La Vanguardia

Túnez se resigna a la austeridad, aún esperanzad­o

Manifestac­iones pacíficas a los siete años de la revuelta que encendió el mundo árabe

- XAVIER MAS DE XAXÀS Túnez Enviado especial

Inflación, paro y corrupción atenazan todavía a la sociedad tunecina, que hace siete años acabó con el régimen de Ben Ali.

El pragmatism­o se ha impuesto en la sociedad tunecina. Siete años después del fin de la dictadura, la democracia sigue en construcci­ón y la justicia social no llega. Aún así, a pesar de la enorme frustració­n de los jóvenes y los sectores más desfavorec­idos de la sociedad, los tunecinos no han perdido la esperanza en un futuro mejor. Las cientos de personas que ayer se citaron en la avenida Habib Bourguiba, centro neurálgico de la revolución, gritan consignas muy duras contra el presidente y su Gobierno, pero a su alrededor, la vida sigue. Los mercadillo­s ambulantes, las tiendas y cafés, incluso en la misma avenida Bourguiba, estaban abiertos. No hay mejor señal de normalidad y de resignació­n.

La UGTT reunió a sus incondicio­nales frente a la sede histórica del sindicato, en la plaza Mohamed Alhami, engalanada con banderas tunecinas y también con una gigantesca bandera palestina, señal de la vieja solidarida­d de la izquierda con la OLP . El secretario general, Nuredin Tebubi, salió al balcón y leyó un largo y retórico discurso, como exigía la ocasión, el séptimo aniversari­o de la caída de Ben Ali. Los incondicio­nales aplaudían y lanzaban las consignas habituales contra la derecha laica que gobierna con el apoyo de los islamistas, contra el presidente Esebsi y las medidas de austeridad que acaba de aprobar el Parlamento, contra la corrupción y todas las injusticia­s, aplaudiero­n cuando fueron llamados a resistir, a mantener la presión en la calle, pero se dispersaro­n tan pronto como acabó Tebubi.

Entre los cientos de personas que habían aplaudido había una mujer que lloraba. Era una mujer joven, que dijo llamarse Abasi Salona y que lloraba en silencio, sin apenas lágrimas. Estaba contenta de que su sindicato mantuviera las espadas en alto, de que fuera “la única institució­n que piensa en el porvenir de todos los tunecinos”, pero estaba triste porque no veía la luz al final del túnel. “La crisis de Túnez –dijo cuando se hubo calmado un poco– no es sólo política y económica, es moral. Nos falta sabiduría y honestidad para cambiar las cosas. Me sabe mal decirlo porque amo a mi país, pero nos falta inteligenc­ia”.

Ben Ali cayó, en gran parte, porque la UGTT movilizó al grueso de la sociedad tunecina después de que Mohamed Bouazizi se prendiera fuego el 17 de diciembre del 2010. Este joven que vendía verduras en el mercado de Sidi Bouzid, quiso morir para no seguir sufriendo la humillació­n de la pobreza y los abusos de la policía corrupta, que le exigía sobornos para plantar su carro en la plaza. Millones de árabes, mucho más allá de Túnez, se sintieron identifica­dos con su historia. Ben Ali no resistió un mes en el poder y el mundo árabe vivió la revuelta social más importante de su historia.

La memoria de Bouazizi sigue viva y el Gobierno sigue sin encontrar la manera de atender a los jóvenes que, como él hace siete años, no encuentran una salida a la aspiración de un empleo y una vida digna.

El presidente Beji Caid Esebsi dijo ayer que ha llegado la hora de los jóvenes. Este veterano supervivie­nte de la dictadura tiene 91 años y se esfuerza para maquillar las atrocidade­s del antiguo régimen. Considera que es mejor pasar página y dejar tranquilos a los responsabl­es de los asesinatos y la corrupción. Reparar las injusticia­s que co-

NUEVO HORIZONTE

El presidente promete dedicarse a los jóvenes que llevan siete años esperando

FALTA DE HONESTIDAD

“La crisis de Túnez no es sólo política y económica, es moral”, dice una manifestan­te

metió Ben Ali durante los 23 años que estuvo en el poder sólo serviría para reabrir heridas que es mejor que permanezca­n cerradas. Al fin y al cabo, el dictador, que vive exiliado en Arabia Saudí, ya fue condenado en el 2011 a 35 años de cárcel.

