La Vanguardia

El delantero excesivo

Diego Costa marca y se autoexpuls­a por meterse en la grada para abrazar a los hinchas

- CARLOS NOVO Madrid

Diego Costa ha vuelto en estado puro. El control emocional no ha sido nunca el fuerte del delantero hispanobra­sileño, que en dos partidos ha demostrado que no ha perdido un ápice de su fútbol ni de su temperamen­to. Todo en él es desmedido. En su debut ante el Lleida, Costa marcó a los cinco minutos de ingresar en el campo jugándose la pierna, en la que le quedaron clavados los tacos de un rival. Luego, tuvo un buen número de rifirrafes con sus marcadores que la condescend­encia del árbitro pasó por alto. Ante el Getafe, en la matinal de ayer, Costa se superó. Con una tarjeta a cuestas, marcó tras una contra y fue a celebrarlo con la grada, abrazándos­e con los seguidores del fondo. Tarjeta de manual, segunda amarilla y a la calle.

Acabado el partido, ganado por los locales por 2-0 (el primer tanto fue obra de Correa), Simeone justificab­a resignado la acción de su delantero. Vino a decir que Costa es así. Hacía balance de pros y contras y lo aceptaba tal cual: “Me quedo con lo bueno que hizo. El árbitro no puede interpreta­r la parte emocional. La regla es la que es. La expulsión está bien porque va a celebrar con los hinchas y hay que aceptar las reglas del juego. Diego nos da velocidad, ataque y transmite miedo, da miedo”, aseguró el entrenador argentino.

No todos en el Atlético saben de lo que es capaz Diego Costa. Por ejemplo, Vitolo, el otro fichaje del mercado de invierno. Tras el gol marcado por el delantero de Lagarto en Lleida, el canario dijo, asombrado: “Si Diego Costa tiene que meter la pierna en un ventilador , la mete”. Pocos en el Atlético conocen tan bien a Costa como el Profe Ortega, el preparador físico uruguayo y una de las dos patas en que se apoya Simeone; la otra es su segundo, el Mono Burgos. Una de la tareas de Ortega con Diego Costa cada principio de temporada ha sique do ponerle en forma. Tras uno de sus veranos en Brasil, el jugador regresó con un sobrepeso de trece kilos. En esta ocasión, Costa se reincorpor­ó a la disciplina rojiblanca el 21 de septiembre, tras un verano sin apenas haber podido entrenar y que terminó con su salida del Chelsea. En el Atlético temían lo peor, pero después de todo no fue tan terrible. El jugador se presentó con siete kilos de más.

Como siempre, fue Ortega quien diseñó la puesta a punto de Costa. El plan consistía en un cambio de alimentaci­ón con una dieta severa y unos ejercicios físicos exclusivos, que incluían varios pases semanales por el gimnasio de Fernando Torres para ejercitars­e en el cuadriláte­ro como si de un boxeador se tratase. La receta caló. Tanto ya corriendo junto a sus compañeros en El Cerro del Espino se veía a Costa siguiendo con sus movimiento­s de boxeo, tirando manos como si tratara de tumbar a un rival imaginario.

A estas alturas nadie puede tratar de cambiar a Diego Costa. Tampoco lo quiso hacer Del Bosque, cuando se lo llevó al Mundial de Brasil contra el criterio de muchos que opinaban que Costa y el estilo de juego de la selección eran agua y aceite. Pero algo tendrá el delantero, un fijo también para Lopetegui. Simeone no es dudoso al respecto. Lo puso en la final de la Champions de Lisboa cuando se sabía que estaba lesionado. Duró 9 minutos antes de tener que retirarse. Quizás por ahí perdió el partido pero Simeone nunca se ha arrepentid­o.

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ÓSCAR DEL POZO / AFP Diego Costa fue a la grada a celebrar su gol y el colegiado le mostró la segunda amarilla

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