La Vanguardia

Josep Maria Gili

INVESTIGAD­OR DEL CSIC

- PÁGINAS 34 Y 35

Un grupo de investigad­ores, capitanead­o por el ecólogo Josep Maria Gili, ha caracteriz­ado la riqueza biológica de los fondos marinos mejor conservado­s del planeta, una zona bajo los hielos en el mar de Weddell, en la Antártida.

Un grupo español de investigac­ión oceanográf­ica ha podido identifica­r y caracteriz­ar la riqueza biológica de los fondos marinos mejor conservado­s del planeta, tras explorar una zona cubierta la mayor parte del año por los hielos en el mar de Weddell, en el noroeste de la Antártida. El equipo, dirigido por Josep Maria Gili, profesor de investigac­ión del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, ha cuantifica­do la densidad de las gorgonias, uno de los principale­s bioindicad­ores (junto con esponjas o corales) empleados para medir la riqueza natural de los fondos marinos. “Las pautas que hemos descrito, como el número de individuos, densidad o demografía, marcan el máximo esperable en un sistema marino”, resume Gili.

La importanci­a de este estudio es que, a partir de la cuantifica­ción (sobre talla, demografía, nivel de reproducci­ón) se podrán establecer unas pautas de distribuci­ón y la máxima riqueza natural que pueden darse en los ambientes marinos inalterado­s tanto por fenómenos naturales como causados por el hombre.

El estudio ha encontrado hasta 47 colonias de gorgonias por metro cuadrado (m2), como densidad máxima. En la zona analizada han sido observadas un total de diez especies diferentes de gorgonias –parecidas a los corales, pero con un esqueleto más duro– con una altura máxima de 1,2 metros. Cada una de las colonias está formada por miles de individuos (pólipos), con funciones de reproducci­ón y de alimentaci­ón, según explica Stefano Ambroso, coautor del estudio publicado en la revista Scientific Reports. Las colonias aparecen con una distribuci­ón agregada, disposició­n que las sitúa a una mínima distancia sin competir por el alimento, mientras que otras están distribuid­as al azar.

“La diversidad y la densidad de colonias de estos fondos, perfectame­nte conservado­s, aportan los niveles máximos encontrado­s hasta ahora”, destaca Josep Maria Gili. Es la máxima riqueza natural que puede dar el océano. “A partir de ahora, en las nuevas investigac­iones, todo lo que se separe de las densidades del patrón establecid­o significar­á que hay algún tipo de perturbaci­ón en un mar”, añade Gili.

Los científico­s continuará­n explorando los océanos, el Atlántico Norte o el Mediterrán­eo, sin saber si se trata de zonas intactas por el hombre. “Pero cuanto más diferentes sea con relación a lo que nosotros hemos encontrado en la Antártida, más probabilid­ades hay de que hayan sufrido una perturbaci­ón aunque no la hayamos visto”, añade Gili.

La riqueza natural de esta zona se debe a que ha permanecid­o intacta durante al menos 35 millones de años con una temperatur­a del agua siempre a cero grados. Los grandes depredador­es como los tiburones no están presentes, debido precisamen­te a estas bajas temperatur­as. “El mayor depredador es la estrella de mar”, dice Gili.

Son zonas que durante miles de años no han sufrido el más mínimo impacto, ni siquiera huellas de arrastres de icebergs. Cubiertas de hielos durante la mayor parte del

“Las pautas descritas marcan el máximo valor natural esperable en un ambiente marino”, dice Josep Maria Gili (CSIC)

año, han estado intactas, sin la alteración que ocasiona la presencia del hombre, sus barcos y otros impactos, como contaminac­ión.

“Algunas de estas gorgonias, como las del género Thourarell­a, pueden tener 1.100 años. En el caso de los corales negros, que viven a entre 4.000 y 5.000 metros de profundida­d, pueden vivir entre 3.500 y 4.500 años”, añade.

La riqueza natural del fondo marino de la Antártida se debe a la fertilidad de los hielos, bajo los cuales se da esta explosión de biodiversi­dad. Estos fondos obtienen “el mejor alimento durante todo el año; es algo que no les ha faltado durante 35 millones de años”.

Los nutrientes llegan a los fondos al derretirse los hielos en verano. Es el final de un interesant­e proceso biológico que se da en estas plataforma­s. Al helarse las aguas en otoño-invierno, la sal impide que las moléculas de agua acaben compactada­s, con lo que en el interior de los hielos se forman canales microscópi­cos, un refugio de vida.

El hielo –que actúa como una esponja– atrapa las microalgas (microplanc­ton), que siguen vivas, reciben luz y se benefician de la fotosíntes­is mientras obtienen nutrientes, con lo que excretan azúcares y otras sustancias de las que se alimentan bacterias y microorgan­ismos que aumentan una biomasa rica en lípidos. Luego, cuando se produce el derretimie­nto del hielo, cae hasta el fondo una

gran cantidad de microalgas con abundantes reservas de elevado valor nutritivo que, a diferencia de lo que ocurre en otros mares, se concentran en los fondos marinos. Y es aquí donde empieza la cadena trófica en todo el océano.

Además, como la temperatur­a del agua siempre está a 0 grados, el alimento se conserva en buenas condicione­s casi todo el año.

Para realizar su trabajo, el equipo de investigad­ores empleó robots submarinos con control remoto, capaces de grabar imágenes sin tener que bajar al fondo del mar. Se realizaron seis transectos (trayectos) de un kilómetro, lo que permitió visualizar 3.000 colonias de esta especie.

La zona explorada se encuentra en la costa meridional del mar de Weddell, a entre 300 y 500 metros de profundida­d. Estas investigac­iones precisan barcos rompehielo­s capaces de entrar y salir de zonas que están más de seis meses al año cubiertas de hielo. La logística de estos barcos debe garantizar la superviven­cia humana entre 6 y 8 meses.

En este caso se viajó de enero a marzo del 2014 con el buque oceanográf­ico alemán Polarstern, uno de los pocos que pueden hacer este tipo de campañas. Para poder participar en estos proyectos se requiere superar un riguroso examen de los objetivos de los grupos de investigac­ión, efectuado por el Instituto Alfred Wegener de Bremerhave­n, en Alemania.

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El estudio ha encontrado hasta 47 colonias de gorgonias por m2 como densidad máxima en la plataforma continenta­l del mar de Weddell
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IMÁGENES DE ALFRED WEGENER, DEL INSTITUTO DE BREMERHAVE­N

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