Rupturas de generaciones
Decíamos ayer lo relevante que era el actual endeudamiento público para el bienestar futuro de los más jóvenes. Y destacábamos cómo se les ha impuesto un fardo para hacer frente a un gasto del que no disfrutaron más que parcialmente. Se trataba de un contrato implícito entre generaciones. Pero en nuestra sociedad hay otros que, aunque más explícitos, también se rompen. El más substancial es, sin duda, el que configura el sistema de pensiones, cuyo presente y, en particular, futuro muestra graves tensiones.
Algunas cifras de los cambios entre el 2007 y el 2017 ilustrarán los problemas que aborda. Primero, aumento de casi el 16% en las pensiones de carácter contributivo (de 8,2 a 9,5 millones); segundo, incremento superior al 37% de la pensión media (de 674 a 926 euros/mes) por la progresiva substitución de las de bajos importes por otras nuevas más altas: hoy el volumen más importante del gasto es el destinado a la cohorte de 65 a 69 años; tercero, esos importantes avances en pensionistas y en pensión media resultan en una explosión del gasto superior al 55% (de 78.000 a 122.000 millones); finalmente, los cotizantes que continúan en el entorno de los 2 millones por debajo de los existentes al inicio de la crisis. Problemas, pues, en el corto y en el medio plazo.
Con estos elementos entenderán por qué, si más no parcialmente, se ha roto el
Productividad baja y caída demográfica: condiciones necesarias para la crisis del sistema de pensiones
acuerdo intergeneracional con el que han financiado las pensiones las últimas décadas: el compromiso por el que el ahorro forzoso de los ocupados (en forma de cotizaciones a la Seguridad Social) financiaba las pensiones de los hoy jubilados, a cambio de la garantía de que futuras generaciones hicieran lo mismo.
Es cierto que, en la actual situación, hay aspectos mejorables. Quizás el más importante sea el que las pensiones de viudedad se financien con impuestos, pagados por todos, y no con cotizaciones de los ocupados: su importe absoluto, cercano a los 20.000 millones, es el actual agujero anual del sistema. Pero aunque en el corto plazo tengamos soluciones, más allá no hay más cera que la que arde. Y, en particular, la jubilación de los baby boomers entre el 2025 y el 2045 va a impactar muy severamente en la capacidad financiera del sistema. Y de ahí las reformas del 2011 (Zapatero) y el 2013 (Rajoy).
Esta ruptura del acuerdo intergeneracional no ha caído del cielo. En las últimas décadas, la productividad del país ha avanzado muy moderadamente, al tiempo que la política de apoyo a los hogares, si ha brillado por algo ha sido por su ausencia. De ahí la imposible cuadratura del círculo que ha afrontado el país desde 1975: aumentar la tasa de natalidad e incentivar la incorporación femenina al empleo.
Poco avance de la productividad y caída demográfica son condiciones necesarias, y suficientes, para la crisis del sistema de pensiones. ¿Responsables? Gobiernos los tuvo el país. Pero, como siempre en estos ámbitos, nadie se siente interpelado: entre todos la mataron y ella sola se murió.