Embarrancados
JOSEPH Conrad narra en su novela Salvamento la épica de un capitán de barco (Lindgart) empeñado en restituir un trono nativo en los mares del Lejano Oriente. Sin embargo, su bergantín encalla y altera la trama del relato. Su pasión por una bella dama (Travers) termina convirtiendo la embarcación embarrancada en la metáfora del aventurero prisionero de sus sentimientos. También la novela es una alegoría literaria de Conrad, que se encalló en la novela, hasta el punto que necesitó más de veinte años para concluirla: la empezó durante su luna de miel y la acabó cumplidos los sesenta.
La política catalana ha embarrancado, como el bergantín del capitán Lindgart, y no es precisamente por un amor galante, aunque las emociones están igualmente presentes y no contribuyen a la resolución del relato. Carles Puigdemont se considera el presidente legítimo de la Generalitat y no va a ceder el mando a un candidato alternativo tras el resultado del 21-D. Oriol Junqueras, que fue su vicepresidente, no es un plan B, aunque así lo manifestara Gabriel Rufián en las redes sociales. El Tribunal Supremo denegó ayer la libertad provisional a Junqueras, lo que hace aún más difícil el retorno de Puigdemont sin que sea detenido al cruzar la frontera, pues la fiscalía mantiene su criterio penal. Así las cosas, en el entorno del expresidente empiezan a ser mayoría quienes son partidarios de bloquear la legislatura para repetir las elecciones.
No se puede permitir Catalunya –ni ningún país en el actual momento de la historia– perder medio año (más lo que llevamos empleado) en estrategias políticas. Los soberanistas han ganado en escaños y es a ellos a quienes les corresponde gobernar. Este dilema del prisionero, propio de la teoría de juegos, en el que se encuentran los protagonistas deben resolverlo JxCat y ERC con sentido de la responsabilidad. Lo que no vale es encallar el barco y esperar a que el viento lo lleve a puerto. A
Conrad no se le hubiera ocurrido.