Ayer, en el barrio popular de Etdamon, donde los jóvenes llevaban una semana manifestán­dose, incendiand­o neumáticos y levantando barricadas que los antidistur­bios derribaban a base de porras y gases, Esebsi dijo que “entiendo el sufrimient­o de la gente”. Acababa de inaugurar un centro cultural juvenil y aseguró que “este años vamos a ocuparnos de la juventud”. Habló de manera improvisad­a a la multitud que le rodeaba y a la que aseguró que sentía su dolor. “Vuestras familias son nuestras familias”, añadió sin que nadie aplaudiera. Antes de subirse al vehículo tuvo unas últimas palabras que no gustaron mucho: “Sed modestos con vuestras peticiones porque nuestro país no tiene muchos recursos”.

Es verdad que la economía está muy dañada por el colapso del sector turístico (8% del PIB) pero también es verdad que la distancia entre ricos y pobres se amplía, que el poder adquisitiv­o de las familias disminuye, que la inflación cerró el 2017 con una subida del 6,4%, que el paro no baja del 15% y que afecta al 30% de los jóvenes.

El presupuest­o del 2018 es muy restrictiv­o: subida de impuestos (incluido el IVA) y recortes sociales. Desde que el Parlamento lo aprobó el domingo 7, miles de personas, alentadas por la UGTT y la oposición de izquierdas, ocuparon

FALTA DE CREDIBILID­AD

Los sindicalis­tas creen falso el anuncio del Gobierno de ayuda a miles de familias

LA CORRUPCIÓN

La red clientelar que alimentó en su día el presidente Ben Ali sigue funcionand­o

calles en una decena de ciudades.

El Gobierno anunció el sábado un paquete de ayudas, valorado en unos 70 millones de euros. El anuncio no fue muy detallado, sólo que beneficiar­á a 250.000 familias, que incluirá “un seguro médico para todos”, así como ayudas a la vivienda y subsidios a los más pobres.

Es por esto que la gente de Etdamon, los sindicalis­tas de la UGTT y la multitud que se concentró en la avenida Habib Bourgiba, siguieron protestand­o, diciendo que no es más que una promesa hueca, una más de las muchas que se han hecho en siete años. “No me creo nada”, confesó Rabash Jamel, un joven maestro que ha aprobado las oposicione­s pero que no consigue una plaza porque “no estoy en ningún partido”.

Miles de maestros como él no han podido acceder a las plazas que han obtenido, un ejemplo muy claro de la falta de transparen­cia de la Administra­ción. La red clientelar que alimentó Ben Ali sigue funcionand­o y Rabash Jamel lamenta que Esebsi “diga tonterías porque la verdad es que no ha hecho nada para combatir la corrupción y lo único que quiere es que todos seamos idiotas, gente sin estudios y fácil de manipular”.

En la misma avenida Bourguiba donde el progresist­a Rabash Jamel da rienda suelta a su frustració­n, Lasoued Takoma, una abuela islamista, está contenta de que cómo van las cosas. Admite que falta mucho por hacer pero que muy pronto Enahda lo arreglará todo. El partido islamista había montado un escenario en el centro del paseo, programado música, bailes y discursos.

Los militantes de Enahda con los que hablamos ayer defendiero­n la gran oportunida­d que se presenta en las elecciones municipale­s de mayo y en las presidenci­ales del 2019 para demostrar que el islam no está reñido con la democracia. “Al contrario –dijo Tarek Yeza, 21 años, estudiante de informátic­a–, el islam es democracia”.

La revolución en Egipto fracasó cuando los Hermanos Musulmanes, después de ganar las elecciones, no supieron gobernar para todos los egipcios y fueron barridos por los militares en un golpe de Estado con amplio apoyo popular. Túnez podría haber corrido la misma suerte si Enahda no hubiera dado un paso atrás y aceptado una Constituci­ón que garantizar­a la hegemonía de la ley laica y no de la charia.

Ahora tanto Yeza como Takoma están dispuestos a llevar a Enahda de nuevo al poder porque “cumple lo que promete” y “no está manchado por la corrupción”. Si lo consiguen y Enahda mantiene la moderación y el compromiso del que ahora hace gala, los tunecinos habrán encontrado un futuro del que podrán beneficiar­se otras sociedades árabes.

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HASSENE DRIDI / AP Manifestan­tes tunecinas durante la marcha ayer por el centro de la capital para celebrar el aniversari­o de la revolución
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 ?? MOHAMED MESSARA / EFE ?? Una mujer muestra la foto de un familiar muerto en la revolución tunecina del 2011, en la avenida Habib Bourguiba de Túnez
MOHAMED MESSARA / EFE Una mujer muestra la foto de un familiar muerto en la revolución tunecina del 2011, en la avenida Habib Bourguiba de Túnez
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SLIM ABID / AP El presidente tunecino, Beji Caid Esebsi, saludando ayer a su llegada a un acto en Túnez

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