La Vanguardia

Paul-Harden: química entre amigos

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James Harden es segurament­e el mejor jugador que nunca ha sido elegido MVP de la NBA. Su equipo, Houston Rockets, fue dos veces campeón, en 1994 y 1995, y en la primera de esas campañas estableció su mejor marca de victorias (58 en 82 partidos, un 70,7%). Todo eso puede pasar a la historia esta temporada. Harden está jugando mejor que nadie, incluso sin olvidar el altísimo nivel que ha recuperado LeBron James (cuatro veces MVP, él sí, entre el 2009 y el 2013), y catorce triunfos consecutiv­os antes de caer los tres últimos choques (coincidien­do con la lesión de Chris Paul, pieza clave) han catapultad­o a los Rockets a un 25-7 (78,1% de victorias) que solamente superan por muy poco los Warriors, su verdugo el día de Navidad.

Al equipo de Mike d’Antoni le ha sentado de maravilla el fichaje de Chris Paul. De un base que ha sido nueve veces All Star solamente cabía una duda: su química dentro de la pista con un James Harden que, siendo un escolta, en la práctica se encargaba (y sigue haciéndolo) de dirigir buena parte de los ataques de su equipo. Fuera de ella no podía haber problemas. Son grandes amigos y el pasado 25 de junio Paul telefoneó a Harden y le dijo: “Quiero jugar en Houston. Quiero jugar contigo”. Tres días después se hacía oficial un fichaje que el mánager general de los Rockets, Daryl Morey, venía persiguien­do desde el 2005, cuando él trabajaba para los Celtics y ofreció en vano a su estrella Paul Pierce para llevarse a Chris Paul el día en que New Orleans Hornets lo escogió en el número 4 del draft.

La espera ha valido la pena, aunque todavía quedan lejos las notas de final de temporada. De momento, Paul, ausente por una lesión en la rodilla en los catorce partidos siguientes a su debut con los Rockets, sólo ha perdido el antepenúlt­imo, que acabó lesionado en los abductores (15-1 para él), y forma con Harden una de las parejas exteriores más productiva­s que ha conocido la NBA. En todos los sectores del juego. Por un lado, su aportación conjunta es sencillame­nte abrumadora: 50,3 puntos, 10,6 rebotes y 18,2 asistencia­s entre los dos. En ataque, los Rockets son los mejores, con 115,1 puntos de promedio, y están convirtien­do 15,9 triples por en- cuentro, muy por encima de sus 14,4 de la temporada anterior… que ya son de momento el récord histórico de la competició­n. Que las tres mejores marcas se hayan conseguido en las dos campañas más recientes y que estén en poder de Houston, Golden State y Cleveland subraya una doble tendencia indiscuti- ble: hay más triples que nunca y los que más convierten son los mejores equipos. Harden, máximo anotador de la NBA el año pasado y líder también ahora (32,4 p), ha añadido un nuevo movimiento a un arsenal ofensivo que ya le hacía imparable en el uno contra uno: da un paso atrás antes de lanzar un triple y está en los mejores números de su carrera desde larga distancia, líder en intentos y en éxitos. Resulta, además, que toca más balones que nunca pese a la llegada de un nuevo base y continúa siendo quien más tiros libres lanza y transforma de toda la liga, como en los tres años anteriores.

Pero la presencia de Paul también se ha hecho notar en defensa, aspecto en el que es un consumado especialis­ta, siete veces miembro del mejor quinteto defensivo. Como lo son otros dos recién llegados: el alero PJ Tucker, que fue un trotamundo­s entre el 2007 y el 2012 (Israel, Ucrania, Grecia, Italia, Puerto Rico, Alemania), y el ala pívot camerunés Mbah a Moute, ahora lesionado en el hombro. Ninguno de los dos es titular (Ariza, Anderson y Capela lo son junto a la pareja estelar), pero, igual que Gordon, juegan más de 25 minutos por partido. Y los 109,6 puntos que encajaban de media el año pasado se han reducido ahora a 105,6. Un detalle vital para aspirar a todo.

En ataque, los Rockets son los mejores, con 115,1 puntos de promedio

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