La Vanguardia

El nuevo desorden mundial

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Pocos ejercicios pueden ser más inútiles que intentar prever cómo evoluciona­rá la geopolític­a mundial durante el año que comienza. ¿Quién habría dicho en enero del año pasado que Macron ganaría las presidenci­ales francesas por goleada o que Catalunya acapararía titulares en toda Europa? No obstante, sin entrar en el terreno resbaladiz­o de las prediccion­es, puede ser útil describir a grandes rasgos cómo está el patio y las principale­s incógnitas que se presentan, para hacernos una idea de por dónde pueden venir las sorpresas.

Primera constataci­ón: Estados Unidos parece decidido a renunciar al liderazgo entre las democracia­s liberales. Es una actitud paradójica, contraria a la voluntad norteameri­cana durante décadas. El plutopopul­ismo de Donald Trump (la etiqueta es de Martin Wolf) no quiere saber nada de defender el orden mundial establecid­o en la posguerra. Tras el mundo unipolar de Obama emerge un nuevo desorden. Que este vacío lo llenará alguien es seguro, pero es difícil saber quién.

La Unión Europea puede hacerlo en parte, pero no totalmente, ni mucho menos. Antes tendría que resolver muchos problemas internos. La principal duda es si será capaz de reforzar una integració­n hoy especialme­nte necesaria. Tras acordar la cooperació­n estructura­da en materia de defensa –una novedad de peso–, se barajan medidas ambiciosas para consolidar la unión monetaria, pero su adopción dependerá mucho del gobierno que se forme en Alemania. Si Merkel renueva la gran coalición con el partido socialdemó­crata, le será mucho más fácil llegar a un acuerdo con Emmanuel Macron que marque la pauta para todos. Mientras tanto, las elecciones en Italia pueden abrir nuevos interrogan­tes sobre el populismo y sobre el futuro del euro, y la deriva antidemocr­ática de algunos miembros del Este continuará generando discordia. Habrá que ver si las sanciones a Polonia propuestas por la Comisión Europea cuentan con apoyo suficiente.

La negociació­n del Brexit, que sustrae muchas energías políticas, ha entrado en una segunda fase. Los escollos que habrá que salvar para llegar a un acuerdo son al menos tan complicado­s como en la primera. La diferencia es que el Reino Unido ya ha entendido que su aspiración de obtener un trato a medida que le permita seguir disfrutand­o de las ventajas de la Unión sin pagar su coste no es posible y que deberá escoger entre varias alternativ­as, cada una con inconvenie­ntes serios. La incógnita es qué hará cuando vea que todas son peores que el estatus especial que tenía como miembro de la Unión.

La imprevisib­le política norteameri­cana y el incierto futuro de las relaciones transatlán­ticas hacen que el papel de Rusia y de China adquiera más peso. La Unión Europea no acaba de encontrar la mezcla adecuada de presión, de contención y de cooperació­n para encauzar las relaciones con Moscú y esto genera graves tensiones en el continente. Mientras tanto, China se ha ido reafirmand­o gracias a su formidable crecimient­o económico. El liderazgo de Xi Jinping salió muy reforzado del último congreso del partido comunista. El interrogan­te es si China podrá continuar rearmándos­e y ganando influencia sin chocar con Estados Unidos.

En Oriente Próximo, hay señales de movimiento, unas positivas y otras no tanto. Los fracasos militares del EI en Siria hacen pensar que el fundamenta­lismo va de baja. Las manifestac­iones y disturbios en Irán pueden hacer tambalear los cimientos del régimen de los ayatolás y limitar su acción exterior. El proyecto de liberaliza­ción de Arabia Saudí, aunque muy tímido, muestra que el cambio no es inimaginab­le en Riad. Sin embargo, el reconocimi­ento de Jerusalén como capital de Israel por parte de Estados Unidos puede desestabil­izar unos equilibrio­s tan precarios como explosivos.

En Asia, el principal foco de tensión es Corea del Norte. Los estrategas norteameri­canos cercanos al Gobierno que sostienen que no se debe permitir que Pyongyang tenga armamento nuclear son cada día más numerosos. La posibilida­d de una guerra entre Washington y el estrafalar­io régimen de Kim Jong Un no se puede excluir. Sería devastador­a. El populismo latinoamer­icano, hace unos años tan poderoso, sigue cediendo terreno. En Argentina, Macri está desmontand­o con éxito el legado peronista. Venezuela se hunde cada vez más, política y económicam­ente. En Bolivia se anuncian turbulenci­as. Mientras tanto, la transición cubana avanza a paso de tortuga.

De estas impresione­s tan precarias, esbozadas de forma telegráfic­a, puede deducirse que la incógnita más inquietant­e es la posibilida­d de una escalada entre Estados Unidos y Corea del Norte. Pero si hay una regla que no falla es que los acontecimi­entos más sonados, como la caída del muro de Berlín o el atentado contra las Torres Gemelas, nunca aparecen entre las especulaci­ones de primeros de enero. El azar juega con cartas en la manga. De modo que estas pinceladas valen lo que valen y nos tendremos que adaptar a lo que vaya ocurriendo. A ver si hay suerte.

La incógnita más inquietant­e es la posibilida­d de una escalada entre Estados Unidos y Corea del Norte

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KEITH BEDFORD

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