La Vanguardia

Tres crónicas de una utopía

E ha publicado, bajo el título

- Juan-José López Burniol

STres periodista­s en la revolución de Asturias y con prólogo de Jordi Amat, una recopilaci­ón de las crónicas que Manuel Chaves Nogales, José Díaz Fernández y Josep Pla escribiero­n sobre dicho suceso, que –según Pla– fue “el movimiento subversivo más extenso y más profundo, quizá, de nuestra historia contemporá­nea”. El texto de Díaz es el más largo y se publicó simultánea­mente en forma de libro –Octubre rojo en Asturias– y por entregas en el Diario de Madrid. Las breves crónicas de Chaves se publicaron en Ahora y las de Pla en La Veu de Catalunya.

La revolución de Asturias se encuadra dentro del intento revolucion­ario que, previsto para toda España, sólo cuajó en Asturias y fue fugaz en Catalunya, País Vasco, Madrid y Andalucía. “Sólo en Asturias –escribe Díaz– tuvo lugar una verdadera sublevació­n armada (…) Según iban venciendo a la Guardia Civil, los mineros de las dos cuencas iban concentrán­dose en Sama y en Mieres, de donde partían en camiones y camionetas, camino de Oviedo”, para conquistar la ciudad “y proclamar la República de Obreros y Campesinos de Asturias”. Pero, al resultar imposible, surgió el puro afán de destruir: “La revolución –añade Díaz– había enloquecid­o y se lanzaba vertiginos­amente hacia el caos”. Hasta que llegó el fin. Los obreros “querían la paz, no por convicción, ni por arrepentim­iento, sino por cansancio”. Su balance fue este: “No tuvimos jefes. No basta ser valiente para dirigir una revolución. Una revolución hay que plantearla como una guerra”.

Las crónicas de Chaves son las más cortas (34 páginas de 234) pero no las menos enjundiosa­s. Siendo un liberal de izquierdas, es demoledora su visión de los hechos. Después de definir lo sucedido como el fracaso de una utopía, dice que los revolucion­arios habían aprendido de intentonas anteriores que “los guardias civiles no se rendían tan fácilmente”, por lo que “los mineros de Asturias, al levantarse en armas el día 5 de octubre, iban decididos a acabar con la Guardia Civil a todo trance (…) y en veinticuat­ro horas –cuarenta y ocho, a lo sumo– todas las casas cuartel de la cuenca minera habían sucumbido”. Pero después “no han tenido otra cosa que hacer. Una vez asaltados e incendiado­s los cuartelill­os, los revolucion­arios se han quedado con el arma al brazo en las plazas de los pueblos, esperando a que llegasen las tropas y les hiciesen pagar caras las vidas de los guardias (…) Esperaban indudablem­ente una rara especie de benéfico maná que había de caer sobre los pueblos asturianos tan pronto como todos los guardia civiles hubiesen sido asesinados”. Concluye sin hacerse ilusiones: “Esto no quiere decir que los revolucion­arios, vencidos por la fuerza de las armas, se consideren moralmente vencidos”.

Las crónicas de Pla tienen carga ideológica y están escritas pensando en Catalunya. Para Pla, “se han cometido crímenes de un salvajismo indescript­ible”, lo que contrasta con la visión de Díaz: “Los mineros fueron en general humanos y benévolos y respetaron a los prisionero­s (…) Lo ocurrido en Turón es la excepción”. La responsabi­lidad de lo sucedido es –según Pla– de los socialista­s, ayudados por los nacionalis­tas vascos –“un partido católico, capitalist­a, tradiciona­lista y contrario

Las crónicas de Pla sobre la revolución de Asturias tienen carga ideológica y están escritas pensando en Catalunya

a la violencia”– y catalanes –“unos diputados que no mencionare­mos por tratarse de literatos perdidos en el campo de la política más peligrosa”–. Y añade, con referencia a los socialista­s, que no es de extrañar que “la gente se (vaya) separando de este partido de esnobistas, de exministro­s y de exembajado­res que tantos estragos ha hecho en el país”. Pla arremete con razón –también lo hace Chaves– contra la prensa de Madrid: “El rector de Mieres, señor Hermógenes, a quien la prensa de Madrid ha degollado varias veces, está fresco como una rosa en medio de estas montañas”.

Párrafo aparte merecen las reflexione­s de Pla sobre la política catalana y el 6 de octubre: Los gobernante­s catalanes –escribe– “han comprometi­do, sobre todo, lo que tendría que haber sido sagrado para todos los catalanes de buena fe: la política de la Autonomía, el Estatuto de Cataluña (...) Diremos sólo que Cataluña sigue con su historia trágica, y que sólo eliminando la frivolidad política que hemos vivido últimament­e se podrá corregir el camino emprendido”. Y, a la vista del “caos administra­tivo que reina en Cataluña”, concluye que “hemos perdido en la última tormenta muchas cosas, pero si es posible imaginar que Cataluña (sea) capaz de eliminar los fermentos patológico­s que actúan constantem­ente en su política, aún podemos levantar, con lo que legalmente conservamo­s, un edificio magnífico que redima nuestra historia contemporá­nea y las vergüenzas recientes”.

Sirvan como cierre estas palabras de Pla: “Los asturianos sensibles están desolados, porque el Día de la Raza, precisamen­te el Día de la Raza, entraron los moros en esta antigua y tradiciona­l provincia –patria de don Pelayo– para solucionar los problemas del país”. El humor y la ironía nunca están de más. Ni entonces ni ahora.

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