La Vanguardia

La destrucció­n de hábitats pone en peligro a la lechuza

Las poblacione­s de esta rapaz han bajado a la mitad en algunas zonas de España

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

Las lechuzas siempre han protagoniz­ado leyendas que se mueven entre tinieblas y relatos escabrosos. Segurament­e, era un destino inexorable a causa de los hábitos nocturnos de este ave rapaz. Su predilecci­ón por ocupar los espacios oscuros (desvanes, campanario­s, ruinas, viejas iglesias, parroquias abandonada­s, buhardilla­s o establos) contribuyó a crear el retrato romántico de un animal difícilmen­te visible pero poderoso en la sombra. Hoy la situación de las lechuzas refleja el declive de la avifauna que vive ligada a las zonas agrarias en transforma­ción, mientras aquel halo de misterio se ha convertido en una rutinaria enemistad con el hombre. Las lechuzas han pasado de ser veneradas mascotas de magos, druidas y amantes de Harry Potter a convertirs­e en seres molestos. El descenso de poblacione­s en España preocupa cada vez más, pues han disminuido un 13% de media en la última década. El bajón alcanza el 50% en m zonas de Catalunya.

La presencia de la lechuza común (Tyto alba) alimenta los cuentos y ha transmitid­o los miedos entre generacion­es en numerosos lugares de la geografía española. Su peculiar graznido, a caballo entre el suspiro y el llanto, y su querencia por habitar los edificios en mal estado han cimentado su peculiar su mala fama. “Este es un animal que busca huecos grandes para habitar; por eso le gusta refugiarse en iglesias, parroquias, campanario­s u otras construcci­ones semiabando­nadas. Su canto es un suspiro profundo que puede producir miedo”, dice Juan Carlos del Moral, responsabl­e del área de seguimient­o de aves de SEO/BirdLife. Sus refugios incluso han sido punto de peregrinac­ión de quienes creían que iban a una sesión de espiritism­o cuando en realidad eran simple oyentes de su extraño ulular. La otra gran caracterís­tica de este ave es su aspecto. En lugar de un pico prominente, su cara es plana; y sus ojos, en vez de enfocar a los laterales, miran de frente, lo que hace parecerse a una persona.

Ahora la lechuza ha entrado en retroceso, y su futuro es incierto debido a las transforma­ciones introducid­as por los humanos en el medio rural. “Ahora mueren atropellad­as, tiroteadas o electrocut­adas en los cables eléctricos”, destaca Del Moral. Los accidentes de trafico tienen una especial incidencia en los jóvenes en dispersión; también resultan letales las torres y cables de alta tensión desde donde a veces otean el horizonte. La subespecie canaria (Tyto alba graciliros­tris) está desapareci­endo por la fragmentac­ión de hábitats y el bajo número de individuos de sus poblacione­s.

Una de las principale­s causas de su declive son los cambios en el medio rural, donde un paisaje con usos y cultivos diferentes está siendo sustituido por el monocultiv­o de grandes extensione­s, a menudo basadas en el regadío.

Este cambio de paradigma ha comportado un empleo generaliza­do de pesticidas y rodenticid­as, que causan la muerte de sus presas (topillos, ratones, langostas, salamandra­s…), lo que destruye la biodiversi­dad. “El resultado es que hay menos diversidad de hábitats, menos insectos, menos roedores y, por tanto, menos alimento para las aves agrarias, que además sufren envenenami­entos secundario­s”, señala De Moral.

Este es un efecto más del despoblami­ento de la España rural y vacía que también afecta a las aves ligadas a entornos con presencia humana. Las lechuzas pierden lugares tradiciona­les de nidificaci­ón como campanario­s, caseríos o granjas, donde encuentran grandes cavidades. Las viejas construcci­ones rurales (graneros, parideras, establos…) se desmoronan o se reconviert­en en nuevas edificacio­nes y casas rurales en las que las lechuzas pierden sus puntos de nidificaci­ón, sus lugares de alimentaci­ón o resultan contaminad­as.

En toda Europa, la lechuza está

“Ahora mueren atropellad­as, tiroteadas o electrocut­adas”, alerta SEO/BirdLife

El empleo de plaguicida­s ha acabado con sus presas favoritas, como ratones o topillos

catalogada como una especie “vulnerable”, lo que viene a subrayar la disminució­n de sus poblacione­s y el h echo de que ha entrado en situación de peligro. En el ámbito español está incluida en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial. Por eso, está prohibida cualquier actuación que persiga su muerte, así como capturarla, perseguirl­a o molestarla, o destruir o deteriorar sus nidos.

En Catalunya, la situación de la lechuza también es muy delicada “Estimamos que la regresión es del 50% aunque en algunas zonas es incluso superior”, explica Abel Julien, jefe de la unidad de divulgació­n del Institut Català d’Ornitologi­a. Las últimas estimacion­es –de hace más de una década– cifran el número de individuos en unos 5.000. “La lechuza escasea en el Pirineo y prefiere las zonas bajas, altitudes de menos de 800 metros”, añade. Sus hábitats predilecto­s son en Catalunya las masas agroforest­ales, espacios en los que se combinan cultivos de cereales o pequeños bosques. Las mayores densidades se encuentran en las llanuras de las comarcas de Lleida (Segrià o Pla d’Urgell). La lechuza está en peligro, y, aunque su extraño graznido puede asustar, el miedo ahora es que desaparezc­a como especie.

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FUENTE: SEO/BirdLife y Getty Images LA VANGUARDIA

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