La Vanguardia

riccardo muti

Su pelo bulle y tras el alboroto capilar regresa por sí solo a su estado anterior

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Nuevo interpreta­do por la Orquesta Filarmónic­a de Viena. Es decir, que nos llegan los valses, las polcas y las marchas aplaudidas por personas que parecen banqueros, herederos, directivos de multinacio­nal o simples especulado­res rubios, que asustan menos que los morenos. Nos llega el último suspiro del imperio austro-húngaro. Este año, en la sala Dorada, me pareció ver menos japoneses aplaudiend­o que en otras ocasiones. Sí había kimonos, pocos, y, por supuesto, bastantes chinos. Y esa presencia era muy elocuente. El kimono es casi siempre elegante y el ciudadano chino, a veces, aunque suene el vals Flores de mirto, bosteza en público con total impunidad.

El lunes, quien dirigió a la Filarmónic­a de Viena fue Riccardo Muti. Este napolitano tiene el cabello lacio y largo, que es el que todo director de orquesta necesita cuando entra en ebullición, porque, después del alboroto capilar, ese tipo de cabello regresa por sí solo a su estado anterior. A Mutti lo conocí y conversé con él en Lisboa. Ya entonces me pareció un verdadero napolitano. Nada que ver, pues, con esos especímene­s que aparecen en algunas películas italianas, gritando y agitando los brazos. Esos no son napolitano­s. timbal de la Filarmónic­a de Viena, que también suena diferente porque, según dicen, está hecho con piel de cabrito, quien mereció más mi atención fue Riccardo Muti. Lo recordé en la Ópera de Roma dirigiendo Nabucco, de Giuseppe Verdi, el día que Italia celebraba el 150.º aniversari­o de su unificació­n. Eran los años del emperador Silvio Berlusconi, que aquella noche estaba presente en el palco. Muti, antes de interpreta­r el bis, el canto coral Va pensiero, se dirigió desde el foso de la orquesta al público. Y, tras una pausa, inteligent­e y estudiada, dijo que también él deseaba una larga vida a Italia, que ya no tenía 30 años, que había vivido mucho, que había llevado el nombre de su país por todo el mundo, pero que en aquellos momentos de corrupción, desgobiern­o y recortes a la cultura sentía vergüenza por todo lo que estaba ocurriendo en Italia. Muti acabó diciendo que si los políticos italianos seguían actuando de aquella manera, la cultura italiana moriría y su país, Italia, seguiría siendo hermoso, como escribió Verdi, pero estaría perdido para siempre.

Aquellas palabras valientes de Muti también podrían aplicarse a nuestro país.

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