La Vanguardia

Empieza la guerra de nervios

- Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es

Dos semanas después de las elecciones catalanas, los partidos vencedores y derrotados en las urnas siguen sumidos en el desconcier­to. Ciutadans obtuvo una victoria que no le sirve para gobernar, el Gobierno de Rajoy aún no ha asimilado que el independen­tismo obtuviera la mayoría absoluta (le resulta más doloroso eso que el estrepitos­o resultado del PP), Esquerra se lame las heridas sin capacidad para reaccionar y Carles Puigdemont, más allá de la euforia inicial, no sabe cómo hacer valer el caudal de votos que, contra todo pronóstico, arrebató a los republican­os. Este es el panorama que ha dejado tras de sí el 21-D.

En los próximos diez días (el 17 se constituye el Parlament) asistiremo­s a una feroz guerra de nervios entre los dos partidos independen­tistas por marcar las reglas de juego de la nueva y vacilante legislatur­a que está por estrenar. Los republican­os se habían preparado para otro terreno. Se trataba de imprimir al proceso hacia la independen­cia un ritmo realista, adquirir mayor credibilid­ad en la gestión social, mantener el enfrentami­ento con el Estado en márgenes más llevaderos y ampliar el respaldo popular a sus tesis. Esa era la pista de aterrizaje de ERC, que planeaba gobernar con apoyos parlamenta­rios más transversa­les. Pero Puigdemont ha quedado por delante y, paradójica­mente, no van en esa dirección los planes de quien pertenece a un partido que en otro tiempo se decía de orden.

El expresiden­t está en una delicada situación personal. Si cae en el olvido, podría pasarse años en Bruselas sin posibilida­des de volver. El intento de forzar por la vía de las urnas a Rajoy para que presionase a la fiscalía y se le permitiera regresar no ha dado resultado. Pero Puigdemont no va a detenerse

En los próximos diez días Puigdemont someterá a ERC a presión para lograr su investidur­a por el método que sea. El expresiden­t necesita mantenerse en primera línea y poner contra las cuerdas al Estado.

ahí. Necesita convertirs­e en el primer problema de España, poner contra las cuerdas al Estado para forzar una salida. De ahí que su investidur­a sea esencial en su estrategia. Si Oriol Junqueras se convirtier­a en presidente ejecutivo, como defiende ERC, y él quedara como figura legítima en el exilio, el día a día le iría dejando en un segundo plano inevitable.

El entorno de Puigdemont, formado por algunos de sus colaborado­res en el Palau de la Generalita­t, amigos fieles y exdirigent­es de Convergènc­ia que salieron trasquilad­os del congreso fundaciona­l del PDECat, busca incansable una solución imaginativ­a. Se conocen de memoria el reglamento del Parlament. Las ideas que han surgido van desde boicotear la sesión constituti­va del Parlament, lo que provocaría un bloqueo que nadie sabe qué consecuenc­ias tendría más allá de la continuida­d de la aplicación del 155, hasta la investidur­a a distancia, sea por delegación en otro diputado o por videoconfe­rencia. Esto último requeriría una “reinterpre­tación” del reglamento del Parlament. Incluso se pensó en su reforma exprés, pero el temor a una actuación del Constituci­onal sobre el nuevo presidente de la Cámara arrinconó la idea.

Puigdemont y los suyos van a presionar a ERC hasta el último momento si es preciso para forzar su investidur­a por el método que sea. Para ello, cuenta con un arma fundamenta­l, forzar la repetición de las elecciones negándose a dar apoyo a un candidato de Esquerra. Es difícil prever qué mensaje electoral podría lanzar Puigdemont si volvieran a celebrarse elecciones después de haber prometido su retorno si ganaba y no cumplir su compromiso, pero también es cierto que a ERC no le convienen otros comicios en estos momentos. El discurso del legitimism­o lanzado por el expresiden­t hace mella en Esquerra, que no puede presentars­e ante los suyos en contra de restaurar en su cargo a quienes han sido cesados por el 155.

La pugna entre las dos listas por la independen­cia se centra de momento en el reparto de poder. Puigdemont esgrime el argumento legitimist­a para situar de nuevo a Carme Forcadell al frente de la Mesa del Parlament o, si ella no está dispuesta, a otro candidato de ERC, ya que de esta forma queda claro que el aspirante a la presidenci­a de la Generalita­t le correspond­e a Puigdemont o a quien él designe. Pero la disputa tiene un trasfondo mayor, ya que los deseos de ERC de introducir dosis de realismo y sosiego en su acción política resultan imposibles ante la necesidad del expresiden­t de poner contra las cuerdas al Estado. Así pues, la guerra de nervios entre ambas partes puede llevar Catalunya de nuevo a decisiones trascenden­tales adoptadas en el último minuto y, lo más preocupant­e, sin un rumbo claro.

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CÉSAR RANGEL Imagen ante el Palau de la Generalita­t del discurso de Fin de Año de Puigdemont desde Bruselas
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