La Vanguardia

Un periodista atípico

JOAN SUBIRÁ I ROCAMORA (1930-2017)

- Sacerdote y periodista

Personajes como Joan Subirà, que murió el día de san Esteban a los 87 años, sólo se pueden entender en el contexto de una época que ya es historia. Fundó en un barracón la parroquia de la Sagrada Família en Mataró para acercarse a la inmigració­n; estuvo vinculado al movimiento Escolta; se sacó el título de periodismo en la Escuela de la Iglesia y consiguió la dispensa episcopal para ponerse a trabajar en el diario Avui recién nacido. Y no para hacer informació­n religiosa, sino laboral o de lo que fuera.

En el Avui trabajó hasta que se jubiló en 1995 y renunció desde el primer día a la paga que tenían asignada los curas. De él era la crónica sobre una protesta obrera que abría el primer número del diario, el 23 de abril de 1976. La anécdota forma parte ya de la historia. Su intención era titular: “Barcelona, la policía ya reparte leña a los huelguista­s”. Sin embargo, finalmente le cambiaron por un título más sosegado: “Veinte mil obreros del metal en huelga”. El cambio ya dice mucho de la timidez editorial del proyecto, pero no hay que olvidar que todavía mandaba un señor que se llamaba Carlos Arias Navarro y, como cosa habitual, la policía estomacava (zurraba) a los manifestan­tes, palabra que unos días después “coló” el mismo Subirá. Las jefes de sección que tuvieron que supervisar sus textos –es un decir, porque eran impecables, con un catalán que, a diferencia de muchos otros redactores, no requería corrección– tenían que estar pendientes de que Subi –así es como le llamaban en la redacción– no intentara colocar alguna de sus ironías. Porque Joan Subirà, como escribió un compañero suyo, era “un redactor atípico y bromista”. Aficionado a los juegos de palabras, socarrón y con un gran dominio de la lengua, como buen sacerdote no estaba casado con ninguna ideología, más allá de un catalanism­o de piedra picada y un progresism­o que iba muy por delante de la jerarquía católica. En las ruedas de prensa se le temía porque sus preguntas no seguían ningún guion previo.

Subirá había nacido en Vic en un entorno católico. Tres tíos suyos fueron asesinados al principio de la Guerra Civil, y probableme­nte eso hizo que desde pequeño sintiera la vocación de sacerdote. Su familia tenía la cerería Subirà, la tienda más antigua de Barcelona, pero él fue ordenado muy joven, con 23 años. Estuvo primero en parroquias del Maresme y del Vallès. Dirigió el semanario Granollers. Comunitat Cristiana y publicó La premsa a Granollers 1882-1982.

Cuando se jubiló de periodista, fue nombrado párroco de Santa Cecília, en el barrio de Sant Gervasi, pero le quedó tiempo para escribir libros. Publicó Capellans en temps de Franco, donde retrata y entrevista a muchos de los que como él forman parte de una generación progresist­a de sacerdotes, que quedará marcada por la insólita manifestac­ión de sotanas delante de Via Laietana. Publicó después unas memorias que eran un fiel reflejo de su talante y su humildad. El título lo definía: Soc un zero a l’esquerra. Memòries d’un cap aquí i un cap allà. Lo justificab­a diciendo que todo lo que había conseguido no era mérito suyo, sino de sus padres, de la cultura que había vivido, de los maestros y compañeros. Y de Dios.

En una entrevista del 2013 en este mismo diario expresaba su confianza hacia el papa Francisco y soltaba una de las suyas: “En este tiempo de pobres y ricos, las catedrales tendrían que quedar como una reliquia. Yo pararía las obras de la Sagrada Família”.

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ALEX GARCIA / ARCHIVO

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