Preocupaciones barcelonesas
JOSEP Pla escribió: “Barcelona es una ciudad acogedora, de tan buena entrada, que la palabra barcelonés tiene un significado vastísimo. Es prácticamente una palabra que no quiere decir nada, que no significa nada. Eso no quiere decir que los barceloneses no existan. Existen. Es difícil a veces encontrarlos pero no es imposible. Yo he cultivado su trato y estoy muy contento. Son muy buena gente”. Los barceloneses son gente tranquila, enamorados de su ciudad, lo que no equivale a creer que no sean sus primeros críticos, a menudo incluso demasiado quisquillosos con los cambios. Sus habitantes la viven, la interiorizan y la disfrutan con voluntad de protegerla, temiendo siempre que estropeen su magia quienes irrumpen inesperadamente. Sin embargo, debe ser un miedo irracional, pues cohabitan ciudadanos de 167 países, lo que es la prueba del nueve de su capacidad integradora y convivencial.
Dicho todo eso, el barómetro semestral de Barcelona muestra por primera vez la gran preocupación de sus vecinos por la imagen de la ciudad. Un 51% creen que ha empeorado, que el mundo no nos percibe con la misma fascinación que en el pasado. Es curioso que, si hace unos meses el turismo era la segunda preocupación, en el último estudio ha caído en picado el recelo por los viajeros y la política ha pasado a ocupar las primeras posiciones del ranking, sobre todo “el encaje de Catalunya en España” (sic) que los lidera.
La buena gente de Barcelona son conscientes de que Barcelona no solo es la capital de una Catalunya dividida casi al 50% entre independentistas y unionistas, sino también el gran plató para todo tipo de manifestaciones patrióticas de uno y otro signo. La ciudad ha dejado de ser la postal idílica para convertirse en una fotografía del activismo. Y aunque un 52,5% valora la gestión del
Consistorio de Ada Colau en este contexto, una tercera parte de los barceloneses la califica negativamente. Toca ponerse las pilas.