La Vanguardia

Los sueños propicios

- Julià Guillamon

Con otro amigo estuvimos almorzando un domingo, hace un par de años atrás, en La Fraternal d’Espolla

Cuando el cirujano nos dijo que a Cris se le había reventado un aneurisma, que se lo habían clipado y que había que esperar a ver cómo evoluciona­ba, pensé que la palabra aneurisma la había escrito: en un texto experiment­al, lleno de juegos con palabras médicas, uno de esos textos que escribes despreocup­adamente cuando todo va bien. Recordé un anuncio de La Marató de TV3 que pasaba meses atrás, el chaval sale de la escuela y contrae la mano para ver cómo se debe sentir su madre que ha sobrevivid­o a un ictus: Cris no podía soportar la sensiblerí­a de esta escena. Recordé que en unas páginas que escribí en verano, sobre los años ochenta, decía que ya no se oye a nadie decir que tal persona o tal otra s’ha

ferit. Recordé que, cuando empezaba a escribir, traduje un cuento de Villiers de l’Isle-Adam, Vera. Un año después de la muerte de Vera, todos los objectos de la habitación vuelven a estar exactament­e en la misma posición que aquel día: el conde d’Athol imagina que su amada regresa a casa. Me sentía culpable por cualquier cosa.

Después empezamos a soñar. Un amigo, nos conocemos de hace un montón de años, nos soñó rejuvenido­s y felices. Otro amigo soñó que se encontraba a Cris en el metro. La acompañaba un niño rubito al que hablaba en checo: “Era vuestro nieto”. Un tercero soñó que hablaba conmigo y me decía: “¡Qué tienes aquí?” Me habían aparecido unos puntitos azules en la fren- te, se abrían y eran flores. Con otro amigo estuvimos almorzando un domingo, hace un par de años, en la cooperativ­a La Fraternal d’Espolla. Nos encontramo­s con un baile de tarde, con un tipo que cantaba y tocaba un piano de esos que lleva ritmos incorporad­os. Nuestro amigo y Cris estuvieron bailando, él se hacía pasar por parisino y los otros bailarines –que venían de Colliure y Portvendre­s por el Coll de Banyuls, venían cada domingo y bailaban muy bien– se lo tragaron. Nos reímos mucho. Nuestro amigo soñó que Cris se sentaba en sus piernas, hacía malabarism­os y movimiento­s de gimnasia.

Yo soñé que estábamos en Llançà y salíamos de excursión. De pronto, al pasar frente a la Nàutica Garriga, con las barcas de plástico apoyadas de la fachada, recordé que aquellos días había llovido mucho. Le dije a Cris que no podríamos cruzar. Pasada la N-260 se encuentra una pista que sigue el curso de la riera. Cuando llueve, toda el agua que baja por la Valleta se concentra en aquella vaguada. Al llegar, en lugar de la riera seca nos encontramo­s un río. Pero en medio del río había un camino de piedras. Reconocí en seguida de donde salía aquel pedregal: una pared en el trayecto entre Colera y Portbou, en el pla de les Vaques. Es una pared de piedra seca medio desmoronad­a, muy ancha, se puede caminar por encima. Es lo que hicimos. El agua se iba filtrando por entre las piedras. Nosotros caminábamo­s por la pasarela y ya estábamos en la otra orilla.

Ha pasado un año y me gusta pensar que esta comunidad de durmientes, con sus sueños, nos acompañaro­n. Feliz 2018.

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