar formas de comunicaci­ón con electorado­s cada vez más heterogéne­os. La victoria de Inés Arrimadas en Catalunya, al margen de que pueda o no gobernar, es la historia de una idea única presentada con machacona insistenci­a ante un electorado desconcert­ado que quería frenar la victoria clara del independen­tismo.

El desgaste de los partidos clásicos es casi universal. En Catalunya han quedado pocos de los que existían hace cinco años. Casi todos ellos han cambiado el nombre, han desapareci­do, se han fundido con otros o bien han mantenido sus siglas como ERC y PSC aunque sus políticas se han modificado sustancial­mente.

Recuerdo que cuando el Partido Comunista Italiano empezó a cambiar de adjetivos, alguien me hizo observar que cuando hay que cambiar tanto de adjetivos es mejor cambiar el sustantivo. Es una ley inexorable de la política. La falta de sintonía con los votantes puede dar un susto a Mariano Rajoy, como lo experiment­ó la derecha francesa desde los tiempos en los que Nicolas Sarkozy dis- putaba la presidenci­a. El SPD alemán, de la mano del prestigios­o Martin Schulz, se ha dado un tortazo en las elecciones federales. En Italia no se sabe bien dónde está la derecha o la izquierda desde que Berlusconi rompió todos los moldes.

Vivimos tiempos de política sin ideas o de ideas sometidas a los vaivenes de las redes. Cuesta admitir que la suerte que corre Carles Puigdemont haya dependido de dos horas de tuits como el de las 155 monedas de Gabriel Rufián, de unos estudiante­s que le llamaban “traidor” en la plaza Sant Jaume, de la amenaza de Junqueras de abandonar el Govern y de dos diputados de la antigua Convergènc­ia que anunciaban su dimisión si convocaba las elecciones. Le temblaron las piernas y proclamó la república mientras el Senado acordaba el artículo 155 que se tradujo en una desbandada general, unos huyendo a Bélgica y otros ingresando en la cárcel. Todo esto es muy poco serio. Ni Puigdemont ni Rajoy pueden mantenerse en el poder si se quiere encontrar una salida airosa al conflicto catalán. La solución tiene que venir de personas y equipos nuevos, capaces de sostener sus ideas pero dispuestos a aproximars­e a las de los demás.

Ni Rajoy ni Puigdemont pueden mantenerse en el poder si se quiere una salida al conflicto catalán

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