Un abrazo entre cenizas
El jefe del Estado portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, aumenta su popularidad a base de reconfortar a las víctimas de la grave oleada de incendios que ha sufrido el país
El presidente portugués Marcelo Rebelo de Sousa se ha volcado en apoyar a las víctimas de los incendios del verano, con las que ha pasado la Navidad, lo que le ha granjeado simpatías entre la población.
Sobre la tierra quemada del ennegrecido bosque portugués del 2017 ha emergido un arma política de popularidad masiva, los abrazos. No se trata de achuchones cualquiera, pues son presidenciales, ya que quien los reparte es el jefe del Estado, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa. Lo hace con un depurado estilo, cargados de emotividad. Tras asistir in situ en la noche del 17 de junio a la tragedia del incendio de Pedrogão Grande, Marcelo, como le llaman los portugueses, no paró de aparecer en los escenarios de las sucesivas catástrofes para dar apoyo. Y pasó la Nochebuena y la Navidad en ese mismo municipio. Su ya antes elevada popularidad se disparó, mientras la crisis del fuego forestal le llevaba a poner fin a su luna de miel con el Gobierno del socialista António Costa.
Los incendios se cobraron este año en Portugal 109 vidas. Según el Instituto de Conservación de la Naturaleza y de los Bosques se quemaron 442.000 hectáreas, el equivalente al 4,8% del territorio. Las llamas se cebaron sobre todo con la zona centro del país, donde está Pedrogão, pero la devastación fue bastante general y el rastro de la ceniza se extiende de Norte a Sur. Por ejemplo, en Melgaço, en la frontera con la provincia de Ourense, al poco de entrar en Portugal se ve enseguida el manto negro sobre la montaña, mientras en los troncos calcinados de los eucaliptos ya han brotado hojas, para confirmar como esta especie se retroalimenta con el fuego que ayuda a propagar. Se trata del rastro de una plaga de llamas que alcanzó con virulencia a esta región del Miño en octubre.
El sufrimiento que dejó el fuego se convirtió en la principal causa de un presidente de la República, que durmió en Nochebuena en Pedrogão y en Navidad fue a misa allí, para comer después con familiares de las víctimas. En fin de año tenía previsto hacer lo propio en Oliveira do Hospital, el municipio más afectado por la segunda gran oleada de fuego, la de mediados de octubre, pero tuvo que suspender su agenda tras pasar el jueves por el quirófano debido a una hernia umbilical. Se trata de una cirugía menor, pero que obliga a guardar reposo a este político hiperactivo.
El primer abrazo de Marcelo por los incendios fue retransmitido en directo y estuvo acompañado de un poco habitual error de este profesor de Derecho Constitucional, veterano político y que antes de convertirse en presidente era el comentarista televisivo de mayor audiencia. Fue en Pedrogão, cuando al llegar se fundió en un afectuoso saludo con el secretario de Estado de Administración Interna, Jorge Gomes. Después el presidente avaló la actuación del Gobierno diciendo que “lo que se hizo fue lo máximo que se podía hacer”. Estas declaraciones y su propia actitud hicieron que Marcelo recibiese críticas desde su propio bando, el de la derecha.
“En momentos de dolor, a mí me gustó que la gente fuese cariñosa conmigo”, dijo Marcelo para defenderse de las críticas, mientras profundizaba en su línea de dar apoyo moral a las víctimas y ayudar en todo lo que pudiese. Así, en el incendio de la zona de Pedrogão hubo una señora que cuando se negaba a abandonar su casa cercada por las llamas recibió la llamada del propio presidente de la República para convencerla de que siguiese la orden de evacuación. Y Marcelo no paró de protagonizar abrazos, como el que le dio a un hombre desesperado al volante de un vehículo o a una señora vestida de negro, imagen que la revista Time difundió por las redes sociales. Se trataba de la adaptación a unas trágicas circunstancias de la presidencia de “afectos” que prometió al tomar posesión, en contraste con el aire distante y más bien huraño de su antecesor, el también conservador Cavaco Silva.
El fuego supuso un corte en las relaciones con el Gobierno del socialista Costa de un presidente que, en Portugal, pese a ser elegido directamente por el pueblo, tiene una función mucho más representativa que ejecutiva. Tras la oleada de octubre, Marcelo hizo un duro discurso televisivo desde uno de los municipios más afectados, exigiendo una respuesta a Costa, que después dejó caer a la ministra responsable del operativo, la de Interior.
En diciembre del 2016 el barómetro del semanario Expresso señalaba que el 68% de los portugueses tenía una opinión positiva del presidente, mientras un 11,2% la tenía negativa, lo que daba un saldo favorable del 56,8%, muy por encima del resto de dirigentes. Un año después, la valoración positiva subió al 71,7% y la negativa bajó al 8,7%, con un balance favorable de 63 puntos. Estos son los números del presidente de los abrazos.
Los fuegos quemaron el 4,8% del país y acabaron con la luna de miel del presidente y el primer ministro
Rebelo de Sousa pasa la Navidad en Pedrogrâo, población devastada por los incendios