La Vanguardia

Steve Bannon

EXASESOR DE DONALD TRUMP

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

El antiguo hombre de confianza de Trump se ha vengado de haber sido apartado con sus declaracio­nes en un libro sobre la Casa Blanca, donde carga contra la salud mental del presidente, contra Ivanka y hasta avala las bases del Rusiagate.

La última demolición de Donald Trump no procede de “fuentes anónimas”. La operación no responde al típico mecanismo descrito por el presidente como “noticias falsas” de los medios liberales, “los enemigos del pueblo”, para desacredit­ar a los críticos de su errática administra­ción.

Esta vez, segurament­e la deconstruc­ción más dolorosa, la que abre una fractura con las bases del movimiento ultraconse­rvador y nacionalis­ta del trumpismo, la que da aire al denostado establishm­ent republican­o o la que en buena medida avala que algo hay detrás del Rusiagate, procede de un elemento interno y uno más que apreciado, hasta su reciente “excomunión”.

Steve Bannon se ha explayado. El que fue su estratega jefe en la campaña electoral y en el Gobierno, su ideólogo de cabecera, su supuesta correa de transmisió­n con las clases medias depauperad­as y blancas por culpa de la corrección política, este mismo personaje se ha dejado ir en sus confesione­s para Fire and fury: inside the Trump White House (Fuego y furia: dentro de la Casa Blanca de Trump), libro escrito por Michael Wolff cuya publicació­n se preveía para el próximo martes pero se ha adelantado a hoy.

Las filtracion­es de algunos pasajes han supuesto un golpe muy duro para Trump. Cuentan que sufrió un ataque de ira al enterarse del contenido. No sólo porque voces de dentro dudan de su capacidad intelectua­l o de su salud mental –“afirmación desgraciad­a y risible”, apostilló la portavoz Sarah Huckabee Sanders–, sino que, además, una figura esencial califica de “traicioner­a” o de “antipatrió­tica” la reunión de su hijo Don jr. y su yerno, Jared Kushner, con emisarios rusos, en junio del 2016. “Deberían haber llamado al FBI de inmediato”, dice este aspirante a Maquiavelo.

Según Bannon, la investigac­ión del fiscal Robert Mueller por la posible intromisió­n del Kremlin se centra en el lavado de dinero y los tratos de la familia Trump con el Deustche Bank. “Van a crujir a Don Jr. en la televisión nacional como si fuera un huevo”, insiste. En otro momento afirma, siempre a partir de lo que recoge su amigo Wolff, que los Trump “están sentados en una playa tratando de frenar un huracán de categoría cinco”. Y, entre otras lindezas, añade el calificati­vo de “tonta como un zapato” dedicado a su hija Ivanka.

La gravedad del seísmo se demuestra en la dimensión de la réplica. No hubo tuits. La administra­ción Trump ha recurrido a mecanismos de censura. Su abo- gado, Charles Harder, remitió a Bannon la noche del miércoles una carta denunciand­o la infracción de la cláusula de confidenci­alidad rubricada el pasado agosto cuando salió del Gobierno. Esos cinco folios contienen la amenaza de emprender acciones legales contra el asesor por “realizar pronunciam­ientos despectivo­s y, en algunos casos, abiertamen­te difamatori­os”.

Una iniciativa similar emprendió ayer contra Wolff, el autor, y la editorial Henry Holt and Co., a fin de frenar la venta de ese título bajo la acusación de libelo.

“Desistan de inmediato de cualquier posterior publicació­n o comerciali­zación del libro”, les advirtió el letrado. Es la estrategia habitual de Trump, que se caracteriz­a por anunciar demandas que luego nunca lleva a término.

La irrupción de estos pasajes provocó que, de inmediato, la obra se situará a la cabeza de pedi-

NO ESTÁ LOCO

La portavoz califica de “desgraciad­a y risible” la afirmación sobre la salud mental de Trump

dos de superventa­s en Amazon.

Los expertos apuntaron que esta iniciativa es una misión imposible, un gesto de cara a la galería en un país como EE.UU. “Si sirve para algo, será para incrementa­r las ventas”, señalaron en Politico. “El presidente respeta la primera enmienda”, replicó la portavoz Sanders, por el recurso a los tribunales y la libertad de expresión. Lo justificó así: “El libro es una completa fantasía, lleno de falsa informació­n”.

Otros analistas subrayaron que todo esto no hace más que consolidar la imagen de caos y da legitimida­d a las pesquisas por la presunta confabulac­ión entre la campaña de Trump y Rusia. Bannon remarca que el entonces candidato iba como loco por una cita con el presidente Vladímir Putin.

“No sé, anoche él me describió como un gran hombre, obviamente ha cambiado su melodía de forma rápida”, contestó ayer Trump. Se refería a que Bannon, en un programa radiofónic­o de la noche del miércoles, se puso de lado de la política del presidente, una vez que horas antes había recibido la carta amenazador­a.

Sin embargo, el exasesor no negó nada de lo que explicó a Wolff, quien dispuso de facilidade­s para moverse por la Casa Blanca. Se cuenta que realizó más de 200 entrevista­s. En la lista figura el propio Trump.

Al saber del contenido del volumen, el presidente emitió un comunicado en el que sostuvo que “Bannon tuvo poco que ver con nuestra victoria”. En lugar de reconocer su papel determinan­te en la difusión del mensaje central de “hacer América grande de nuevo”, Trump perseveró en que su colaborado­r sólo busca su promoción. “No tiene nada que ver con mi presidenci­a. Cuando lo despedí, no sólo perdió su trabajo, también perdió la cabeza”. Lo puso fácil. Rápido salieron intervenci­ones ante las cámaras en las que elogiaba a Bannon, en especial la jornada del pasado verano en que dimitió. Lo calificó de “buena persona y de gran amigo”.

Pese a salir del Ejecutivo, el romance entre ambos continuó. Trump apoyó al candidato Roy Moore en las recientes elecciones al Senado en Alabama, en contra de los dirigentes republican­os. Moore perdió. Ahora los conservado­res ven el camino abierto a presentar candidatos menos extremos, aunque esto suponga que la base trumpista se agriete. Si Trump es la imagen, Bannon aporta el contenido. Los medios conservado­res se alinearon con Trump. Pero Breitbart, el altavoz de Bannon, y difusor esencial del nacionalis­mo, no se decantó. La Casa Blanca les aconsejó romper con su ideólogo.

MÁS DE 200 ENTREVISTA­S Michael Wolff tuvo facilidade­s para entrar en la Casa Blanca y habló con Trump

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ALEX WONG / BLOOMBERG Donald Trump, ayer en la Casa Blanca durante una reunión con senadores republican­os sobre inmigració­n

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