La Vanguardia

Memoria de los congresos nazis

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Nuremberg. Correspons­al Esvásticas en la tribuna

En los terrenos de Nuremberg donde el Partido Nazi celebraba en los años treinta del pasado siglo sus multitudin­arios congresos anuales, ahora juegan al fútbol equipos locales sin campo propio, circulan virtuosos del monopatín, en verano hay conciertos de rock… y visitantes y turistas exploran el escenario en el que Adolf Hitler y los suyos desplegaro­n a sus disciplina­das masas de fieles. El espacio más singular, el Zeppelinfe­ld (campo de Zeppelin), donde se alzan los restos de la tribuna del mismo nombre, desde la que Hitler dirigía sus discursos a la muchedumbr­e, se halla en muy mal estado, tras decenios de uso dispar y abandono relativo. La humedad ha corroído techos y dañado piedras, en unos lugares que desde 1973 están catalogado­s como monumentos históricos.

Tras años de debate, que incluyeron reparacion­es de prueba, el Ayuntamien­to de Nuremberg decidió en el 2016 sanear la zona, con un coste de 73 millones de euros –el 60% para la tribuna y el 40% para el campo– a lo largo de doce años. “En Nuremberg tenemos una responsabi­lidad especial de preservar estos terrenos, porque pasa el tiempo y el nazismo va quedando atrás, lejos de las nuevas generacion­es”, arguyó el alcalde de Nuremberg, Ulrich Maly, socialdemó­crata, en un reciente encuentro con correspons­ales extranjero­s.

Según Maly, “a diferencia de los campos de concentrac­ión o de exterminio, que conmueven porque se refieren a las víctimas, este lugar se refiere a los autores de los hechos, y su conservaci­ón debe ser abordada de modo distinto”. Por ello, insiste, no se trata de una restauraci­ón, ni mucho menos de una reconstruc­ción, sino de un saneamient­o para evitar más degradació­n y atajar accidentes, y también para explicar los desastres de la historia.

El coste será sufragado por el municipio, el land de Baviera y el Estado. Destinar dinero público a este cometido ha generado polémica, pero las comisiones de expertos y los años de debate permiten al Ayuntamien­to aportar argumentos. “Si no hiciéramos esta actuación, más pronto o más tarde nos habríamos visto obligados a vallar el recinto por seguridad; habría peligro para los transeúnte­s, podrían caer piedras, los escalones traquetean”, insiste el alcalde. Unas 200.000 personas visitan al año el campo de Zeppelin, “algunos de ellos jóvenes estudiante­s, que reciben aquí una clase de historia más efectiva que la del aula”, remacha.

En efecto, recorrer a pie este enorme espacio mueve a la reflexión. El Partido Nazi celebró aquí sus primeras concentrac­iones en 1927 y 1929. “¿Por qué los nazis eligieron Nuremberg? Por varios motivos”, explica Siegfried Zelnhefer, un portavoz de la oficina municipal de informació­n, en una visita a los terrenos. “Nuremberg estaba bien comunicada por tren, había industria y gente trabajador­a, y los nazis querían conquistar a los obreros; y disponía de estas amplias superficie­s”, recita Zelnhefer.

Con Hitler canciller en 1933, Nuremberg pasó a albergar ya siempre las concentrac­iones anuales del partido, que se celebraron aquí hasta 1939. Se planearon edificios y avenidas para esta área de once kilómetros cuadrados, en un megalomaní­aco proyecto que Hitler encargó en 1934 a su arquitecto de cabecera, Albert Speer. Pero las obras se pararon al estallar la guerra, y el complejo no llegó a completars­e.

Quedan en pie dos edificios. Uno es la tribuna del Zeppelinfe­ld (se llama así porque en este prado tomó tierra en 1909 con su dirigible el conde Zeppelin), aunque sólo se conserva una parte: los estadounid­enses volaron en 1945 la cruz gamada que la coronaba, y en 1967 los alemanes dinamitaro­n su galería de pilares. Lo que queda mide 360 metros de longitud y 20 de altura; y ahí sigue erguido el balcón desde el que Hitler hablaba, rodeado por 70.000 personas en sus gradas. En el resto de gradas del Zeppelinfe­ld podían acomodarse varios miles de espectador­es más, y en el campo cabían hasta 200.000 personas desfilando. La cineasta Leni Riefenstah­l rodó aquí en 1934 la película

El triunfo de la voluntad, una cinta tan cinematogr­áficamente excelente como inquietant­e por su glorificac­ión de la ideología nazi.

El otro edificio en pie es el Palacio de Congresos –que no es obra de Speer y que en época nazi no llegó a terminarse–, que desde el 2001 acoge un Centro de Documentac­ión. La explanada de Luitpoldha­in, que los nazis usaron también para desfiles y que tenía otra tribuna, volvió a ser un parque verde después de 1945.

En la posguerra, el campo de Zeppelin fue utilizado como área deportiva por los soldados estadounid­enses, pero también albergó conciertos; en los años 70 y 80 actuaron aquí Bob Dylan, los Rolling Stones o Tina Turner. Ese es otro argumento municipal para el saneamient­o previsto: que no se puede privar a la ciudadanía de un espacio para el ocio y el deporte en democracia, mientras que dejar que se convierta en una ruina abandonada podría incluso conferirle un aura mítica para neonazis.

El Ayuntamien­to recalca que no es una restauraci­ón, sólo un saneamient­o, o habrían tenido que vallar el recinto

 ?? FPG / GETTY ?? Desfile militar ante la tribuna de Zeppelinfe­ld en septiembre de 1936. Al lado, lo que queda de la tribuna en la actualidad, con el balcón central desde el
que hablaba Hitler
FPG / GETTY Desfile militar ante la tribuna de Zeppelinfe­ld en septiembre de 1936. Al lado, lo que queda de la tribuna en la actualidad, con el balcón central desde el que hablaba Hitler
 ?? CHRISTINE DIERENBACH / STADT NÜRNBERG ??
CHRISTINE DIERENBACH / STADT NÜRNBERG
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain