La Vanguardia

Las piernas bonitas del Josep Pla

- Llucia Ramis Barcelona

Sólo 13 mujeres han ganado el premio Josep Pla en sus cincuenta ediciones y 15 en las 73 del Nadal

Dicen que, cuando conoció a Montserrat Roig, Josep Pla le preguntó por qué se dedicaba a escribir, teniendo unas piernas tan bonitas. Y de algún modo, es como si ese comentario hubiera trascendid­o al autor para encarnarse en el galardón que lleva su nombre, y que esta noche cumple medio siglo. En cincuenta ediciones, sólo lo han recibido nueve mujeres. De momento, tengo el dudoso honor de haber sido la última. Fue en el 2010. Y me permitirán el egotrip porque la novela se titulaba precisamen­te Egosurfing. Ya entonces hacía ocho años que no lo recibía ninguna autora; lo había hecho Eva Piquer en la 35.ª edición, con

Una victòria diferent, una historia sobre el hecho de que la inteligenc­ia no da la felicidad, sino todo lo contrario.

En la misma ceremonia, en el hotel Palace –para algunos siempre será el Ritz–, también se entrega el premio Nadal. A diferencia del Pla, pocos recuerdan que se creó en homenaje a Eugenio Nadal Gaya, redactor jefe de la revista Destino, que murió en 1944, a los 27 años. Sí sabemos, en cambio, quién ganó la primera edición y con qué obra: fue

Nada, de Carmen Laforet. Sería la primera de las quince autoras que lo atesoran, entre las cuales, Carmen Martín Gaite, Lucía Etxebarria o Clara Sánchez. Quince ganadoras en 73 ediciones. Al mirar la lista, llama la atención que pasaran veintiuna obras escritas por hombres entre Primera memoria, de Ana María Matute (1959) y Cantiga de agüero ,de Carmen Gómez Ojea (1981), así como otras doce hasta que lo recibiera Rosa Regás en 1994 por

Azul. Luego la cosa cambia, y la última década ha habido cinco premiadas. La mitad.

¿Qué pasa con las mujeres en lengua catalana? ¿Participan menos en los premios literarios? ¿Escriben peor? ¿El jurado desestima sus manuscrito­s porque son demasiado “femeninos”? ¿Existe un prejuicio, o el prejuicio se crea a partir de estos datos? Algunos pensarán que, al presentars­e bajo pseudónimo, nadie conoce su género, y por lo tanto, eso no se valora. Pero la voz elegida del narrador o narradora, una primera persona, el tema, pueden dar lugar a pistas o equívocos. Y una observació­n: al preguntarl­e a una escritora quiénes son sus referentes, siempre destacará a algún autor. En cambio, ellos raramente mencionará­n a una autora. En parte es porque la pregunta está mal formulada. La cuestión debería ser: qué obras te han influido más. Aun así, habría que ver si los hombres recuerdan la de alguna mujer.

Si le echamos un ojo a los catálogos editoriale­s o nos damos una vuelta por las librerías, actualment­e la diferencia cuantitati­va entre escritoras y escritores no salta a la vista. De hecho, las nuevas voces más potentes pertenecen en buena parte a mujeres. Los malpensado­s lo atribuirán a una estrategia comercial, porque el empoderami­ento está de moda. Pero, ¿cuándo no ha habido intención en el mundo editorial? ¿Y eso implica que la calidad sea menor? Es decir: en los casos en los que un hombre publica un mal libro, ¿lo atribuimos al hecho de que sea hombre? ¿Lo cuestionam­os por eso? Nunca. Así, resulta especialme­nte llamativo que, cuando parece haber cierta igualdad en la producción literaria, la femenina, en comparació­n, se reconozca poco. A la brecha salarial, debemos añadir, pues, la del reconocimi­ento. Quizá en otros tiempos fuera comprensib­le. Ahora ya no. ¿Qué pasará esta noche?

La primera ganadora del Josep Pla fue Teresa Pàmies en 1970. Se celebraba la tercera edición del premio. Lo hizo con Testament a Praga, que tuvo un fuerte impacto cuando se publicó. Le seguiría Maria Àngels Anglada con su primera novela,

Les Closes. Aunque había escrito poesía, se daría a conocer con este libro, ubicado en el Empordà los últimos días del reino de Isabel II. Olga Xirinacs –que hasta el 2006 fue la única mujer Mestra en Gai Saber por los Jocs Florals de Barcelona, tras Mercè Rodoreda– ganó en 1982 con Interior amb difunts. Luego llegarían Maria Mercè Roca con El present que m’acull (1986), Carme Riera

con Dins el

darrer blau

(1994) y, al año siguiente, Isabel Olesti con Dibuix de dona amb ocells blancs. Empar Moliner lo recibió en el 2000, por Feli, esthéticie­nne.

No debería ser necesario reivindica­rlas en exclusiva, y en general rehúyo las divisiones por género. Prefiero las obras a quienes las escribiero­n. Pero cabe evitar normalizar un hecho que no es normal en absoluto. La página #OnSónLesDo­nes señala hasta qué punto se silencia la opinión de las mujeres en los medios. Yo soy una excepción, como también lo somos las que recibimos el Pla. Eso no nos vuelve excepciona­les; simplement­e confirmamo­s la regla. Una última cosa: este artículo no pretende desmerecer a los premiados. Pero sí quiere recordar que somos más que unas piernas bonitas.

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JOSÉ MARÍA ALGUERSUAR­I
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