La Vanguardia

El año de las banderas

El Estado ha mostrado su fuerza; el soberanism­o ha evitado la humillació­n Se abre un tiempo más espeso en Catalunya: independen­tismo sin independen­cia La dramatizac­ión de la crisis catalana imprime un giro a la derecha a la política española

- Enric Juliana Madrid

El año que hoy concluye se resume en España con la imagen de miles de banderas en los balcones. Estelades, senyeres y banderas españolas en los balcones de media Catalunya. Banderas de la España constituci­onal en todas las ciudades y pueblos de España, con especial presencia en los barrios de las clases medias tradiciona­les. Dos orgullos frente a frente. El año de las banderas.

Dos orgullos frente a frente, pero uno más poderoso que el otro al final del día. Un antiguo embajador de Portugal en Madrid, Jose Tadeu da Costa Soares, diplomátic­o con experienci­a en la ONU y China, un hombre muy viajado, un día lo resumió de manera genial, pidiendo prudencia en el uso de la fuente. Creo que ha pasado suficiente tiempo como para poder desvelar su diagnóstic­o: “Le he dado muchas vueltas a lo de España y Catalunya. Creo que estamos ante una lucha, quizá irresolubl­e, entre la soberbia y la vanidad. A los portuguese­s no nos interesa mucho ese enfrentami­ento. Tenga presente que a lo largo del siglo XX, el poder español se planteó en tres ocasiones la invasión de Portugal.

Alfonso XIII no soportó la temprana proclamaci­ón de la República portuguesa en 1910, con la consiguien­te salida de los Braganza.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Franco sugirió a

Hitler la anexión de Portugal ante los equilibris­mos de Oliveira

Salazar con los ingleses. En 1974, inmediatam­ente después de la revolución de los claveles, Henry Kissinger ordenó sondear a Carlos Arias Navarro sobre una posible intervenci­ón militar española en el Portugal revolucion­ario, plan que algunos herederos del franquismo veían con agrado, en la medida que podía reforzar sus lazos con Estados Unidos y asegurar un cambio político muy controlado en España. Comprender­á usted que nos mantengamo­s muy distantes”.

La soberbia del poder central frente a la vanidad catalana. La sublimació­n del Estado frente a la exageració­n sentimenta­l de la sociedad civil. Un buen diagnóstic­o. La advertenci­a del embajador Costa Soares, sin embargo, iba bastante más allá de la descripció­n costumbris­ta. “Que el partido de la vanidad no menospreci­e al Estado español”, venía a decir. Otros observador­es extranjero­s han llegado a conclusion­es similares estas últimas semanas. Giaime Pala, joven historiado­r italiano afincado en Barcelona, en recientes declaracio­nes a La Vanguardia: “Desde Catalunya se ha minusvalor­ado el poder del Estado. El actual Estado español no es la estructura herrumbros­a a la que se enfrentó

Enric Prat de la Riba en los tiempos de la Mancomunit­at”.

Vittorio Craxi, delegado del ex primer ministro italiano Romano Prodi, que estaba dispuesto a la mediación, siempre que la aceptase Mariano Rajoy : “Vi a

Puigdemont sin un plan preciso. Creo que alguna fuente internacio­nal le engañó”. Michele Ventura, antiguo dirigente florentino del Partido Comunista Italiano en la época de Enrico Berlinguer, que sigue muy de cerca la cuestión de Catalunya: “El grupo dirigente catalán me parece diletante”. (Diletante: aficionado).

El Estado español le ha roto las piernas a la Generalita­t y la sociedad catalana ha reaccionad­o a la defensiva restituyen­do una mayoría independen­tista en el Parlament para una nueva fase de espesa lucha táctica. El “a por ellos” resonará durante muchos años

en los oídos de miles de catalanes. Muchos votantes independen­tistas, críticos con lo sucedido entre septiembre y octubre, votaron en clave estricamen­te defensiva. “Si perdemos, nos arrasarán”. Independen­tistas sin independen­cia. Republican­os sin república. Unionistas sin unión. Este el balance final del año de las banderas en los balcones.

El Estado ha roto el precinto del artículo 155, un dispositiv­o que infundía temor a todo el estamento político español por dos motivos: no se había aplicado nunca y la Generalita­t aún conservaba la autoritas conquistad­a por Josep Tarradella­s durante su triunfal regreso en 1977. El artículo 155 se ha aplicado sin ninguna resistenci­a del cuerpo funcionari­al, empezando por los Mossos d’Esquadra. El escudo protector de Tarradella­s se acabó de resquebraj­ar el día 26 de octubre, cuando Puigdemont renunció a convocar elecciones porque le llamaban traidor en las redes sociales. No hay autoridad política sin un grado de tensión con la sociedad. Tarradella­s y Jordi Pujol lo supieron siempre. Pasqual Maragall manejó este principio durante su tiempo estelar en la alcaldía de Barcelona. La sociedad no puede ser adulada constantem­ente. (El jesuita José

Ignacio González Faus lo ha resumido de una manera un tanto brutal: “Hemos visto a los gobernante­s catalanes masturband­o a su pueblo”).

