FP y algo más
La formación profesional (FP) es reconocida y reclamada por los agentes sociales como algo imprescindible para equilibrar y hacer sostenibles y competitivos los sistemas educativos, la generación de riqueza y el empleo. En nuestro país el escaso reconocimiento social de la FP reduce su atractivo, pese a que muchos indicadores revelan grandes beneficios desde el punto de vista social y laboral. Este desprestigio no existe en otros países, lo que conduce en la práctica a tasas de paro juvenil más razonables. Algunos afirman que la clave del éxito está en su formato dual, de ahí que nuestros sistemas estén planteándose e incluso financiando experiencias y estrategias para reproducirlo.
Estudiar trabajando o trabajar estudiando son situaciones bastante frecuentes, aunque en ambos casos la dimensión laboral es dominante si la actividad está retribuida. Para eliminar este efecto no deseado, los procesos formativos se organizan en torno a prácticas en la empresa que tienen poco contenido educativo y escasa relevancia laboral. El gran reto pedagógico de los procesos duales es cómo se puede estudiar con el trabajo y cómo trabajar con el estudio. Ello precisa de un compromiso, de ciudadanos, educadores, empleadores y organizaciones, con planes formativos específicos que desarrollar en las aulas y en el puesto de trabajo. Algunos ejemplos europeos son clarificadores, pero seguramente incompatibles con nuestra cultura educativa (lo laboral trae malos recuerdos) y posiblemente con nuestros sistemas productivos.
El asunto debería enfocarse con una perspectiva propia, imaginativa pero realista y contextualizada. Un primer paso para encajarlo todo podría ser una FP avanzada universitaria (nuevo grado máster de FP) que, aumentaría el atractivo de los estudios laborales al permitir a jóvenes y familias el acceso a los campus, podría ser de interés para centros universitarios con escasa demanda y muy útil para desplegar una formación dual cualificada que dinamice el empleo. Las universidades deberían comprometerse con este reto social y ciudadano (sin olvidar la formación ocupacional), con generosidad y complicidad con las empresas y demás agentes sociales, para definir e implantar estos estudios con procesos formativos innovadores y disruptivos fuera de las aulas. Algo complejo, pero alineado con el cambio tecnológico, económico y social en que están inmersas las sociedades desarrolladas.