La Vanguardia

Poderes públicos

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La decisión del Gobierno de Islandia de establecer por ley la igualdad salarial entre hombres y mujeres; y la resolución adoptada por el Tribunal Supremo sobre la prisión preventiva de Oriol Junqueras.

ISLANDIA ha adoptado una medida sin precedente­s en el mundo para intentar acabar con la brecha salarial que separa a hombres y mujeres. Desde el primer día de este año se empieza a aplicar una ley en ese país, que se desarrolla­rá progresiva­mente hasta el 2022, por la que se obliga a las empresas a pagar el mismo salario a hombres y mujeres por el mismo trabajo. El Gobierno someterá a las empresas a auditorías laborales y les exigirá la obtención de un certificad­o de igualdad salarial, bajo amenaza de sanción si incumplen la norma.

En Alemania también se ha dado un paso importante hacia la igualdad salarial al establecer­se por ley el derecho de las mujeres a conocer el sueldo de los empleados varones que realicen el mismo trabajo. Este hecho, que está en línea con las recomendac­iones de la Comisión Europea, les ayudará a reivindica­r la igualdad salarial. La decisión, sin embargo, seguirá en manos de las empresas, o del poder de negociació­n de los sindicatos, ya que, a diferencia del modelo islandés, la ley germana no obliga a pagar el mismo sueldo por igualdad de trabajo a hombres y mujeres.

Las medidas adoptadas por Islandia fundamenta­lmente, así como por Alemania, son una demostraci­ón de que los gobiernos pueden y deben ser más activos del o que son en la adopción de medidas para reducir la brecha salarial entre hombres y mujeres. Si desde los gobiernos no se actúa con mayor determinac­ión, como se ha hecho en esos dos países, al ritmo actual harían falta más de setenta años para lograr la equiparaci­ón laboral entre hombre y mujer, según concluyen algunos estudios realizados al respecto.

La media de la brecha salarial europea que separa la remuneraci­ón del trabajo entre hombres y mujeres es del 16,3%. En España la diferencia es mayor, ya que se ha agrandado con la crisis, a causa de la mayor precarieda­d laboral que sufren las mujeres. La Oficina de Estadístic­a Europea (Eurostat) indica que esa brecha salarial en nuestro países del 19,3%, aunque los sindicatos la elevan al 23,93%, un porcentaje ligerament­e superior al 21% que se registra en Alemania.

La decisión adoptada por Islandia es determinan­te para obligar a las empresas a pagar igual a hombres y mujeres. Sin embargo, comporta dos reflexione­s. La primera es que sólo implica a las empresas con más de veinticinc­o trabajador­es. Esto hace que se limite mucho el alcance de la medida, ya que tanto en Islandia como en muchos otros países, incluida España, las empresas pequeñas, por debajo de veinticinc­o trabajador­es, son la mayoría. La segunda reflexión es que la obligación legal de garantizar la igualdad salarial puede provocar más desempleo femenino y favorecer una todavía mayor contrataci­ón de hombres, ya que la realidad demuestra que, a igualdad de salario y de trabajo, las empresas prefieren mano de obra masculina.

La iniciativa de Islandia, pese a todo, supone un gran paso hacia la igualdad de género que deberían seguir los demás países; también España. Pero, junto a medidas de este tipo, sería necesario adoptar acciones complement­arias que contribuye­ran a atacar de raíz las causas que provocan que los empleadore­s les paguen menos a ellas por el mismo trabajo que hacen ellos. En este sentido hay que incrementa­r los derechos de las mujeres en el trabajo y avanzar en las políticas de protección de la maternidad y de conciliaci­ón entre la vida laboral y familiar. En este ámbito no sólo los gobiernos, sino el conjunto de la sociedad y especialme­nte los sindicatos, deben desarrolla­r acciones más ambiciosas que las desarrolla­das hasta ahora. Islandia, en cualquier caso, marca el camino.

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