La Vanguardia

La haba del roscón

- Màrius Serra

Hoy, día de regalos, mucha gente atacará el roscón de Reyes con miedo a atragantar­se con el rey o la haba. El rey quiere corona (y corona le daremos) pero quien topa con la haba, paga. Entre los regalitos que numerosos catalanes han puesto en la carta de Reyes está el mapa de Tabarnia, este juguete hinchable que algunos medios de comunicaci­ón aún desconcert­ados por los resultados electorale­s en Catalunya han hinchado como si fuera un globo sonda. Tabarnia es un territorio deliciosam­ente delirante, compuesto por las comarcas catalanas donde el 21-D hubo una mayoría de votos constituci­onalistas, que ahora presuntame­nte se querría escindir del resto de Catalunya con algunos de los argumentos que el independen­tismo usa para justificar su separación del resto de España. Que tras el 21-D un juguete como Tabarnia haya llegado a los calcetines de tantos hogares catalanes sólo puede ser saludado con esperanza por parte del independen­tismo. En primer lugar, porque demuestra una cierta distensión constituci­onalista. Pasar de la épica a-porellísti­ca a la broma es un primer paso. La ironía es el arma de los débiles, como muy bien sabíamos la mitad de los catalanes. Bueno es que ahora la otra mitad también se haya dado cuenta de ello, se reconozca como minoría y, por tanto, se apunte al sarao. En resumen, más bromas y menos porras. Dedicar esfuerzos a construir una sátira ingeniosa, tal como hace años que demuestra Polònia en la vilipendia­da y ahora económicam­ente castigada TV3, es una verdadera especialid­ad de ingeniería social, que establece puentes y caminos a través de la transgresi­ón humorístic­a. Conviene que todo el

mundo reciba para que todos puedan dar. Tanto criticar la revolución de las sonrisas y hoy, día de Reyes, aún resultará que unos cuantos de sus detractore­s más severos sonreirán por debajo de la nariz embobados ante un gadget (ay, la mercadotec­nia!) de Tabarnia.

En el 2006, el flamante premio Sant Jordi de novela Joan-Lluís Lluís publicó un Diccionari dels

llocs imaginaris dels Països Catalans (La Magrana). Tabarnia encajaría en él, en la página 240, entre Tabarca (isla que el menorquín Joan Pons imaginó en su novela El laberint de les girafes,

1999) y Taillac (villa de Catalunya del Nord donde Pierre Leclair sitúa un terrible crimen en su novela S’il te plaît, dessine-moi un tucur, 2001). En la biblioteca de casa, tengo el libro de Lluís justo al lado de la Guía de lugares imaginario­s de Alberto Manguel y Gianni Guadalupi. El trauma colosal por la unidad de la patria que agita la sociedad española sería de abordaje mucho más sencillo si la gracia de Tabarnia presidiera las élites que dominan el Estado. En las próximas elecciones españolas podríamos, por ejemplo, recontar todas las comarcas donde obtengan mayoría los partidos que no se declaran monárquico­s y dibujar luego el mapa de Republican­ia. Cualquier patria es un lugar imaginario conformado por una cultura socialment­e compartida y una voluntad popular de compartir estructura­s de poder. Catalanes de Tabarnia, griten conmigo: “Els tortells seran sempre postres!”.

Recontar todas las comarcas españolas donde obtengan mayoría quienes no se declaran monárquico­s

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