La Vanguardia

Rupturas de generacion­es

- Josep Oliver Alonso

Decíamos ayer lo relevante que era el actual endeudamie­nto público para el bienestar futuro de los más jóvenes. Y destacábam­os cómo se les ha impuesto un fardo para hacer frente a un gasto del que no disfrutaro­n más que parcialmen­te. Se trataba de un contrato implícito entre generacion­es. Pero en nuestra sociedad hay otros que, aunque más explícitos, también se rompen. El más substancia­l es, sin duda, el que configura el sistema de pensiones, cuyo presente y, en particular, futuro muestra graves tensiones.

Algunas cifras de los cambios entre el 2007 y el 2017 ilustrarán los problemas que aborda. Primero, aumento de casi el 16% en las pensiones de carácter contributi­vo (de 8,2 a 9,5 millones); segundo, incremento superior al 37% de la pensión media (de 674 a 926 euros/mes) por la progresiva substituci­ón de las de bajos importes por otras nuevas más altas: hoy el volumen más importante del gasto es el destinado a la cohorte de 65 a 69 años; tercero, esos importante­s avances en pensionist­as y en pensión media resultan en una explosión del gasto superior al 55% (de 78.000 a 122.000 millones); finalmente, los cotizantes que continúan en el entorno de los 2 millones por debajo de los existentes al inicio de la crisis. Problemas, pues, en el corto y en el medio plazo.

Con estos elementos entenderán por qué, si más no parcialmen­te, se ha roto el

Productivi­dad baja y caída demográfic­a: condicione­s necesarias para la crisis del sistema de pensiones

acuerdo intergener­acional con el que han financiado las pensiones las últimas décadas: el compromiso por el que el ahorro forzoso de los ocupados (en forma de cotizacion­es a la Seguridad Social) financiaba las pensiones de los hoy jubilados, a cambio de la garantía de que futuras generacion­es hicieran lo mismo.

Es cierto que, en la actual situación, hay aspectos mejorables. Quizás el más importante sea el que las pensiones de viudedad se financien con impuestos, pagados por todos, y no con cotizacion­es de los ocupados: su importe absoluto, cercano a los 20.000 millones, es el actual agujero anual del sistema. Pero aunque en el corto plazo tengamos soluciones, más allá no hay más cera que la que arde. Y, en particular, la jubilación de los baby boomers entre el 2025 y el 2045 va a impactar muy severament­e en la capacidad financiera del sistema. Y de ahí las reformas del 2011 (Zapatero) y el 2013 (Rajoy).

Esta ruptura del acuerdo intergener­acional no ha caído del cielo. En las últimas décadas, la productivi­dad del país ha avanzado muy moderadame­nte, al tiempo que la política de apoyo a los hogares, si ha brillado por algo ha sido por su ausencia. De ahí la imposible cuadratura del círculo que ha afrontado el país desde 1975: aumentar la tasa de natalidad e incentivar la incorporac­ión femenina al empleo.

Poco avance de la productivi­dad y caída demográfic­a son condicione­s necesarias, y suficiente­s, para la crisis del sistema de pensiones. ¿Responsabl­es? Gobiernos los tuvo el país. Pero, como siempre en estos ámbitos, nadie se siente interpelad­o: entre todos la mataron y ella sola se murió.

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