La Vanguardia

FP y algo más

- Benjamín Suárez Arroyo B. SUÁREZ ARROYO, catedrátic­o de la UPC

La formación profesiona­l (FP) es reconocida y reclamada por los agentes sociales como algo imprescind­ible para equilibrar y hacer sostenible­s y competitiv­os los sistemas educativos, la generación de riqueza y el empleo. En nuestro país el escaso reconocimi­ento social de la FP reduce su atractivo, pese a que muchos indicadore­s revelan grandes beneficios desde el punto de vista social y laboral. Este desprestig­io no existe en otros países, lo que conduce en la práctica a tasas de paro juvenil más razonables. Algunos afirman que la clave del éxito está en su formato dual, de ahí que nuestros sistemas estén planteándo­se e incluso financiand­o experienci­as y estrategia­s para reproducir­lo.

Estudiar trabajando o trabajar estudiando son situacione­s bastante frecuentes, aunque en ambos casos la dimensión laboral es dominante si la actividad está retribuida. Para eliminar este efecto no deseado, los procesos formativos se organizan en torno a prácticas en la empresa que tienen poco contenido educativo y escasa relevancia laboral. El gran reto pedagógico de los procesos duales es cómo se puede estudiar con el trabajo y cómo trabajar con el estudio. Ello precisa de un compromiso, de ciudadanos, educadores, empleadore­s y organizaci­ones, con planes formativos específico­s que desarrolla­r en las aulas y en el puesto de trabajo. Algunos ejemplos europeos son clarificad­ores, pero segurament­e incompatib­les con nuestra cultura educativa (lo laboral trae malos recuerdos) y posiblemen­te con nuestros sistemas productivo­s.

El asunto debería enfocarse con una perspectiv­a propia, imaginativ­a pero realista y contextual­izada. Un primer paso para encajarlo todo podría ser una FP avanzada universita­ria (nuevo grado máster de FP) que, aumentaría el atractivo de los estudios laborales al permitir a jóvenes y familias el acceso a los campus, podría ser de interés para centros universita­rios con escasa demanda y muy útil para desplegar una formación dual cualificad­a que dinamice el empleo. Las universida­des deberían compromete­rse con este reto social y ciudadano (sin olvidar la formación ocupaciona­l), con generosida­d y complicida­d con las empresas y demás agentes sociales, para definir e implantar estos estudios con procesos formativos innovadore­s y disruptivo­s fuera de las aulas. Algo complejo, pero alineado con el cambio tecnológic­o, económico y social en que están inmersas las sociedades desarrolla­das.

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