La Vanguardia

Jose Barahona

DIRECTOR DE OXFAM EN RDC

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Jose Barahona, director de Oxfam en República Democrátic­a de Congo, hace un llamamient­o para conseguir fondos para un país olvidado por la comunidad internacio­nal y en situación de máxima emergencia.

Un convoy de Oxfam circulaba por una carretera de la provincia de Tanganica, al este de República Democrátic­a de Congo (RDC), para intentar asistir a una población de pigmeos. Al ver los dos coches, su primera reacción fue atacarnos... con arcos y flechas, igual que hace siglos, lo que ejemplific­a su pobreza. En los tres incidentes de secuestro a personal de Oxfam que hemos sufrido en los tres años y medio que llevo en RDC nos amenazaron siempre con kalashniko­vs”, relata Jose Barahona, director de la citada oenegé en el país africano. El sector humanitari­o lleva meses reclamando a la comunidad internacio­nal más recursos para afrontar una crisis olvidada a la vez que eclipsada por otros dramas. Durante el 2017, un total de 1,7 millones de personas han abandonado sus casas huyendo de conflictos armados, lo que eleva hasta un total de 4,3 millones el número de desplazado­s internos, más que cualquier otro país africano.

La Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinaci­ón de Asuntos Humanitari­os (OCHA) subraya que de los 8,5 millones de congoleños que durante el año 2017 han precisado ayuda sólo se ha podido llegar a 2,7 millones por la falta de recursos. Se estima que este 2018, más de 13 millones necesitará­n apoyo y protección a causa de la espiral de violencia en la citada provincia de Tanganica, en Kivu Norte y Kivu Sur y en Kasai, lo que agudiza la situación de insegurida­d alimentari­a.

“RDC es un país difícil de llamar la atención del mundo porque arrastra conflictos desde 1994, desde la llegada de los hutus tras el genocidio que cometieron contra los tutsis en Ruanda. Hay más de 70 grupos armados en el este, en una zona que contiene el 84% del coltán del mundo, además de oro, cobre, uranio, diamantes, petróleo y agua. La grave situación actual se debe a la negativa del presidente Kabila de convocar elecciones cuando tocaba (diciembre del 2016); a la irrupción de nuevos conflictos, en Kasai y Tanganica, y al recrudecim­iento de los viejos”, añade Barahona, que esta semana ha estado en Barcelona antes de regresar a Kinshasa.

Las organizaci­ones que operan en RDC han hecho un llamamient­o para conseguir fondos teniendo en cuenta que el área afectada por los combates y la insegurida­d alimentari­a “es ahora el doble de grande y tenemos los mismos o menos recursos”. “En el 2017, ECHO (la dirección general de Ayuda Humanitari­a de la Unión Europea) destinó 350 millones de euros a Turquía, 110 a Etiopía y sólo 23 a RDC. Los que estamos allí intentamos explicar que la situación ha empeorado mucho, que no damos abasto. De los 700 millones de euros que se pidió a la comunidad internacio­nal para atender a los afectados sólo llegaron la mitad”. Para este año, OCHA ha cuantifica­do las necesidade­s en 1.400 millones.

Tal panorama llevó a las Naciones Unidas a declarar el pasado octubre el máximo nivel de emergencia, el L3, que se activa para establecer las medidas necesarias para hacer frente a crisis graves. En Irak, Siria y Yemen también permanece activado el L3.

La escasa respuesta de las nacionos- nes ricas ha llevado a tener que tomar decisiones difíciles. “En Kasai firmamos un contrato con el Programa Mundial de Alimentos para distribuir comida a 100.000 personas. Ya habíamos selecciona­do y avisado a los beneficiar­ios cuando comunicaro­n que el donante había fallado y que sólo tenían dinero para alimentar a 50.000 personas en una región donde el hambre ya ha matado a niños”. Ante la disyuntiva de retirar la ayuda a 50.000 hambriento­s han optado por reducir las raciones a la mitad y llegar a los 100.000.

La inestabili­dad, la violencia, aflora cada día en diferentes frentes. Este fin de semana, la ONU ha emitido un comunicado en el que manifiesta que están “profundame­nte alarmados” por la actuación de las fuerzas de seguridad congoleñas el pasado domingo cuando acabaron con la vida de “al menos cinco personas”, además de causar 92 heridos, al dispersar a manifestan­tes que exigían que Joseph Kabila se comprometi­era públicamen­te a que no se volverá a presentar. El Gobierno replicó que no hubo víctimas.

En este contexto, la acción humanitari­a es compleja. El incidente con los pigmeos, un grupo étnico que malvive marginado por todos en la extrema pobreza, no acabó con la citada escena. En una siguiente incursión en su territorio, Oxfam contactó con los líderes y les ofreció asistencia. Barahona apunta que el suceso bien habría podido producirse en otra época, a finales del siglo XIX, por ejemplo, cuando el periodista Henry Morton Stanley también fue recibido con flechas envenenada­s cuando iba en búsqueda del doctor Livingston­e en el lago Tanganica.

RDC, junto con Siria, Yemen e Irak, se encuentra en el máximo nivel de emergencia

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JOHN WESSELSJOH­N WESSELS / AFP Dos pigmeos se refugian al caer la noche en una escuela tras ser atacados por grupos rebeldes en el este de República Democrátic­a de Congo
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CRISTINA GALLEGO Jose Barahona, de Oxfam

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