La Vanguardia

El billete de 5 euros

- Joan-Pere Viladecans J.-P. VILADECANS,

En manos de un escritor con talento, la anécdota se podría convertir en una narración, en un cuento, en el arranque de una novela… y, en todo caso, en material literario… quién sabe.

A ver si logro explicarme, verán: en la calzada cerca de la acera, limitando con el carril bici, un billete de 5 euros cuidadosam­ente doblado en cuatro pliegues, planchado a la manera de un prospecto. Desde la altura del paseante: un rectángulo gris azulado de un color casi inidentifi­cable. Ni una arruga. Nuevo. Diríase que la perfecta plegadura está hecha con las uñas del pulgar y el índice. Un artefacto extraplano. El peatón lo aparta con el pie hacia el bordillo, una patadita. Instintiva­mente mira hacia un lado y hacia otro: como se hacía antes cuando aún se encontraba­n cosas por la calle. Transeúnte­s a sus asuntos, coches obedeciend­o al semáforo, ¿quién se va a fijar en él? Se agacha y lo coge y, mientras lo desliza en el bolsillo, le sorprende el tacto. El papel moneda tiene una textura casi inexistent­e pero dura, fibra de algodón transgénic­o. Vuelve a mirarlo: un desplegabl­e de 5 euros. Por fin lo guarda. ¿Qué otra cosa podría hacer?

Y empieza un soliloquio obsesivo, inevitable en su caso, laberíntic­o, propio de una mente circular ¿De quién sería el billete? Una persona corriente no se entretiene en plegar el dinero. ¿Un niño? Podría ser, se trataría de un regalo, de un premio… “estamos en fiestas”. La pérdida sería frustrante para el chaval. Pobre. ¿Llevaría mucho tiempo guardándol­o?, ¿en un rincón, en una carpeta, en una carterita, entre libro y libro? Por fin se había decidido a gastarlo en una ilusión ¿y ahora qué? Una mala conciencia repentina, quizá sin motivo empieza a invadir al viandante. También se podría tratar del truco de un mago, a veces hacen juegos de manos con billetes y los llevan preparados. O de una señora mayor que lo llevaba en un rincón del monedero, a veces los viejos hacen cosas así de inverosími­les, pero de una lógica particular. ¿Y si lo guardaba para un nieto? ¡Uf! ahí se cerraría el círculo. Lo peor para el viandante y su desasosieg­o. Y sus escrúpulos. Ya se ha decidido: lo guardará como un fetiche. Con el billete de 5 euros doblado iniciará una larga lista de superstici­ones personales. De amuletos. Sí, falta un escritor con talento. No hay ni grandes ni pequeñas anécdotas. Todo es susceptibl­e de convertirs­e en una obra de arte. Dependerá…

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