Las cenizas de Inglaterra
Spion Kop, Gallipoli, Gazala, Almansa, Monongahela, Saratoga, Isadlwana, Medlay, Dieppe, Singapur, Maguba Hill, los estrechos de Dinamarca... Grandes derrotas militares han marcado la historia de este país. Pero también hay otras debacles, deportivas, que han dejado profundas cicatrices en la psique colectiva nacional: los Eden Gardens de Calcuta, el Kensington Oval de Barbados, Feroz Shah Kotla en Delhi, Galle en Sri Lanka, el Gadaffi Stadium de Lahore, Sabina Park en Kingston, Newlands y Wanderers en Sudáfrica, Wellington, Trinidad... Y es que el críquet forma parte de la personalidad de Inglaterra, de su naturaleza y legado imperial.
Así se lo toman desde luego los australianos, para quienes derrotar a la antigua metrópoli es símbolo de la resistencia al viejo dominio colonial, y una expresión de afirmación patriótica e identidad como pueblo. En el mundo del deporte hay pocas rivalidades tan intensas como los ashes (cenizas), las series de cinco partidos que aproximadamente cada dos años –una vez en un país y otra en el otro– disputan ingleses y aussies. La pasión, satisfacción por ganar y la miseria en caso de perder son equivalentes a los de una final del campeonato del mundo de fútbol o de rugby.
El Melbourne Cricket Ground (MCG), un estadio con 160 años de historia y capacidad para cien mil personas, es el equivalente de Maracaná. Y es tradición que todos los días de San Esteban se celebre un partido internacional importante en un ambiente carnavalero. Es verano en las Antípodas, y como los partidos duran todo el día, las familias acuden con las cestas del picnic llenas de restos de la comida navideña. Anteayer la fiesta fue más especial todavía, al tratarse de la primera jornada del cuarto test contra Inglaterra, con la victoria (y la reconquista de las cenizas) ya garantizada tras los triunfos en el Bacca de Brisbane, el Oval de Adelaida y el Waca de Perth.
El capitán de los aussies y uno de los bateadores más brillantes de su generación, Steve Smith, alzó la diminuta urna (el trofeo más pequeño de cualquier competición deportiva internacional) en medio del rugido del gentío. En su interior hay efectivamente unas cenizas, aunque no se sabe a ciencia cierta si de un palo de críquet, de una pelota, o del velo de una mujer, hay teorías para todos los gustos. En agosto de 1882 los ingleses fueron derrotados por primera vez a domicilio, y un joven periodista llamado Reginald Shirley, del Sporting Times, escribió irónicamente un obituario del equipo de Inglaterra, que concluía así: “El cuerpo será cremado, y sus cenizas trasladadas a Australia”. Y así comenzó la tradición.
En muy pocos deportes influye tanto el factor campo como en el críquet. No sólo por las dimensiones del estadio, las características de la superficie donde se juega y las condiciones climatológicas (calor, humedad, altura...), sino hasta por la pelota, que es distinta y puede variar en peso y circunferencia. En Inglaterra se utiliza una kent, adecuada a las características de los jugadores nacionales, mientras que en Australia se juega con una kookaburra, que potencia las habilidades de los lanzadores y bateadores del país de las Antípodas.
Debido en gran parte a ello, el equipo local suele ganar la batalla de las ashes desde que comenzaron a finales del siglo XIX unos duelos que han visto lo mejor de estrellas de este deporte como Don Bradman (cuyo récord de 452 carreras not out sigue vigente), Shane Warne o Ricky Pointing. La figura del capitán es infinitamente más importante que en fútbol, ya que ha de tomar decisiones estratégicas clave (el orden de bateo, la preponderancia de diestros o zurdos, empezar boleando o pegando a la pelota, poner énfasis en la velocidad o en el efecto...) en función del estado de la superficie, la proporción de hierba y arcilla que tiene, la amenaza de lluvia, la alineación del rival...
Joe Root, el de Inglaterra, ha sido muy criticado y su futuro pende de un hilo, aunque la causa fundamental de la derrota –aparte del factor campo– han sido la indisciplina, la baja forma de jugadores como Alistair Cook, Stuart Broad y James Anderson, el hecho de que los australianos lancen cómodamente la pelota a 90 kilómetros por hora mientras los ingleses sufren para pasar de los ochenta, y la indisciplina: Ben Stokes se quedó en casa procesado por conducir bajo los efectos del alcohol, y ha habido salidas nocturnas que han acabado a mamporros a las cuatro de la mañana.
Con las cenizas perdidas en Brisbane, Adelaida y Perth, para Inglaterra se trata de salvar los muebles en Melbourne y Sydney, y evitar una humillante derrota por 5-0 como las del 2007 y el 2014. Que meta en la dichosa urna, por pequeña que sea, el orgullo nacional.
El calor, la humedad, la altura, la superficie, la lluvia y el tipo de pelota son una gran ventaja para los locales
Australianos e ingleses disputan cada dos años los ‘ashes’, una de las grandes rivalidades en el mundo del deporte
El ganador se lleva una pequeña urna llena de cenizas, no se sabe si de un palo, una pelota o un velo de mujer