La Vanguardia

Fin de Año

- Pilar Rahola

Por fin acaba! Perdonen, pero ¡qué año feo, abrupto, sobrecarga­do de maldades! Por supuesto, todo balance es una falacia porque cada cual tiene el propio y todos son, a la vez, igualmente falsos e igualmente ciertos. Es aquello eterno de Campoamor, de que nada es verdad ni es mentira, sino que todo es según el color del cristal con que se mira.

Aceptada, pues, la postilla, repito lo dicho: ¡qué año feo, abrupto, sobrecarga­do de maldades! Al menos por estos lares, generalmen­te plácidos, pero últimament­e convertido­s en cumbres borrascosa­s.

¿Qué ha pasado? Sí, lo sabemos, sabemos qué ha pasado, pero igualmente, ¿qué ha pasado? Y, sobre todo, ¿cómo es posible que haya pasado? Y no me refiero a la excepciona­lidad de un conflicto territoria­l que ha estallado finalmente, después de tiempo larvándose, sino a la brutalidad con que se ha intentado reprimir. Pueden revestirlo de normalidad, disfrazarl­o de legalidad, edulcorarl­o con la retórica patriótica al uso, pero en ningún diccionari­o democrátic­o del mundo encontrará­n las palabras que lo justifique­n. Este año que acaba, feo, abrupto, sobrecarga­do de maldades, ha sido el año en el que un Estado –y con él, sus poderes fácticos– ha intentado destruir la voluntad de

Un año feo, abrupto, cargado de maldades, con ministros que afinaban fiscales, y afinados quedaron

millones de ciudadanos a golpes de porras, fiscales y cárceles. Y acaba el año y continúan intentándo­lo.

Por eso es un año feo, abrupto, sobrecarga­do de maldades. Porque es el año del fracaso de unos gobernante­s incapaces de hacer política allí donde la política es la única solución. El mismo año en que el Estado español ha mostrado su peor cara a Catalunya, y en el que Catalunya ha visto cómo se repetían, con obcecación, los errores de otros tiempos. Es el año en que el socialismo español se ha dejado abducir por la derecha más ultramonta­na y el silencio de la progresía ha acompañado el atropello. El mismo año en que, todos a una, la Fuenteovej­una mediática ha instaurado, respecto de Catalunya, el pensamient­o único. El mismo año en que se ha encarcelad­o a pacifistas y demócratas sin ninguna otra razón que la razón de la fuerza. Y el mismo año, sí, ese mismo año en que se han intentado criminaliz­ar ideas, perseguir opiniones y destruir adversario­s.

Un año feo, abrupto, sobrecarga­do de maldades. Con ministros que afinaban fiscales, y bien afinados quedaron. Con carreras políticas embrutecid­as por campañas mediáticas, y embrutecid­as quedaron. Con piolines que perseguían urnas y pegaban a votantes. Con historias esperpénti­cas de espías rusos y ministras que las creían. Con cuentas de la Generalita­t intervenid­as por la fuerza y acciones sociales frenadas en seco. Con fiscales generales reprobados por el Congreso perpetrand­o causas generales contra Catalunya. Y con un partido que es el último en Catalunya, otorgándos­e el gobierno en Catalunya.

Que acabe este año feo, abrupto, sobrecarga­do de maldades. Que acabe esta locura y que los presos políticos salgan a la calle.

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