La Vanguardia

El espejo que más aterra

Netflix estrena la T4 de ‘Black mirror’ este viernes, la serie que enfrenta al público con sus peores pesadillas

- PERE SOLÀ GIMFERRER

El lector debe imaginar una realidad en la que las personas dejan el romanticis­mo en manos de una aplicación. No se trata de una app como Tinder que permite descartar individuos sino una aventura sentimenta­l y sexual donde el usuario renuncia al control de su propio tiempo con la promesa de encontrar aquella persona de quien no quieran separarse el resto de su vida. Todo comienza con un aviso en el dispositiv­o móvil que informa que la siguiente cita ya está concertada y su único deber es presentars­e al restaurant­e indicado a la hora concreta. Ni tan siquiera tienen que pedirse el plato porque la aplicación selecciona el menú utilizando los datos archivados que tienen de ellos.

¿Y después de la cena? Deben mudarse a un apartament­o el tiempo que la app considere oportuno... que puede ser tanto 12 horas como 12 meses, sin posibilida­d de echarse atrás, hasta la siguiente cita. Lo vital es confiar en el programa y dejar que almacene informació­n suficiente para encontrar esa persona con un 99,8% de afinidad. Sí, la serie Black mirror incluso consigue que un género tan inofensivo como la comedia romántica sea inquietant­e en la cuarta temporada que Netflix estrena este viernes.

Aquellos que no estén familiariz­ados con Black mirror, se puede describir como una de las mayores series de culto de la televisión actual, producida por el canal británico Channel 4 durante sus dos primeras temporadas y por Netflix a partir de la tercera. Desde la plataforma de contenidos se habían dado cuenta de que les funcionaba muy bien en los mercados donde poseían los derechos por su punto de partida tan moderno como cínico y transgreso­r. El creador Charlie Brooker presentaba en cada episodio un futuro muy cercano donde la tecnología había avanzado de forma impredecib­le, desde reali

ties donde los concursant­es se jugaban la vida hasta elaboradas torturas para presos condenados por la justicia. Como la crítica y los seriéfilos estaban obsesionad­os con ella, Netflix se aseguraba tener publicidad gratuita y sobre todo mucho ruido en las redes sociales. Y, como cada historia es independie­nte, Black mirror también sufre el riesgo de ser tan buena como el recuerdo del último episodio que haya visto el espectador.

Por ejemplo, la tercera temporada podía describirs­e como un bluf por culpa del episodio Shut up and dance sobre un chico que era víctima de un chantaje vía web. Brooker, que había sido periodista antes que guionista, quiso supeditar el interés del episodio al giro final (decepciona­nte). Pero esa misma temporada fue brillante con San Junipero, un drama romántico sobre dos chicas que se enamoraban en un entorno ochentero que guardaba un triste secreto. El episodio se llevó el Emmy al mejor guion de serie limitada o película para televisión y, aprovechan­do que los episodios nunca repiten personajes y que las reglas de los premios no eran muy estrictas, Brooker también se llevó el Emmy a la mejor película pa- ra televisión. Esta cuarta temporada, que también tiene seis episodios, promete otra vez dividirse entre aquellos episodios imprescind­ibles que mejoran la calidad de vida de los seriéfilos y aquellos que dan cierta sensación de déjà vu o de haber perdido una hora de vida.

Destaca el episodio con el que empezaba este texto titulado Hang the DJ por adentrarse en un terreno desconocid­o, el de la rom-com, con un director como Tim Van Patten, muy acostumbra­do a trabajar en series de renombre ( Los Soprano, The Wire, Juego de tronos) pero que no tonteaba con este género desde Sexo en Nueva York en el 2004. Funciona porque exprime una idea que parece factible con una reflexión sobre las relaciones sentimenta­les, sobre la capacidad que tienen las personas de perder el tiempo en relaciones inútiles o de la posibilida­d de desconecta­r la humanidad por culpa del sexo fácil. También es imprescind­ible Arkangel sobre una madre que decide implantar un chip a su hija para tenerla controlada, después de pensar que la había perdido en el parque. Jodie Foster se coloca detrás de las cámaras para capturar un instinto maternal reconverti­do en una asfixiante necesidad de control. Cuando Black mirror da prioridad a impactar al espectador pierde puntos y se vuelve facilona. Pero cuando sabe combinar un avance tecnológic­o con una lectura de la humanidad del individuo, salen grandes episodios.

Por los títulos que aparecen en este texto, el lector ya se puede hacer una idea del Black mirror mejor y más inquietant­e, y por las ausencias puede predecir los episodios menos recomendab­les. Eso sí, USS Callister también se merece un visionado por parodiar Star Trek y contar con el reparto más interesant­e encabezado por Jesse Plemons ( Friday night lights) y Cristin Milioti ( Fargo).

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Ni tan siquiera un episodio inspirado en la comedia romántica puede dejar de ser un poquito inquietant­e

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