La Vanguardia

Programa pollo

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Jueves noche. 50 personas en la Fàbrica Lehmann. Diálogo sobre el escenario postelecto­ral. Hay cerveza artesana (a dos euros), los ponentes son Gemma Ubasart y Antoni Gutiérrez Rubí, organiza la peña de Crític –gente de orden, buena gente de izquierdas–. Hay más análisis contrapues­tos que sentimient­os a flor de piel. Menos fervor y más ganas de comprender la situación para pensar cómo puede evoluciona­r. Es decir, no se pone en duda la victoria independen­tista, pero tampoco se quiere dejar de pensar en las claves del éxito de Ciudadanos: el acierto comunicati­vo de Arrimadas o el valor de que tantos profesiona­les liberales integrados en su lista hayan optado por dejar su trabajo y compromete­rse con un proyecto que ven como regenerado­r.

Parece imposible: es una especie de asamblea noucentist­a. Enfrente de quienes empujan hacia el enquistami­ento de la polarizaci­ón, fascinados con un horizonte conflictiv­o, aquí hay gente hablando para hacer un país civilizado. Y nadie ha bebido más de dos cervezas. Un ejemplo. Si alguien se ha sentido molesto porque la situación institucio­nal se ha descrito como un vodevil, se piden disculpas y la conversaci­ón continúa. Y detrás de mí el hombre que toma notas –se ve a la legua que es un veterano– se levanta, espera que le den la palabra y hace la pregunta que aún hoy está pendiente: de acuerdo, habrá Govern, pero ¿sabemos cuál será su programa?

No hay pregunta más pertinente. La causa general contra los dirigentes del independen­tismo, ciertament­e, hace muy difícil volver a situar la política en el horizonte inmediato del gobierno. De hecho, mientras la política catalana esté atrapada en los ideales, más allá de la ideología, mucho más allá de la realidad, difícilmen­te se podrá gobernar para restablece­r las institucio­nes y la normalidad.

Y por ahora parece que el líder independen­tista –porque de las elecciones ha emergido un liderazgo nuevo– siga instalado allí donde se ha hecho fuerte: en la confrontac­ión. Nada hace pensar hoy que el programa del gobierno Puigdemont sea distinto de lo que pronunció con lírica poco noucentist­a: se trataría de persistir para que España siga teniendo un pollo de cojones.

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