Un puerto más amable.
El Ayuntamiento y el puerto sellan un “acuerdo histórico” para la reordenación del litoral
Un acuerdo entre el Ayuntamiento y el Port permitirá, gracias al desplazamiento de los cruceros, que Barcelona recupere para la ciudad los muelles de Drassanes y los del World Trade Center.
La próxima gran transformación urbanística de Barcelona no vendrá por tierra, sino por mar. Aunque los cambios se notarán antes, la ciudad acometerá en los próximos ocho años una transformación radical del frente litoral. El proyecto permitirá ganar, entre otros, 14.000 m2 nuevos para uso ciudadano, el equivalente a dos ramblas (desde la plaza Catalunya hasta la de Colom). También obligará a un importante traslado: las terminales de cruceros pasarán de 8 a 7 y se concentrarán en el muelle Adossat. Ello hará posible que los barceloneses recuperen los espacios liberados en otros tres muelles, los de Espanya, Drassanes y Barcelona.
Para la inmensa mayoría de la ciudadanía, que nunca hará un crucero, esta metamorfosis puede parecer muy lejana. Pero los beneficios de otros cambios serán mucho más inminentes. El Moll de la Fusta, de titularidad municipal y portuaria, será objeto de una reforma integral y cambiará en breve de fisonomía, con la instalación de pistas deportivas que gestionará el Institut Barcelona Esports. El paseo Colom también se reformará para ampliar las áreas ajardinadas y de uso público. La transformación será especialmente visible en los alrededores de Correos, la plaza Duc de Medinaceli y el Portal de la Pau.
La capital catalana es la cuarta ciudad del mundo que recibe más cruceristas (2,6 millones al año) y no renuncia a consolidar esta posición de privilegio, pero se ha comprometido a regular la actividad “para que sea sostenible”.
La alcaldesa Ada Colau y el todavía presidente del puerto de Barcelona, Sixte Cambra, presentaron ayer los acuerdos a que han llegado, que ambos calificaron de “históricos”. La reordenación portuaria incluirá centros docentes y tecnológicos. Otro reto será la mejora de los desplazamientos terrestres de los cruceristas y la reducción de emisiones de los barcos. El acto de ayer fue de facto la despedida de Cambra, que ha decidido dejar el cargo cuando el nuevo Govern tome posesión y nombre su sustituto.
La parte más ambiciosa del plan será la liberación de lo que el Ayuntamiento califica de “puerto ciudad”. Se trata, por un lado, de
las terminales Maremàgnum y Drassanes, en el muelle Espanya; y de las terminales Nord y Sud, en el muelle Barcelona, junto al World Trade Center. Estas estaciones marítimas internacionales se trasladarán al muelle Adossat en cuanto acaben sus obras de ampliación o concluyan las actuales concesiones. Es decir, entre el 2022 y el 2026. Las obras tienen un presupuesto de 140 millones de euros (90 de fondos públicos, y el resto, de capital privado), según precisó José Alberto Carbonell, director del puerto.
La marcha de las terminales, incluida la de los ferris de Balearia del muelle Drassanes, “permitirá abrir las zonas que ocupan a usos ciudadanos y acercar Ciutat Vella al mar”, dijo Colau. Entre otras cosas, se podrá retirar todas las vallas que actualmente hay entre el Portal de la Pau y el World Trade Center, un tramo que se convertirá en “un nuevo gran espacio libre junto al mar”.
El puerto acelerará los trabajos de acuerdo con el calendario previsto. Las ocho terminales actuales pueden acoger hasta nueve cruceros a la vez. Las siete del futuro sólo podrán acoger otros tantos cruceros. Pero eso no implica necesariamente que descienda la cifra de cruceristas. Todo dependerá de la capacidad de los barcos, aunque la teniente de alcalde Janet Sanz, también presente en el encuentro de ayer, opina que se “ha puesto techo” al crecimiento de esta actividad.
