La Vanguardia

“Las ranas de cinco patas por herbicidas son tragedia y arte”

Tengo 43 años: desde que nací hemos perdido el 40% de los anfibios del planeta. Nací en Ohio. Como científico compruebo la extinción de especies que muchos no sabían ni que existían y cuya belleza intento preservar en el arte. Colaboro con la Fundació Cat

- LLUÍS AMIGUET

D¿Por qué?

esde niño fui incapaz de separar arte y ciencia, porque las dos me apasionaba­n.

¿Por que separarlos?

Eso pienso yo ahora. De hecho, cada vez veo más sentido a dar forma científica a lo que descubro como artista en el laboratori­o... O al revés. Porque vivimos en la era de la gran extinción. Estamos perdiendo especies, cientos de ellas, a una velocidad muy superior a la que impondría la evolución si los humanos no existiéram­os.

¿Por qué nos parece que no importa?

Eso pregunto yo desde la ciencia y el arte. Creo que no somos consciente­s de que estamos vinculados como seres vivos a esas especies y con cada una que se extingue perdemos también parte de nosotros mismos.

¿Con un insecto también?

Muchos alimentos –frutas por ejemplo– que nos alimentan son fruto de la polinizaci­ón que realizan insectos, como las abejas, que hoy contribuim­os a extinguir.

¿Y usted cómo pretende salvarlas?

El arte denuncia, evidencia, hace reflexiona­r. Un día encendí una luz ultraviole­ta en la selva de Costa Rica y una nube de insectos vinieron hacia ella y se pusieron a... bueno, a procrear de forma frenética.

¿A copular?

Y cuando lo vi pensé que era interesant­e y mis estudiante­s también quedaron fascinados por el efecto así que, además de un artículo científico, realicé una escultura llamada Motel para

insectos.

¿Cuál es la explicació­n científica de que la luz ultraviole­ta predispong­a al coito?

La luz de la luna aumenta la frecuencia de copulación de los animales y la luz ultraviole­ta reproduce ese efecto aumentado. También afecta a los humanos, por supuesto: ¿Por qué cree usted que hay neones y luces fluorescen­tes en las salas de baile y las discotecas?

¿Cómo aumenta esta escultura la conciencia ecológica de quien la contempla?

Cuando vienen los insectos atraídos por la luz ultraviole­ta les ponemos agua, alimento, un hábitat. Cuando copulan pueden reproducir­se y los espectador­es lo ven y reflexiona­n. Un insecto deja de ser entonces algo que molesta y hay que aplastar: adquiere vida próxima y útil.

¿Monta usted parties para insectos?

Y no son tan diferente de los nuestros, como habrá observado. Por eso, me gusta que cuando montamos una fiesta de ultraviole­tas para bichos, también acaba habiendo fiesta humana alrededor. Cuando acaban las dos fiestas, les invito a todos a la de los anfibios.

¿Están mejor o peor que los insectos?

Tengo 43 años y sólo durante estos años de mi vida hemos perdido el 40% de los anfibios. Perdemos no sólo su belleza, sino también la sabiduría que nos prestaba la biodiversi­dad: fármacos, por ejemplo, que ya no podremos descubrir, porque sólo estaban en ellos... Es una tragedia. Y hay que explicarla.

¿Cómo?

Con arte. Creo que debemos volver al momento del humanismo en que arte y ciencia eran inseparabl­es, como con Leonardo. La ciencia que no sirve al hombre no es ciencia. Y hoy nuestra propia ciencia nos está poniendo en peligro.

¿Qué hacer?

Hay montones de cosas que podemos y debemos hacer. Como exigir a los partidos políticos que impidan que perdamos anfibios, insectos, todo tipo de especies... Se puede al menos frenar la extinción actuando a un nivel muy local.

¿Y nosotros qué podemos hacer?

Podemos tomar también muchas iniciativa­s: aprovechar nuestros tejados para plantar jardines con plantas que los insectos puedan polinizar y salvarlas y salvarse de la extinción y volver a llenar de vida diversa las ciudades.

¿Qué deberíamos plantar en el tejado?

Especies que ayuden a las especies de mariposas y a las abejas a sobrevivir. Habrá quien se atreva también a poner pequeños estanques...

¿No se ha llevado algún disgusto con su arte y sus bichitos?

Una noche sin luna en Michigan un oso negro se interesó por mí peligrosam­ente mientras yo buscaba ranas de especies en peligro.

¿Fue simpático?

Me topé con él en medio del camino de vuelta. Hice ruido como un loco y corrí hasta la gasolinera donde había aparcado y el operario me dijo que por allí andaba el animal hacía tiempo y que tal vez debería haberme avisado...

Usted es famoso por sus esculturas con caimanes... ¿Se dejan atrapar?

Somos demasiado grandes para ellos. No son un peligro, en general, pero no lleve a su perro a coger caimanes si es que lo quiere. Con el huracán Harvey se inundó nuestro patio en mi casa de Luisiana y hasta allí también llegó, de algún modo, un bebé caimán.

¿Él solito?

Había perdido a su madre en el huracán, así que le estuvimos alimentand­o con leche y puré de pescaditos hasta que lo solté en el pantano. Le bautizamos Harvey. Aún vamos a verlo.

¿En qué ciencia o arte anda ahora?

En el golfo de México tras el desastre del derrame de petróleo he encontrado especies que se han deformado de manera muy artística. También hay ranas a las que los herbicidas deforman y nacen con cinco patas y otras monstruosi­dades que voy transforma­ndo en arte... Un arte bello y terrible.

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PETER WARNY

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