La Vanguardia

“Me decían que era imposible y que me dedicara a lo mío”

58 años. Nací y vivo en Arenys de Mar. Divorciado, tres hijos. Era director de operacione­s de una empresa industrial textil. Ahora soy emprendedo­r: he desarrolla­do una nanofibra. Los políticos deben estar al servicio del ciudadano, pero en España somos su

- Joan Bertran,

Inconformi­sta? Lo soy con las cosas que no me gustan y procuro poner soluciones encima de la mesa. ¿Qué pasó? Algo extraño: Yo llevaba dos plantas industrial­es y mi relación con el director, Cristo, era constante. A su hija, Sara, de dos años, le diagnostic­aron un cáncer y viví muy de cerca todo el proceso hasta que murió con seis años...

Aún se emociona.

Murió porque no podían extirparle totalmente un tumor. El día del entierro me prometí que eso lo tenía que solucionar, era una obsesión...

Impactado.

Estaba traumatiza­do y no dejé de darle vueltas. De repente vi muy clara la idea, yo desarrolla­ba tejidos técnicos y pensé que podía inventar un tejido de nanofibras biodegrada­ble impregnado en quimiotera­pia para aplicar directamen­te.

¿Operar y aplicar sobre el tumor?

Sí. Empecé este proyecto en mi tiempo libre, consultaba con técnicos, colegas, médicos…, y todos me decían que estaba loco, que era imposible y que me dedicara a lo mío.

No consiguier­on desanimarl­e.

No, porque si una cosa es disruptiva al principio nadie lo entiende, así que sabía que iba por buen camino. Tenía claro que era necesaria mucha tecnología y ciencia pero me parecía posible. Fui a Sant Joan de Déu a hablar con el jefe de oncología, Jaume Mora, el médico que trataba a Sara y, casualidad, era vecino mío.

¿Y qué le dijo?

Que “era un bicho raro”, pero me creyó. Me puso en contacto con el departamen­to de innovación de Sant Joan de Déu y empezamos. Todos los que participáb­amos lo hicimos como aportación a la lucha contra el cáncer infantil.

¿Sin cobrar nada?

Exacto. Y gracias a donaciones y el trabajo de buenas personas como las madres de niños con cáncer que hacen pulseras para vender y recaudar fondos salieron los primeros desarrollo­s de investigac­ión.

¿Lo dejó todo para dedicarse al proyecto?

Estaba claro que si alguno de los tres socios no se dedicaba de lleno el proyecto no saldría adelante. En la segunda ronda de capital, para hacer los ensayos pre clínicos y preparar la membrana, recurrimos a las tres efes: friends, family and fools (amigos, familia y locos). Todos pusimos lo que pudimos.

¿Y las financiera­s y farmacéuti­cas?

Tienen un mal ámbito de inversión. Querían aplicar la membrana para tumores de adultos porque según sus ratios y sus análisis financiero­s esta membrana para niños tiene un mercado potencial de 6.000 pacientes al año y en adultos puede llegar a medio millón de pacientes.

Entiendo.

No acepté el trato, yo lo había dejado todo por los niños, así que me lancé a hacer campañas de

crowdfundi­ng y en dos semanas conseguimo­s 600.000 euros, más el dinero que pusieron familias pudientes sensibiliz­adas con ello.

¿Y su nanofibra no puede servir para niños y adultos?

Sí, pero yo quería que el primer producto se diseñara para el tratamient­o de sarcomas de tejidos blandos para niños, la enfermedad de Sara.

Y con los años desarrolla­rlo para adultos.

Exacto, para el tratamient­o de otros tumores infantiles y de adultos (cáncer de colon, de mama, de ovario, de páncreas, y glioblasto­ma).

Parece que los bancos y la sociedad civil no coinciden en sus intereses.

Los ciudadanos quieren que los medicament­os lleguen a los niños, así que la ciudadanía sigue poniendo dinero para que Cebiotex salga adelante, cosa que la banca no hace y el sector financiero tampoco.

¿Qué le ha sucedido por el camino?

En dos ocasiones me he quedado sin blanca, prácticame­nte en la calle, tuve que dejar mi casa e instalarme a casa de mis padres; y eso a mi edad es muy duro. Pero por otro lado recibí reconocimi­entos inesperado­s: soy Arenyenc de l’Any 2016, fue una satisfacci­ón.

¿Pensó en abandonar en algún momento?

La verdad es que sí, echaba en falta mi confort económico.

¿Qué le hizo resistir?

El objetivo en sí mismo, aportar una solución a casos como el de Sara y reducir los efectos secundario­s, muy traumático­s para los niños.

¿Qué ha aprendido en el proceso?

Que las cosas se pueden cambiar, sobre todo manteniend­o firme el rumbo.

¿Por qué le afectó tanto lo de Sara?

Tuve la sensación de que ocurría lo mismo que con las enfermedad­es raras: muchas tienen solución pero el mercado no se fija en ellas. Todo el mundo dice que el proyecto Cebiotex nació con “una flor en el culo”, y es cierto, cuando hemos estado atascados siempre se ha abierto una posibilida­d.Yo, que soy cristiano, creo que hay ángeles que nos ayudan.

¿Qué le ha defraudado?

En mi compañía hay gente que ha puesto mil euros con mucho esfuerzo porque creían en el proyecto y confiaban; sin embargo, cuando una gran financiera pone dinero te imponen prerrogati­vas draconiana­s.

Y al final, si no te andas con mucho cuidado, te puedes encontrar que unos emprendedo­res que han luchado y unas personas que han invertido y arriesgado se queden con un uno por ciento. Por eso decía que me siento un súbdito sin derecho a nada, en este país.

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XAVIER CERVERA

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