Quienes no conozcan el muelle Adossat y sus colosales dimensiones podrían creer que agrupar aquí todos los barcos turísticos producirá una densificación excesiva. Como reconoce el puerto, el objetivo es “mantener y consolidad la cifra de 2,6 millones de viajeros al año”. Las que se trasladarán son las terminales más pequeñas. Esta zona ya tenía cuatro (la A, B, C y D) y una quinta en construcción (la E). Sus medidas son colosales: 6.200 m2 la A, 6.500 la B, 4.100 la C y 10.000 la D. La estación B puede operar con buques de 140.000 toneladas y 3.600 pasajeros. Estos gigantes, que ya atracan en Barcelona, son los más grandes del mundo que transitan por el Mediterráneo.
A las cinco terminales actuales
MEDIO LLENA...
La alcaldía defiende que el plan supone un techo al crecimiento de la llegada de cruceros
...O MEDIO VACÍA
Pero el puerto replica que la cifra de turistas depende de los barcos, no de las terminales
se unirán dos más, en las que se refundirán las que cambien de sede. Cuando el proyecto sea una realidad, siete estaciones de cruceros y una de ferris (ver gráfico adjunto) se agruparán en la orilla sur del puerto. En la norte, la más próxima a la ciudad, sólo permanecerán las terminales de Trasmediterránea y Grimaldi.
La concentración del muelle Adossat plantea problemas medioambientales y logísticos. Las estaciones del World Trade Cen-
ter, que desaparecerán, están tan próximas al centro de la ciudad que los turistas pueden llegar caminando a Colom en sólo cinco minutos. El puerto se ha comprometido a “la gestión sostenible de los desplazamientos urbanos de los cruceristas”. Y también a “descongestionar las Drassanes y la Rambla”.
El Ayuntamiento y el puerto, que no siempre han tenido relaciones excelentes, limaron ayer asperezas. Prueba de ello es su compromiso conjunto para tratar de reducir el impacto de la contaminación portuaria, sobre todo en los barrios más próximos, los de Ciutat Vella y SantsMontjuïc. Pero no todo dependerá de las administraciones municipal y portuaria. Un informe de 147 páginas, elaborado en el 2016 por encargo del puerto, denuncia que “los barcos tienen una normativa poco restrictiva”, lo que dificulta la imposición de sanciones “que dependen de convenios internacionales”. El documento lavaba la cara de los cruceros y recordaba que, a pesar de su mala imagen, ocupan el tercer lugar por emisión de partículas contaminantes (el 14% del total del puerto), por detrás de los grandes mercantes de carga (35%) y los portacontenedores (el 30%).
La Barcelona que nacerá en el mar vendrá al mundo con problemas heredados, como las vallas de la marina de lujo del Port Vell, que se mantendrán intactas y matizarán un poco la tan cacareada apertura del puerto. Tampoco se sabe por ahora si entre las zonas que sí ganará la ciudadanía habrá espacio para una delegación del museo Hermitage, un proyecto que divide a la Barceloneta y sobre el que ayer no se pronunció Colau.
Lo que sí se sabe es que uno de los ejes del nuevo frente litoral será la Nova Bocana, que alumbrará dos paseos públicos de 7.000 m2 cada uno. Estas hermanas de la Rambla abrazarán la Marina Vela, el futuro puerto deportivo que ya se construye junto al hotel W. El Ayuntamiento ha impuesto que el 100% de los espacios que rodearán los amarres sean públicos.
La Nova Bocana albergará centros formativos y tecnológicos, además de zonas comerciales y de restauración. El puerto seguirá teniendo zonas de acceso restringido, en particular en el área de actividades logísticas, por razones obvias, pero a pesar de todo los muelles se han embarcado en una política irrenunciable de apertura a la ciudad, como refleja la voluntad de abrir otro paseo público entre la calle Escar y la Torre del Rellotge, en el muelle de Pescadors.
LAS DUDAS DEL HERMITAGE
El Ayuntamiento no aclara de momento si habrá espacio para el futuro museo
LAS PROMESAS DEL PUERTO
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