Yo fui rey Melchor
Mi reinado como Rey Blanco fue breve pero intenso. Hará de eso veinte años y trabajaba como monitor en el Saló de la Infància i la Joventut. Mis primeros pasos fueron como paje real pero por mis obvias condiciones regias me vi catapultado al trono de Melchor. Éste siempre había sido mi favorito. En realidad, los niños quieren a Melchor o a Baltasar. Gaspar es un poco como aquel novio de tu hermana que siempre acabas llamando por el nombre del anterior. Cuando era niño, mi tío me dijo que ese año por nuestro barrio dejaba los regalos Baltasar. Yo entré en barrena emocional. Suplicaba entre lágrimas supremacistas para que eso no fuera verdad. Lo sé, lo sé. Por fortuna, luego fue escuchar a Sam Cooke y se me pasó. Anoche, antes de dormir, leí un artículo sobre catalanes y bárbaros y creo que el traje de KKK se va a llevar esta temporada. No bastará con Another Saturday night me temo. Al final se me aseguró que Melchor iba a ser el encargado de traerme los regalos. Ah, las mentiras de los nuestros siempre tan perdonables, ¿verdad?
Como Rey Melchor viví momentos importantes. El president Pujol –sí, ese señor que daba lecciones de moral tanto a bárbaros como a ciudadanos romanos– me saludó personalmente. Mi trono estaba en lo alto de unos escalones y bastó con que ambos nos agitáramos la mano. Me hizo mucha ilusión, la verdad. Los niños subían hasta mí acompañados por los pajes. Yo trataba de hacer mi cometido del modo más profesional posible incluso el día 1 de enero, a pesar de lo maltratado que estaba. Nos habían llamado la atención a pajes y rey por comer disfrazados en la cafetería. Sí que notábamos las miradas ojipláticas de algunos niños mientras dábamos buena cuenta de cafés, Estrellas y bocadillos de chorizo, pero no le dimos importancia. Así que traté de que, al menos como monarca, mi trabajo fuera intachable. Los chavales pedían de todo. Juguetes, obviamente. Pero recuerdo un grupo de niños bastante repelentes. De hecho, me vinieron a la memoria, al ver ayer un capítulo de un concurso con niños cocineros. Esos niños pera venían y en vez de pedirte juguetes, ordenadores o cualquier otra evidencia capitalista de su corrupción, te adulaban de un modo obsceno, me atrevería a decir. Te pedían crucifijos e incluso una niña me pidió que le trajéramos una Biblia. Le pregunté si no quería nada más y me contestó ¿puede alguien necesitar algo más? Sí, sé lo que algunos piensan pero no, no era esa mirada Charlton Heston, era mirada de investigado por corrupción en comisión parlamentaria. También recuerdo a varios que sólo pedían salud para los Reyes Magos. Yo les tranquilizaba diciéndoles que, aparte de que éramos inmortales, con un Alka Setzer cada seis horas ya tirábamos. Pero no quiero acabar el artículo con tanto cinismo. Recuerdo también a un crío que me pidió como único presente si podíamos evitar que sus padres se separaran.
Espero que ese niño sea hoy un hombre feliz.
Como Rey Melchor viví momentos importantes, el president Pujol me saludó personalmente