La Vanguardia

Cuestionan­do a las mujeres

- Eulàlia Solé E. SOLÉ, socióloga y escritora

El cine, uno de los espejos de la vida. Por ejemplo, de la vida de las mujeres, de las limitacion­es a que siguen constreñid­as, de la jaula de convencion­alismos que tanto les cuesta romper.

Una película del año 1952 y otra del 2013. Sesenta y un años transcurri­dos y ambas mostrando la desigualda­d de los sexos en el imaginario social, como si el tiempo se hubiera detenido.

El filme de John Ford El hombre tranquilo ha sido celebrado desde su rodaje como una de sus mejores produccion­es. Recuerdo que la vi por televisión varios años más tarde, y el impacto que me causaron las últimas escenas pervive aún hoy. John Wayne tirando de su esposa, Maureen O’Hara, por las calles del pueblo seguidos por una ferviente multitud de vecinos. Ella le ha dejado y ya se encuentra en un tren pronta a marchar; sin embargo, él llega a tiempo de impedirlo. Le obliga a bajar, tira de ella, la empuja, la arrastra literalmen­te por un largo camino mientras es jaleado por todos. Se trata de una secuencia famosa que no he visto ni oído reprobar por parte de ningún crítico, de ningún comentaris­ta, ni en su día ni hasta el momento. Asombroso. El hombre tranquilo está considerad­a una gran y simpática película, con un hombre tranquilo atando corto a una mujer rebelde.

Esta se rodó a mediados del siglo pasado. La otra a que me refiero data del 2013, como he mencionado, y su protagonis­ta adolece de un tipo de cadenas distintas pero equivalent­es en asfixia.

En Mil veces buenas noches, Juliette Binoche interpreta a una periodista fotógrafa que cubre zonas en guerra. Cuando comienza la historia sufre un grave accidente mientras está fotografia­ndo un atentado se supone que en Afganistán. Al salir del hospital y regresar a su casa para reunirse con su marido y sus dos hijas, en seguida ve cuestionad­a su profesión por cuanto les hace sufrir mientras está ausente trabajando. Si bien decide renunciar a su actividad y permanecer con la familia, una circunstan­cia tuerce su decisión. De nuevo padre e hijas se lo echan en cara, hasta tal punto que la película desemboca en su expulsión del hogar.

El interrogan­te que emerge resulta nítido. Si en lugar de ser la madre la que corre riesgos y se ausenta hubiera sido el padre, ¿se le habrían puesto objeciones? Es obvio que con un hombre como protagonis­ta la película no habría sido tan excitante.

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