Una estafa que discrimina a las mujeres
Una barcelonesa cobra de media 7.000 euros menos al año que un barcelonés. Injusto, ¿verdad? Esta es la realidad a la que se enfrentan miles de trabajadoras que tienen un salario inferior por el mero hecho de ser mujeres. Dicen que la brecha salarial disminuye, pero lo hace tan lentamente que las administraciones y los grupos políticos deberían darse cuenta de que las políticas de igualdad no funcionan. Algo se está haciendo mal o, simplemente, no se está haciendo. O, mejor dicho, algo tiene que cambiar.
Ese 22% de diferencia entre lo que cobran los hombres y las mujeres en Barcelona no es aceptable y no es una realidad con la que debamos conformarnos como sociedad. En un año, esa distancia se ha reducido un mísero punto. Cobrar menos por realizar el mismo trabajo es una estafa que convierte esta discriminación en un grave problema estructural y social que, a día de hoy, no tiene visos de solucionarse. Un informe reciente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) advierte que habrá que esperar al menos otros 70 años para que desaparezcan estas diferencias y para que hombres y mujeres cobren igual por el mismo trabajo. ¡Setenta largos años!
Estamos ante una falta de respeto que se perpetúa. El paro tiene nombre femenino. El mercado laboral sigue privilegiando injustificadamente a los trabajadores masculinos, que copan los cargos más elevados, mientras que el talento de ellas, con igual o mejor formación que ellos, se menosprecia. De ahí, que sean muchas las mujeres que, ante tantas trabas, acaben renunciando a su profesión al verse incapaces de competir en las mismas condiciones que los hombres cuando son madres.
Y lo de conciliar, mejor lo dejamos para otro día.