El bumerán de Bannon
LA llegada a la Casa Blanca de un candidato tan atípico como Donald Trump ha supuesto un antes y un después en el perfil presidencial. Sin experiencia política destacable –más bien presumiendo de lo contrario– y con los grandes medios informativos en su contra, el millonario Donald Trump, ni siquiera un self made man (el hombre hecho a sí mismo), ganó la nominación republicana y la elección presidencial a una serie de rivales que le superaban en capacidad intelectual, conocimientos sobre las relaciones internacionales y prudencia. Ningún elector estadounidense puede alegar ahora que fue engañado, al contrario: Donald Trump ha sido fiel a sí mismo, y hay que dar gracias al sistema de contrapoderes y a la solidez de las estructuras democráticas de Estados Unidos, garantías del bienestar de los ciudadanos y del respeto y el cumplimiento de las leyes.
Donald Trump fue elegido a sabiendas y como voto de castigo a los políticos tradicionales por unos sectores de la población que se sentían desamparados e invisibles. Muchos argumentaron que tampoco esperaban milagros de Trump, pero sí, al menos, buenas palabras. A trompicones, el presidente de Estados Unidos ejerce el cargo a su manera, pero lo ejerce, por lo que el ataque frontal que le ha infligido su exjefe de campaña, Steve Bannon, en el libro de Michael Wolff Fire and fury: inside the Trump White House (Fuego y furia: dentro de la Casa Blanca de Trump) parece más una venganza cargada de resentimiento que un torpedo capaz de desestabilizar al presidente. Ciertamente, la obra no favorece a Donald Trump ni le humaniza y, paradójicamente, puede terminar siendo un beneficio si la opinión pública la percibe como el ataque deshonesto de un exsubordinado que revela sin pudor asuntos familiares ajenos a la esfera pública del cargo.
Que Donald Trump lee poco no es una noticia, como tampoco lo son las dudas sobre las relaciones familiares del clan que le rodea. Donald Trump se ha sentido siempre cómodo en las trifulcas y ha terminado por sacar provecho de la mayoría de ellas. En este plano, Steve Bannon tampoco es un santo varón, y todo apunta a que ha infravalorado a su exjefe, un presidente que compagina los modales de un empresario sin complejos y el manejo de los resortes a disposición del presidente de Estados Unidos.
Es plausible la interpretación de que Steve Bannon está tratando de impulsar el trumpismo sin Trump, como grandes son las dudas de que eso sea posible. Y mucho menos deseable. Sobre un ring o en el lodo, Donald Trump es mal enemigo.