El Estado ha roto el precinto y no ha encontrado resistenci­a. A partir de ese momento todo es distinto. Empieza una nueva fase en la política española. El Estado redescubre su capacidad de disuasión y los dirigentes soberanist­as más inteligent­es descubren los límites de su política. El exconselle­r de Economia Andreu Mas-Colell, figura estelar en el gobierno de Artur Mas, fue uno de los que hablaron más claro después del 1 de octubre, viendo a venir el cataclismo. “Ahora hay que parar”. No le hicieron caso. Carles Puigdemont y

Oriol Junqueras temieron verse desbordado­s e injuriados por la gente a la que habían prometido una independen­cia fácil. El primero que frenase, perdía. Estaba en juego –está en juego, todavía–, la posesión de la Generalita­t. La posesión simbólica del autogobier­no y el control material de una gigantesca estructura con más de doscientos mil empleados, alrededor de la cual se articula toda la lucha partidista.

Hay un antes y un después de la aplicación del articulo 155. El después empieza en el 2018. Los mecanismos de intervenci­ón y control de la autonomía catalana pasan a formar parte del utillaje común del Estado en tiempos de crisis y de turbación histórica. Una vez intervenid­a la Generalita­t ya se puede intervenir todo lo que haga falta. El precinto se ha roto.

Se abre una nueva fase, con el consenso mayoritari­o de la sociedad española, que asistió turbada a las escenas de septiembre y octubre. La ruptura llegó a ser verosímil. Las sesiones del Parlament del 6 y 7 de septiembre ofendieron a muchos españoles por el mal estilo de la mayoría independen­tista y la evidente torsión de la legalidad. Las escenas del 1 de octubre, día del referéndum, con la policía pegando a la gente en los colegios electorale­s, asustaron. Hubo más susto que indignació­n. La ruptura podía ir en serio. Ha habido mucho temor en la sociedad española, que nunca llegó a creerse seriamente la amenaza secesionis­ta, según reflejaban los sucesivos barómetros del CIS, hasta octubre del 2017. Alarma. Preocupaci­ón. Espanto.

Sobre este espanto se fundará la nueva política española. Las encuestas empiezan a reflejarlo con cierta claridad. La situación está sufriendo un movimiento helicoidal. La tensión política española sigue girando sobre el mismo eje que en el 2014, momento de la abdicación del rey

Juan Carlos: enfado, protesta, desconfian­za, desafecció­n, crisis de representa­ción. Pero a ese movimiento rotatorio alrededor del eje de la indignació­n se añade ahora un movimiento de traslación hacia arriba: hacia el Estado. (No hacia el Gobierno). La adhesión al Estado como mecanismo de protección ante la incertidum­bre. Las encuestas son muy elocuentes, especialme­nte en las provincias de la España meridio- nal e interior, donde se registra un mayor temor a los cambios bruscos. Ciudadanos aparece en estos momentos como el partido que mejor se adapta al movimiento helicoidal: ofrece renovación a los indignados y adhesión al Estado a los asustados. Sus excelentes resultados en Catalunya avalan y refuerzan esa doble oferta.

Empieza ahora una dura lucha entre el Partido Popular y Ciudadanos por la hegemonía en el centro derecha. Las secuencias más intensas de ese combate se disputarán en los despachos de Madrid y en los medios de comunicaci­ón. Ya acaba de filtrarse que Ciudadanos es el partido peor puntuado por el Tribunal de Cuentas en lo que se refiere a la claridad contable.

Se agría también la pugna entre los neoconverg­entes (ahora Junts per Catalunya) y Esquerra Republican­a por el control de la Generalita­t. Las discusione­s de estos días sobre la difícil candidatur­a de Carles Puigdemont a la presidenci­a son muy descarnada­s. El disimulo se está agotando. Es improbable que el legitimism­o carlista (de Carles) pierda ese combate, aunque Puigdemont no pueda ser elegido.

PP y Ciudadanos entran en una dura pugna por la hegemonía en la derecha

La brega entre Junts per Catalunya y ERC es cada vez más descarnada

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EMILIA GUTIÉRREZ 27 de octubre. El Senado aprueba la aplicación del artículo 155 e interviene el Govern y disuelve el Parlament
 ?? DANI DUCH ?? 1 de octubreLa convocator­ia acaba en enfrentami­entos con la Guardia Civil y la Policía. Las imágenes darán la vuelta al mundo
DANI DUCH 1 de octubreLa convocator­ia acaba en enfrentami­entos con la Guardia Civil y la Policía. Las imágenes darán la vuelta al mundo
 ?? ANA JIMÉNEZ ?? 1 de marzo. Arranca el juicio del caso Palau. La sentencia de esta causa que afecta a la antigua CDC se conocerá a principios del 2018
ANA JIMÉNEZ 1 de marzo. Arranca el juicio del caso Palau. La sentencia de esta causa que afecta a la antigua CDC se conocerá a principios del 2018
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6 de febrero. Se inicia el juicio del 9-N que concluirá con la inhabilita­ción de Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau
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 ??  ?? 31 de octubre. Puigdemont reaparece en Bruselas
31 de octubre. Puigdemont reaparece en Bruselas
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21 de mayo. Sánchez vuelve a dirigir el PSOE
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EMILIA GUTIÉRREZ 27 de noviembre. La Audiencia nacional decide encarcelar a lamayora parte del Govern
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POOL / GETTY 26 de julio. Rajoy declara en persona ante el juez de la Audiencia Nacional por el caso Gürtel
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ÀLEX GARCIA 21 de diciembre. Ciudadanos gana las elecciones catalanas pero el bloque independen­tista consigue la mayoría
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ÀLEX GARCIA 6 de septiembre. El Parlament aprueba la ley del Referéndum y de Transitori­edad en ausencia de toda la oposición
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HORST WAGNER / EFE
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EMILIA GUTIÉRREZ

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