Polifacético Pere Romeu
La fotografía que ilustra estas líneas fue realizada por un siempre sorprendente e inesperado Pere Romeu en el Hipòdrom, en un temprano 1906.
Pero, ¿qué demonios se le había perdido al “gat” mayor en aquel contexto, y nada menos que en trance de captar automóviles entregados a realizar extrañas maniobras?
Le teníamos encasillado en la gestión, digamos, empresarial y artística de 4 Gats, y ese “digamos” le abocó al cierre, pues estaba mucho más empeñado en vigilar que ningún camarero limpiara una sola telaraña, que en el arqueo de la recaudación.
Gracias a la formidable investigación tan amplia como profunda llevada a cabo por Josep Bargalló ( Les set vides de Pere Romeu, editado por Acontraven), sabemos que el larguirucho y barbudo personaje, en sólo 42 años y por culpa de la tisis, fue capaz de llevar a cabo un sinfín de cosas.
¿Catacaldos, hiperactivo, curioso, dinámico? ¿O un poco de todo a la vez? Amante del deporte y la cultura, profesor de esgrima y patinaje, ciclista, automovilista, fotoperiodista, garajista, impulsor de fiestas deportivas, “empresario”, anglófilo, sí, y algo más: ¡modernista! Una especie de hippy de la época, atavío incluido. Lejos de mí la pretensión de esbozar ahora un listado exhaustivo.
Se había zambullido, y de cabeza, en la atractiva mar de la modernidad.
Esta fotografía la tomó en un Hipòdrom ya consolidado y por el que habían desfilado, al aprovechar la pelouse (un decir), una serie de intentos para ensayar la práctica de los deportes que del exterior se infiltraban entre los indígenas más curiosos y animados.
La imagen original era de formato panorámico, pero sólo se podía reproducir una porción, pues entera habría quedado reducida a la nada. En La Vanguardia se insertaba esta descripción del tema captado por Romeu: “Las gymkhanas de automóviles, nuevas en esta ciudad y tan en boga en el extranjero”. Corría 1906. Y no volvió a aparecer más información al respecto, ni siquiera con el neologismo vertido con otras grafías.
Romeu había cerrado ya la taberna y andaba el “ex gat” metido a fotoperiodista.
No creo que sea exageración alguna afirmar que fue el tipo más comprometido con la modernidad cultural y deportiva, lástima que perdiera los pocos cuartos al jugárselos como empresario, el perfil que menos le cuadraba; al no ser lo suyo, dejaba de prestarle atención y tiempo y ganas.
Porque fuerza es reconocer que en cuanto algo le atraía, como la esgrima, lograba ser considerado incluso no ya un simple tirador, sino hasta un buen maestro. A este respecto aún era más difícil conseguir lo mismo al calzarse unos inestables patines de ruedas.
En resumidas cuentas, la fotografía le atrajo como herramienta informativa sobre el deporte, que no como caja negra mágica para obtener imágenes artísticas. PERE ROMEU / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA