Solidarios.
Espectacular éxito de la cabalgata en Barcelona y preguntas sin respuesta de Melchor, Gaspar y Baltasar
Melchor recordó a los refugiados y a las víctimas del atentado cometido en la Rambla de Barcelona en agosto, antes de recorrer las calles de la ciudad, abarrotadas de niños que siguieron la cabalgata de los Reyes Magos.
Los Reyes de Oriente llegaron ayer a Catalunya, esta vez un poco más desorientados que en otras ocasiones. Pueden repartir ilusiones en mil rincones diferentes del mundo. Pero son magos y ubicuos, no omniscientes, y tienen preguntas sin respuesta. Sus Majestades explicaron en Barcelona, por ejemplo, una de las cosas que más les han inquietado en su viaje: “Hemos visto muchos niños y niñas que por culpa de la guerra no pueden ir a la escuela y no tienen ni agua ni comida”.
La alcaldesa Ada Colau, que los recibió en el Moll de la Fusta, les entregó agua y sal, símbolo universal de bienvenida. También una llave mágica para abrir todas las puertas. Colau, casi tan nerviosa como el mayor de sus hijos (el pequeño aún es un bebé), les recordó que esta siempre ha sido “una tierra de paz, amor y acogida, y ahora más que nunca”.
El rey Melchor ha crecido casi tanto como un conocido actor, de voz y estampa poderosas. Gaspar ha cuidado muchísimo su pelo y su cutis, que ayer lucía casi tan ficámara no como el de una concejal muy preocupada por las áreas de ecología, urbanismo y movilidad. El único para quien no pasan los años es Baltasar, siempre igual.
Con los desfiles reales sucede como con los Juegos Olímpicos. Los últimos siempre son los mejores. Barcelona no fue ayer una excepción. Unas 600.000 personas, según la Guardia Urbana, se echaron a la calle. Récord de asistencia. La ciudad tenía ganas de pasárselo bien y lo demostró, después de “las cosas malas” del 2017, en especial en la Rambla, como dijo la alcaldesa. La muchedumbre desoyó mayoritariamente los llamamientos que nada tenían que ver con la ilusión infantil. Hubo menos símbolos amarillos que escaleras (para que los más bajitos lo vieran todo, como
patentó hace años un fotógrafo de raza, Carlos Pérez de Rozas).
Muchos personajes brillaron con luz propia. Los carteros en silla de ruedas. El Mag Lari, otro mago de verdad, que iba en la carroza de la paz y que nunca pudo imaginar mejor premio para sus 25 años de carrera. Y los pajes Estel, Omar y Gregori, sobre todo, el último, que animaba a los niños más mayorcitos a que le entregaran sus chupetes (también le preguntó a un urbano: “Qué, señor guardia, ¿se ha portado bien”?).
Los 1.321 voluntarios y artistas, profesionales y voluntarios, que formaban parte de la comitiva bordaron la coreografía y lograron momentos de una gran belleza plástica. Llamó mucho la atención la compañía Antigua i Barbuda, de Mataró, con el trote a lenta de su caballo metálico gigante. Las monturas de la Guardia Urbana, que volvieron a demostrar por qué este cuerpo es el mejor embajador de Barcelona, compartieron el recorrido con otros animales mágicos, como jirafas, elefantes, tortugas...
Los Reyes Magos estuvieron exultantes. Sabían que, a pesar de todo, Barcelona les recibiría con una sonrisa. Pero no entienden que a ellos se les reciba tan bien y que, sin embargo, durante el resto del año a otros viajeros de Oriente se les dé la espalda y se les cierren las fronteras, como a los sirios que tratan de huir de la barbarie y se hacinan en penosas condiciones en campos de refugiados de Grecia, Italia y Libia.
Hace apenas unos días, un paje escuchó como el mismísimo rey Gaspar se lamentaba de que la guerra en este rincón de Oriente Medio haya provocado ya una diáspora de proporciones bíblicas, la mayor tragedia humana desde la Segunda Guerra Mundial, “mientras Europa parece mirar en otra dirección”. Según Amnistía Internacional, el 2017 acabó con 6,6 millones de desplazados dentro de Siria y 4,8 millones de refugiados en otros países.
El drama afecta muy en especial a niños y niñas, que en el mejor de los casos sólo han perdido la infancia y años y años de escolarización. Son menores que no piden juguetes, sino únicamente un techo que no sea la lona de una tienda de campaña. Un refugio contra el frío, una puerta a la esperanza… Y que España y la Unión Europea cumplan sus promesas. No es un regalo ni caridad. Es una obligación legal y moral.
“Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía”, dice Amin Maalouf en León el Africano. El más desorientado de los tres reyes parecía ayer Baltasar, el negro. Le resulta incomprensible que siempre sea precisamente él quien más cartas reciba y resulte el preferido de la mayoría de los niños, cuando otros baltasares parecen condenados a ser invisibles entre nosotros y a malvivir de la chatarra o de la venta ambulante ilegal.
Ni toda la magia del mundo puede impedir que una legión de personas con el mismo color de piel que el rey africano se juegue la vida para lograr una vida mejor al otro lado del mar. La ONU asegura que más de 5.000 migrantes murieron ahogados en el Mediterráneo en el 2016, una media de 14 muertes al día, que convierten el Mare Nostrum en un mar muerto, “escenario de un genocila dio”, en palabras de la oenegé Stop Mare Mortum.
Las cáscaras de nuez de estos náufragos, muchos subsaharianos, no tienen nada que ver con el paquebote Santa Eulàlia, que trajo a Melchor, Gaspar y Baltasar al Moll de la Fusta. En otras localidades de Catalunya llegaron en carro de caballos, en helicóptero o esquiando. Los Reyes pidieron que los niños se fueran pronto a la cama para que ellos pudieran trabajar con tranquilidad, pero más de mil ciudadanos no se fueron a cama en Barcelona, ni pronto ni tarde, por la sencilla razón de que no tienen cama.
Al menos 1.026 personas pernoctan cada noche en cajeros, parques y portales de la ciudad. Otras 3.000 personas viven en pensiones, albergues, barracas, asentamientos e infraviviendas que no se pueden considerar un hogar, asegura la Xarxa d’Atenció a Persones sense Llar. Muchos pasan en un momento u otro del día por el hospital de
campaña de la iglesia de Santa Anna, abierto las 24 horas del día. Un grupo de estos sintecho ayudó ayer a los Reyes y entregó regalos a los niños del Raval, en “un cruce de culturas y religiones”, como dijo mosén Peio, el rector.
Como hacen cada semana, voluntarios de la pequeña oenegé Sense Sostre recorrieron las calles de Barcelona la madrugada del pasado jueves, víspera de la noche de Reyes, para repartir mantas, raciones de comida y un pequeño lote de regalos con una carta de esperanza. Esas palabras y los abrazos que también repartieron fueron quizá lo que más agradecieron los destinatarios, dice Carlos Rodríguez, cofundador y alma mater de la entidad.
En sus nueve años de historia, Sense Sostre ha realizado unas 600 salidas y ha repartido 23.000 paquetes de comida. Durante la campaña de Navidad sus miembros protagonizaron cinco salidas especiales, con la ayuda del Rotary Club y de Llibre Solidari. Cada noche alegraron la soledad a 110 personas, a las que entregaron comida y regalos. Gorras, bufandas, prendas de abrigo, chubasqueros, mochilas, cojines cervicales… Melchor, Gaspar y Baltasar agradecen mucho estas ayudas porque tienen muchísimo trabajo. Sólo en el desfile de Barcelona repartieron más de siete toneladas de caramelos.
Aunque para iniciativa dulce la que volvió a poner en marcha ayer Arrels: el roscón con llave. Este faro en la noche ayuda a los sintecho desde hace más de 30 años. Unas 40 panaderías y pastelerías de once empresas diferentes colaboran con este proyecto en seis municipios: Barcelona, l’Hospitalet de Llobregat, Castelldefels, Vilanova i la Geltrú, Sitges y Vilafranca del Penedès.
Casi 3.500 de los roscones que se vendieron en los locales adheridos destinaron un euro a los planes de la fundación. Los dulces llevaban, además de la tradicional haba y de la figurita del rey, una llave de madera con la inscripción #ningúdormintalcarrer. Lograr una llave, una casa, para las personas sin hogar. Este es el mayor reto de esta asociación sin ánimo de lucro, que durante el año 2017 atendió a 1.912 personas, el doble que en el 2012.
La estrella de Oriente guió ayer a los Reyes Magos en su desfile de Barcelona y en miles de cabalgatas de todo el mundo, pero en estos tiempos las verdaderas brújulas del rey blanco, el rey rubio y el rey negro son otras: centenares y centenares de instituciones altruistas con dignos representantes, como el hospital de campaña de Santa Anna, la oenegé Sense Sostre y Arrels Fundació.
Baltasar sigue igual, pero Melchor parecía ayer más alto y Gaspar mucho más rubio
Sense Sostre, la iglesia de Santa Anna y Arrels, entre otras entidades, hacen mágica la noche
“En nuestro largo viaje hemos visto niños sin escuela ni comida”, dicen Sus Majestades