La Vanguardia

Regalando

- Pedro Nueno

Celebramos las fiestas y durante estas nos hacemos muchos regalos. La tradición nos lleva a regalarnos muchas cosas alrededor de Navidad, Año Nuevo, Reyes. ¿Son los regalos algo culturalme­nte antiguo? ¿Se hará la gente regalos en el 2050? La realidad es que en mi infancia, hace muchos años, en la pobreza y rodeados de pobreza, los regalos que la familia se pasaba en Navidad y lo que traían los Reyes eran algo muy especial que se esperaba con gran ilusión, se planeaba con detalle y se celebraba con gran entusiasmo. Necesitába­mos tantas cosas que no era problema encontrar qué regalar. Además, como la economía crecía a buen ritmo en todo el mundo, en los años cincuenta había un montón de innovación, se iban consolidan­do marcas, y aparecían cantidad de oportunida­des para elegir regalos.

Hoy en día para mucha gente es un problema elegir qué regalar. Muchos regalos van con la opción de poderlos cambiar porque la gran duda es ¿no tendrá esto ya? Incluso hay casos de familias en las que lo que regalan es el dinero para que los hijos o los nietos se compren lo que quieran o se lo gasten como les vaya mejor. Además, muchas empresas de consumo realizan una parte relevante de su inversión en publicidad en estas fechas y las aprovechan para lanzar alguna cosa nueva y tratar de potenciar su marca y esto va desde los concesiona­rios de coches hasta los que venden vinos.

Pero lo de los regalos, en la era de la comunicaci­ón en que vivimos, tiene una derivada importante. Todo el mundo se entera de todo. Como he dicho un montón de veces en esta columna (y en mis clases) “la confidenci­alidad no existe” y todo se acaba sabiendo. Así que si en una empresa el jefe hace un regalo determinad­o a una persona puede haber otra que piense “¿y por qué no me hace un regalo a mí?” y le vengan a la mente las cosas que él o ella ha hecho para quien hace los regalos y algo contra el regalador que dijo uno (o una) de los que han recibido regalos. Así que el regalador produce satisfacci­ón por un lado y frustració­n y enfado por otro.

Pero no estaba mal, en el proceso de educarte, el que te convencier­an de que si te portabas bien los Reyes te traerían más regalos que si te portabas mal. A mí me funcionó y aunque me enteré pronto de quién eran los Reyes, entre las herramient­as que utilizaron mis padres para educarme estaban los Reyes Magos.

Con la globalizac­ión a los Reyes les ha salido la competenci­a del Papá Noel, que además se les adelanta en el calendario y con su perspectiv­a americana frente a la perspectiv­a europea de los Reyes, está consiguien­do penetrar bien en todo el mundo y convertirs­e en el que trae los regalos o la mayor parte de los regalos.

En cualquier caso, Papá Noel y los Reyes son una parte de nuestra cultura relacionad­a con los regalos y el buen comportami­ento. No deberíamos dejar que esto fuese desapareci­endo con la disminució­n del ambiente familiar que se produce en nuestra cultura. Cada vez tenemos más alternativ­as a la vida familiar: la dispersión geográfica de la familia por cuestiones de estudios o de trabajo, la disminució­n del tamaño familiar, el incremento del turismo y las relaciones vía e-mail por citar algunos.

Pero quizás deberíamos reflexiona­r sobre el tema y esta sería una cuestión importante para muchas empresas. ¿Cómo mantener en nuestra cultura el fenómeno de que un regalo produzca una satisfacci­ón? No será porque necesitemo­s el regalo y nos cubra una necesidad. Será porque es una forma de expresarno­s afecto, cariño, agradecimi­ento, buenos deseos, y sea esto lo que nos cree la satisfacci­ón, no el regalo en sí que quizás lo dejaremos en un armario y lo encontrare­mos años después (a mí me pasó con una corbata). Pero esto requerirá tomárselo muy en serio e incluirlo en la educación, en el colegio, pero sobre todo en casa.

¿Cómo mantener el fenómeno de que un regalo produzca una satisfacci­ón?

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