La Vanguardia

Bogart también se queda sin techo

- FRANCESC PEIRÓN

Cuando se encara por la escalera automática hacia la profundida­d, esto es como hacer el trayecto a otra época. En términos de Julio Verne, parece más un viaje al centro de la tierra que a la luna.

Hay que decir que la disposició­n es inversa a lo habitual, lo que demuestra ir a contracorr­iente. No se sube al entrar. Al acceder desde la calle, el recorrido es de bajada. Los Lincoln Plaza Cinema, en el Upper West, se ubican en el sótano de un edificio de la avenida Broadway y la calle 63.

Hay una estatua de Humprey Bogart en uno de los rincones, que no deja de ser una declaració­n de principios, el de una estrella trasnochad­a, apreciada sin duda por los habituales de este zulo. Pero desconecta­da de este tiempo de celebridad­es fugaces, con músculo y pirotecnia en lugar de un Camel sin filtro fumado con la elegancia del que ha visto tanto que nada le sorprende. Bogart, que soñó los sueños de un seductor gracias a Woody Allen, va a tener que hacer las maletas.

A final de mes, sus anfitrione­s, Daniel y Toby Talbot, matrimonio desde hace 68 años, lo empaquetar­án y se irán con viento fresco. Esta es la crónica de otro obituario. Como a Bogart, que más da otra raya para un tigre como Nueva York. Una más, sí. Pero duele.

Los Lincoln, uno de los pocos dedicados a filmes extranjero­s y cine de autor, también son víctimas inmobiliar­ias en una ciudad más de palomitas que de película.

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