Cuando todo es posible
El Barça de Valverde ha completado una primera vuelta extraordinaria. Ni una sola derrota en 19 partidos. El equipo blaugrana se ha saltado el guión que se le prescribió. Y lo ha hecho a lo bestia. Solo le faltaba salir victorioso de Anoeta para reforzar su ya muy sólida candidatura al título. El donostiarra era un estadio maldito, mucho más difícil que el Bernabeu en los últimos tiempos. Durante estos días se ha recordado el último partido de Liga en el que el Barça venció allí. Fue el 5 de mayo del año 2007. En la alineación estaban Thuram y Zambrotta. Poco más que añadir. Ha llovido mucho.
En realidad el partido no era muy distinto a otros en los que el Barça se dejó puntos en Donosti. La Real Sociedad volvió a jugar a ratos de narices, superando en juego a su adversario en la primera parte. Canales repareció en aquella versión púber que le hizo fichar por el Madrid, Odriozola hizo del carril derecho la playa de la Concha y Willian José parecía Lewandowski. Hay veces que el diagnóstico de lo que ocurre no debe recaer en los defectos del equipo grande sino en los méritos del menos poderoso. Y Eusebio, aunque con irregularidad esta temporada, sabe hacer jugar a esta Real como los ángeles. Es un buen técnico.
Sucede que este Barça está en otro nivel, y no se trata sólo de fútbol sino, más importante, de convicción. Cuando tu moral es irrompible interpretas lo improbable como imposible y no hay fantasma del pasado capaz de someterte. Que la Real se te pone 2-0, pues le metes cuatro. Explicar esa transformación sólo a través del fútbol es quedarse a medias. Valverde, desde fuera un tipo pequeño al que se le imaginan varios papeles pero no el de William Wallace (alias Braveheart), ha construido un equipo durísimo de pelar. Siempre trabajador, cada vez más pelotero, incluso heroico bajo la lluvia como anoche.
Poco dado a la lujuria, en especial cuando las cosas están por terminar, el barcelonista se compara con el Madrid y sonríe. Si fueran los blancos quienes estuvieran 19 puntos por encima, en el Camp Nou no quedaría ni el apuntador.