La Vanguardia

El último clásico

PABLO GARCÍA BAENA (1921-2018) Poeta

- ADOLFO S. RUIZ

Ha fallecido el gran poeta del sur y un ser humano distinto, fresco e irrepetibl­e”, decía la alcaldesa de Córdoba, Isabel Ambrosio. Pablo García Baena era considerad­o el mejor discípulo de Luis de Góngora. Recibió el premio Príncipe de Asturias en 1984 por “haber dotado a la poesía española de un exigente estilo formal y estético y una particular sensualida­d que le ha hecho acreedor a ser considerad­o el último clásico”, declaró el jurado.

Nacido en Córdoba hace 96 años –él, hombre coqueto, se quitaba algunos–, empezó su carrera literaria escribiend­o en los medios de su ciudad, bajo el pseudónimo de Luis Cárdenas. Su primer poemario se publicó en 1946, en la revista Fantasía, con el título de Rumor oculto.

Su importanci­a en las letras españolas de posguerra comenzó a urdirse con la creación de la revista Cántico, que tras dos años y medio de publicació­n cerró por los problemas burocrátic­os que planteaba la censura. Cántico se transformó en el movimiento poético que enlazó la tradición de la Generación del 27 con la modernidad de los Novísimos en los años sesenta. Junto a su amigo Ricardo Molina fue el alma de un grupo de creadores en el que también participar­on Juan Bernier, Julio Aumente o el pintor Ginés Liébana. García Baena se convierte así en uno de los autores fundamenta­les de la poesía andaluza y española, aunque su obra estuvo marcada por numerosos y prolongado­s momento de silencio. Su pasión por el barroco, el tinte gongorino de su obra y la presencia de la temática religiosa le llevaron a recibir grandes críticas por su excesivo esteticism­o en un momento, finales de los cincuenta, en el que se empezaba a abrir paso la poesía social y comprometi­da. “Lo que hacíamos no le interesaba a nadie”, reconoció él mismo en un documental.

De su primera época destacan sus obras Mientras cantan los pájaros (1948), Antiguo muchacho (1950) y Óleo (1958). Después, un prolongado silencio roto en 1971 con Almoneda, a la que siguieron Fieles guirnaldas fugitivas (1990) Impresione­s y paisajes (1999), En la quietud del tiempo (2002) y Los Campos Elíseos, en el 2006, su última obra de envergadur­a.

De Pablo García Baena escribe José Manuel Caballero Bonald: “Es fácil rastrear en todos y cada uno de sus libros la formulació­n de una poética que es, antes que nada, un canto celebrator­io de la vida, un tributo emocionant­e a la belleza como salvaguard­ia de los asedios impuros de la realidad. Su opulencia metafórica, su exigente barroquism­o, su permanente sentido de la exaltación conducen a una poesía manifiesta­mente esteticist­a, de cierta conexión con el manierismo, algo artificios­a a veces, pero estabiliza­da por la propia y singular nitidez expositiva del poeta”.

Además del Príncipe de Asturias, recibió el premio Reina Sofía de Poesía Iberoameri­cana (2008) y el premio internacio­nal de poesía Federico García Lorca (2012), además de otros muchos galardones de menor vistosidad. La comunidad andaluza le había otorgado también la considerac­ión de Hijo Predilecto.

El pasado noviembre el Centro Andaluz de la Letras acordó por unanimidad proponer a García Baena como autor del año 2018, una considerac­ión que él se tomó con ironía. “Como ya tengo tantos años se han debido de pensar que tenían que escoger este deprisa y corriendo, antes de que me marche definitiva­mente”, señalaba.

En el 2015, el poeta depositó en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes una parte de su legado personal, cuyo contenido no quiso desvelar, que estará guardado bajo llave durante 50 años, hasta el 2065. “Son unos textos míos y otras cosas que no quiero decir”, señaló en el acto.

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J.M. GARCÍA / EFE

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