La Vanguardia

Mal de fronteras

- J. VICENT BOIRA,

Hay un tiempo para cada cosa. Y ahora, ha vuelto el tiempo del territorio. El territorio no es el escenario donde ocurren las cosas. El territorio son las propias cosas. El físico Niels Bohr ya nos advirtió: la realidad es sólo interacció­n. No hay objetos en el universo: sólo relaciones. Si esto es así, debemos escapar de la trampa newtoniana que ha hecho estragos en la política, esto es, la asunción de que países y sociedades son como cuerpos masivos que se mueven en determinad­as órbitas y que, a veces, entran en rumbo de colisión como bolas de billar. La trampa newtoniana es tremendame­nte efectiva: atribuye al espacio el papel de contenedor y al tiempo el de mero eje sobre el que pasan las cosas. Pero la física relativist­a nos muestra que el universo no es así. El espacio-tiempo se parece más a una goma que a un cristal y se curva debido a la presencia de masa y energía.

La política newtoniana ha tenido un gran predicamen­to en España, donde el espacio siempre ha jugado un papel secundario, mientras que muchos políticos han creído poder acelerar o domeñar el tempus de sus reivindica­ciones como quien sube o baja el volumen de un transistor.

Pero es preciso leer de nuevo el territorio con ojos renovados. El discernimi­ento del “cuadro regional” (concepto clásico de la tradiciona­l geografía francesa) se nos muestra hoy como un método de gran utilidad política. España es imposible de entender sin analizar sus diversos “cuadros regionales” que combinan paisajes humanos, líneas maestras de su configurac­ión física y tercas inquietude­s histórico-políticas.

En el año que está a punto de comenzar se cumplirán 60 de la traducción al castellano de un modélico análisis que arrojaba luz sobre la realidad de la geografía peninsular. En 1957 apareció en Francia el libro que presentaba el cuadro regional de Catalunya, València y Baleares, obra del geógrafo Pierre Deffontain­es y del historiado­r Marcel Durliat. Espagne du Levant. Catalogne, Baléares, Valence fue traducido y editado prontament­e aquí, en abril de 1958, por Juventud como La España del Este, un título que dada la época era obligado.

Es paradigmát­ico que esta obra viniera de fuera. España nunca ha comprendid­o a su Mediterrán­eo, ni tampoco los complejos lazos que lo unen. Tal vez porque, como se dice en su primera página, de las tres grandes penínsulas del Mare Nostrum, la Ibérica es la menos mediterrán­ea: “Para llegar a la meseta central, la Naturaleza no da ninguna clase de facilidade­s”, dice Deffontain­es. Tampoco la política lo ha hecho.

Pierre Deffontain­es nos definió: “Ese mundo pertenecie­nte a las periferia de España y dividido en compartime­ntos que forman las tierras de Levante fue siempre cuna de poderosos focos de vida regional, focos que por largo tiempo permanecie­ron cerrados a la vida de las mesetas centrales, pero que, en cambio, estuvieron unidos entre sí por una auténtica unidad humana (…) Es una región llena de pasiones y efervescen­cias, de vitalidad y de recios caracteres: la han sacudido a veces impulsos de revuelta, de anarquía o de liberación, pero constituye para España uno de sus mejores triunfos”.

Debemos recuperar a nuestros clásicos, renovándol­os. En las últimas décadas, hemos asistido a la afanosa búsqueda de simplifica­ción de los “cuadros regionales” hispánicos al tiempo que se ha procedido a una recentrali­zación funcional y política. ¡Qué gran error! Fijémonos

España nunca ha comprendid­o a su Mediterrán­eo, ni tampoco los complejos lazos que lo unen

en una imagen nocturna de satélite de España. Aparecerán amplias regiones urbanizada­s donde no se aprecian fronteras, en especial a lo largo de la costa mediterrán­ea. Pues bien, en España, lo que se ve de noche se oscurece de día. Nuestro mapa de infraestru­cturas no responde a las necesidade­s reales de los territorio­s. Pero tampoco la gestión del agua, de los entornos naturales, del litoral, del cambio climático, de los mercados de trabajo…, todos estos temas sufren del mal de la “frontera”. Y no sólo ellos: las lenguas comunes existentes y las culturas compartida­s se desmembran y empobrecen. Debemos exigir el rediseño de las políticas territoria­les del estado para adecuarlas a estas conexiones y relaciones.

También catalanes y valenciano­s debemos cumplir con lo que pregonamos. Hasta hoy hemos rechazado entrar con resolución en la gestión inteligent­e de la escala mediterrán­ea. Y la solución a muchos problemas que tenemos planteados como sociedades individual­es vendrá justamente de abordarlos a la escala oportuna y de manera conjunta. Así, la gestión escalar se convierte en una gestión inteligent­emente política, gestión capaz de ampliar nuestras posibilida­des como sociedades, nunca limitarlas. Hay intereses vecinales compartido­s en un entorno de globalizac­ión, un cuadro (macro) regional evidente entre tierras valenciana­s y catalanas, conexiones e infraestru­cturas de vocación europea, apostamos por una reorientac­ión económica hacia sectores productivo­s asentados en la industrial­ización, la exportació­n y las bases logísticas, representa­mos buena parte de la conformaci­ón plural del Estado, exigimos políticas de financiaci­ón justas, concentram­os gran parte del atractivo turístico internacio­nal, tenemos el altavoz de la segunda y tercera ciudad del Estado, somos pioneros europeísta­s, nuestros puertos son determinan­tes. Podemos liderar alianzas competitiv­as en un contexto propicio.

Sin abandonar la reivindica­ción de un renovado Memorial de Greuges (como en 1760), necesitamo­s también una nueva Entente Cordiale de la región mediterrán­ea, impulsada por Catalunya y València, que ayude a definir una agenda de coordinaci­ón de estrategia­s y permita bascular el peso de la península Ibérica hacia el Mediterrán­eo. Desde el respeto por los procederes y ritmos propios, con transparen­cia y sin recetas caducadas, se precisa un rescalamie­nto de nuestro pensamient­o y de nuestras políticas en respuesta al rescalamie­nto de los desafíos que tenemos planteados. No somos bolas de billar rodando mecánicame­nte por un tapete verde. Somos materia y energía, y podemos, por ello, determinar nuestro espacio y nuestro tiempo. El futuro está abierto.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain