Trump sale al paso: “Soy un genio muy estable”
Un exitoso libro detalla su ego y la afición a seducir a las esposas de sus amigos
Cuando casi en el primer suspiro del libro, en el tránsito entre las páginas 19 y 20, se afirma de alguien algo como lo recogido en el siguiente entrecomillado, el presagio no puede ser venturoso.
“Pocos de los que conocían a Trump se hicieron ilusiones con él. Ese era en la práctica su atractivo: él es quien es. Ojos con un centelleo, espíritu de ratero. Pero ahora él era el presidente”.
No deja de ser una más de las definiciones que Michael Wolff recoge en su relato Fire and Fury: inside the Trump White House
(Fuego y furia, dentro de la Casa Blanca de Donald Trump), puesto a la venta este viernes y que ha levantado un seísmo político. ¿Está loco Trump?
El retrato, pergeñado a partir de fuentes internas, varias con nombres, apellidos y cargos, resulta demoledor. Precisamente por eso, por su carácter interno.
“Cualquier cosa que sabe parece que la ha aprendido una hora antes y todavía está a medio hornear. Sin embargo, cada uno de los nuevos miembros del equipo de Trump trataban de convencerse a ellos mismos, porque era evidente que ese hombre había sido elegido presidente. Él ofreció algo, obviamente. En realidad, cada uno de los ricos colegas de su círculo social tenían constancia de su ignorancia –Trump, el negociante, no podía leer ni una hoja de balance, y Trump, que hizo campaña alardeando de su habilidad, era, por su desprecio a los detalles, un pésimo negociador–, mientras que otros encontraron en él algo instintivo, la fuerza de una personali- dad. Él puede hacer que tú creas”.
Para entender la dimensión de Trump, Wolff recomienda ir a las páginas de su propio manual, The
Art of the Deal, que “él no escribió”. Según el autor fantasma, Tony Schwartz, Trump no contribuyó demasiado, ni cree que se lo haya leído al completo. “Trump no era un escritor –deduce Wolff–, él es un personaje, un protagonista y un héroe”.
Una de las aficiones del entonces magnate inmobiliario consistía en llevarse a la cama a las esposas de sus amigos. De cara a ganarse su favor, les decía que sus maridos no eran lo que pensaban.
“Había pedido a su secretaria que citara a sus amigos en su despacho. Al llegar estos, Trump los implicaba en una especie de broma sin gusto. ¿Todavía tienes sexo con tu esposa? ¿Con qué frecuencia? ¿Has tenido un polvo mejor que con tu mujer? Explícamelo. Hay unas chicas que vienen de Los Ángeles a las tres en punto. Podemos ir a la planta de arriba y pasar un buen rato, te lo prometo. Entre tanto, Trump tenía a la esposa de ese amigo en el altavoz de su teléfono, escuchando”. este pasaje lo describe como un tipo cruel, sin entrañas, de pensamiento retorcido, el último capítulo de Fire and Fury ha vuelto a avivar el debate, recurrente por cierto, sobre la salud mental del presidente estadounidense.
“La gran inquietud entre los miembros de su equipo (en la Casa Blanca) consiste en que todos se muestran preocupados por las divagaciones de Trump y sus alarmantes repeticiones –la misma frase dicha igual minutos después–, que se han incrementado, y su capacidad para estar centrado, algo que nunca ha sido su fuerte, ha declinado de forma notable”.
Este párrafo, entresacado por diversos medios, y que el propio Wolff subrayó en su primera entrevista, el viernes en la cadena NBC, ha calado y desquiciado al propio presidente estadounidense. Su fiebre tuvo reflejo en su arrebato tuitero de ayer, una vez que comprobó el éxito de ventas de este volumen que trató de frenar, en vano, en los juzgados.
Temprano sacó una trilogía de mensajes para proclamar que “no sólo soy inteligente, sino un genio, un genio muy estable”. Llegó a esta afirmación por “haber sido un muy exitoso hombre de negocios y una estrella de televisión”.
Remató sosteniendo que todo lo ha conseguido gracias “a mi estabilidad mental y talento”.
Pero Steve Bannon, el que fuera su asesor principal e ideólogo de cabecera, persevera en el citado libro en la idea de que la apelación a su deriva mental amenaza el final de su carrera política.
“Steve Bannon va diciendo a la gente que él piensa que hay un 33% de posibilidades de que la investigación de Mueller lleve al
impeachment (acusación por el Rusiagate) del presidente, otro 33% (y este es el meollo) de que Trump renuncie por la amenaza de su gabinete de apelar a la enmienda 25 de la Constitución (por la que el gabinete puede forzar la incapacitación del presidente) y un 33% de que llegue al final del mandato. En ningún caso habrá un segundo periodo, ni siquiera un intento”.
Bannon, el aspirante a Maquiavelo, el supuesto Darth Vader de la derecha nacionalista, emerge como la fuente principal en el relato de Wolff. Su volumen cuenta, siempre según su versión, con más de 200 entrevistas. Asegura que le franquearon el paso al despacho oval, donde se define como una mosca en la pared, en la que nadie reparaba. Su trabajo lo ini-
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“No sólo soy inteligente, sino un genio, un genio muy estable”, replica Trump
EL AUTOR
Wolff no es famoso por su rigor pero lo que cuenta confirma lo ya dicho por otros medios
DESDE DENTRO
El libro describe la brutal guerra interna que se ha vivido en el gabinete presidencial
ció en campaña y se ha prolongado 18 meses. En realidad, sólo pretendía dejar constancia de los cien primeros días, pero los acontecimientos de una administración tan singular cambiaron su objetivo. Califica este periodo como “la tormenta política más extraordinaria desde el Watergate”.
Si el autor sostiene que tenía pase en la Casa Blanca y que habló con Trump –al menos más de tres horas–, el protagonista principal declaró ayer, en el retiro de Camp David que mantuvo con cargos republicanos, que esa conversación con Wolff “no existió y sólo está en su imaginación”.
Justificó, además, su arrebato tuitero de unas horas antes dedicado a su salud mental “porque fui a las mejores universidades, he ganado millones y millones de dólares y he tenido un éxito tremendo”. Luego lamentó que su demanda judicial no funcionara debido a que “las leyes antilibelo (por calumniar o denigrar a una persona) son muy tenues en este país, ayudaría mucho que fueran mucho más fuertes”.
Nadie pone en duda que Michael Wolff no es precisamente un periodista de un rigor incuestionable. Se caracteriza por “embellecer” sus informaciones. Pero, en este caso y pese a las sombras, su descripción no hace más que confirmar desde dentro lo que otros medios han ido desgranando desde fuera.
“En definitiva, estamos hablando de tres personas –Trump, Bannon y Wolff– para las que la verdad es fungible”, señaló John Podhoretz, articulista conservador en su columna del The New
York Post. “Incluso si sólo el 20% es verdad, vaya época que estamos viviendo”, remarcó.
Fire and Fury, publicación más propia de un final de gobierno, describe la brutal guerra interna que se ha vivido en el ejecutivo comandado por Trump. Por un lado, Bannon. En el otro, la hija de Trump, Ivanka, y su marido, Jared Kushner, o como les bautizó el ideólogo en jefe, Javanka.
El principal frente se abrió con la decisión de echar al que era jefe del FBI, James Comey. Siempre según este volumen, Bannon se opuso porque eso suponía abrir la puerta a un investigador especial (Robert Mueller) y a crear una verdadera investigación por la influencia rusa en la campaña, como así es. Javanka, en cambio, con la inspiración de Charlie Kushner padre de Jared, lo querían fuera por miedo a que siguiera la pista de sus negocios.
A Ivanka le dedica un “tonta como un ladrillo” o “la puta está desactivada”, tras la retirada del pacto medioambiental de París, en contra de la hija. “Eres un jodido mentiroso”, le dedicó a Kushner en la Sala Oval, en presencia del presidente. Wolff asegura que Trump replicó: “Ya os dije que este era un tipo duro”.
Por lo visto, le ha hecho mucha menos gracia que Bannon califique de “traidores y antipatrióticos” a Don Jr., su hijo mayor, por la reunión que mantuvo con emisarios del Kremlim en la torre de la Quinta Avenida en el 2016.
Dada su egolatría –sus hijos jamás pueden ser mejores que él– Trump se retuerce con el contenido de este libro, del que la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, subrayó que era un “compendio de mentiras”.
Desde su matrimonio con Melania –con la que antes de la Casa Blanca podía pasarse días sin verse, dentro del mismo edificio, y con la que mantiene habitaciones separadas–, a su incapacidad para leer o escuchar. “Fundamentalmente quiere ser querido”, afirma una asesora. De llevarle la contraria, la ira le inunda, insulta a todos y resulta imprevisible.