La Vanguardia

VIAJE A SANDINOLAN­DIA

Ortega reinventa la revolución socialista a base de cristianis­mo y esoterismo, decidido a gobernar hasta que se muera

- ANDY ROBINSON Managua Enviado especial

Las i áge es de an l Orte a su es sap eden encontrars­e en cada e na de Managua, convertida en un colorista panfleto del exguerrill­ero reconverti­do en reyezuelo.

Entrando en Managua por la carretera panamerica­na, la capital nicaragüen­se parece exhibir aquellos síntomas inconfundi­bles del delirio del poder absoluto. En este caso, el poder del exguerrill­ero sandinista Daniel Ortega, residente del palacio presidenci­al La Loma desde hace once años y con al menos cinco más por delante. Sin olvidar los también sintomátic­os caprichos de la primera dama, la poeta y artista, Rosario Murillo, que fue elegida vicepresid­enta en las elecciones del año pasado. La autopista está bordeada por más de 100 enormes “árboles de la vida”, estructura­s de 17 metros de altura iluminadas con colores chillones, diseñados por la mismísima Murillo bajo la influencia de las filosofías orientales de su gurú espiritual, Sai Baba. Coste: 20.000 dólares la pieza.

En una rotonda atascada de tráfico parpadea una imagen de Hugo Chávez hecha con luces de neón, otra creación de Murillo, al igual que las imágenes iluminadas de todos los líderes del bloque socialista latinoamer­icano, de Augusto Sandino, el histórico guerriller­o anticoloni­alista que venció a los invasores estadounid­enses en los años treinta, y, por supuesto, de Ortega. Cada dos o tres kilómetros, se levanta un enorme cartel de la pareja presidenci­al, adornado con el nuevo color del sandinismo: rosa eléctrico en lugar del negro y blanco. “Tiempos de victoria”, anuncian. “Por gracia de Dios”. Es el eslogan del sandinismo del siglo XXI, un cóctel de socialismo, cristianis­mo y esoterismo.

Este híbrido del Strip de Las Vegas y un desfile en Pyongyang sólo podría ser la obra de un astuto estratega populista como Ortega que no ha dejado el poder del todo desde la revolución en 1979. Tenía la voz cantante en el Gobierno de Reconstruc­ción Nacional, creado por los sandinista­s tras la derrota de la dictadura de Somoza en 1979. Ganó las elecciones en 1984 e, incluso durante los años de los gobiernos liberales (y corruptos) de Enrique Bolaños y Arnoldo Alemán, entre 1990 y el 2006 , los sandinista­s controlaba­n el ejército. Luego, Ortega se impuso en dos elecciones consecutiv­as, con la ayuda de una enmienda a la Constituci­ón para legalizar la reelección. Ahora, pocos dudan de que el presidente, que acaba de cumplir 72 años, pretende perpetuars­e en el poder hasta la muerte. O incluso después si Rosario o uno de sus hijos, colocados al frente de los principale­s canales de televisión, deciden crear la dinastía.

“Lo que le pasa a Daniel es que no sabe cómo salir del poder; es una camisa de fuerza para él”, opina el novelista Sergio Ramírez, compañero y vicepresid­ente de Ortega en el primer gobierno sandinista. Quizás la camisa de fuerza sea Rosario, guerrilla a los 18 años que conoció a Daniel durante el exilio de ambos en Costa Rica. Ni las denuncias de las presuntas relaciones sexuales que Daniel mantuvo con una chica de 15 años han quebrado un matrimonio presidenci­al tan fuerte que muchos nicaragüen­ses creen que ella se ha hecho con las riendas del poder. Pero Ramírez discrepa. “El sandinismo es un mosaico complejo de intereses, eso sólo lo puede controlar Daniel”, dijo durante una entrevista en Managua.

¿Cual es el secreto del éxito de Ortega? “Por un lado, el viejo dis-

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Daniel Ortega se ha mantenido en el poder o cerca de él desde la revolución sandinista de 1979
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